La deuda del Cabildo de Tenerife casi duplica la correspondiente a los otros seis. A 31 de diciembre de 2012 sus números rojos ascendían a 428,6 millones de euros; las otras corporaciones insulares deben, en conjunto, 241,7 millones. Esta situación impide emitir deuda pública a la institución que preside Ricardo Melchior. No hace falta añadir que gran parte del endeudamiento está originado por la participación del Cabildo en empresas públicas ruinosas.

Visto lo anterior, me tiembla todo el cuerpo cuando leo que el vicepresidente sucesor del Cabildo tinerfeño, Carlos Alonso, habla de que la Corporación participaría directamente en una compañía aérea si la patronal hotelera de la Isla, Ashotel, da el primer paso. Habla Alonso de diseñar una "gestión integral" del destino turístico y en controlar el turismo peninsular. o de gestión integral más o menos podría entenderlo; lo de controlar el turismo peninsular confieso que se me escapa un poco.

Basta mirar lo que está sucediendo con algunas aerolíneas -por estos alrededores tenemos una en quiebra- para comprender lo complejo que resulta este negocio. Me dice un colega que cuando oye hablar de periódicos gestionados por periodistas piensa en lo "bien" que les ha ido a las compañías aéreas gestionadas por los pilotos. Si sustituimos a estos últimos profesionales, que por lo menos saben cómo hacer volar a un avión, por políticos, prefiero no pensar en el resultado. O sí: más deuda con cargo al contribuyente porque, salvo contadas excepciones, no hay una empresa pública que dé beneficios. Por añadidura, los empleados de esa empresa participada por el Cabildo se sentirán medio funcionarios. Si alguna vez alguien hablase de privatizarla, saldrían a la calle, indignados y con pancartas, para denunciar ante la ciudadanía el peligro de dejar en manos del negocio particular un servicio esencial.

Son centenares los empresarios hartos -no hay palabra más adecuada- de la competencia que les hacen las instituciones públicas con incursiones en actividades que no les corresponden. a misión de un ente de la Administración, en este caso el Cabildo, es que existan las infraestructuras adecuadas para que las empresas privadas desarrollen su actividad, ganen dinero y paguen impuestos. Verbigracia, que haya aeropuertos en condiciones para que puedan operar las compañías aéreas, terminales modernas para que los pasajeros se sientan cómodos y carreteras bien pavimentadas para que se pueda acceder a dichas instalaciones, amén de comunicaciones y otros servicios no menos importantes pese a su carácter complementario. Si en lugar de cumplir esa misión se ponen los cabildos, los ayuntamientos y hasta las comunidades autónomas a competir con los empresarios, encima usando los impuestos que a duras penas pueden seguir pagando esos empresarios, mal vamos y peor acabaremos. Si el señor Alonso -no es la primera vez que lo digo- es un genio tan genial como aseguran quienes lo conocen, empezando por Ricardo Melchior, no estaría de más que fundase una compañía aérea capaz de recuperar para la Isla ese diez por ciento perdido del turismo peninsular. Pero que lo haga con dinero de inversores privados que confíen en él y en su proyecto, no con fondos del erario porque así, cualquiera.

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