Comprendo perfectamente que uno de mis lectores -él dice que me lee semanalmente- me parara en la calle para decirme que se le hace muy cuesta arriba creer que el antiguo hospital de Garachico pudiera albergar en su día a ochenta prisioneros franceses, como resultado de nuestra paliza a Napoleón. Lo dije la semana pasada y lo repito ahora: yo no me he inventado ni una palabra. Las he copiado. Y voy a seguir copiando aunque a cierto lector se le haga muy cuesta arriba creerme.

Parece ser que cuando los franceses se fueron con el rabo entre las piernas se dejaron atrás un montón de prisioneros, de los que 1.582 fueron enviados a nuestras Islas, concretamente a Candelaria. Pero cuando alguien se dio cuenta de que era "mucho pan p´al niño", además de enviar a 600 pobrecitos a Canaria, decidieron repartir el resto entre distintos pueblos de las Islas. A Garachico le correspondieron 80, como dije la semana anterior y se buscó en la actual Villa y Puerto el lugar más idóneo para que vivieran como personas, por muy franceses y muy prisioneros que fueran.

Todo esto, y algo más, lo he copiado del cronista don Melchor de la Torre Cáceres, el cual había hecho lo propio, según tengo entendido, de los apuntes históricos que poseía un destacado garachiquense de la época: don Francisco Martínez de Fuentes, sacerdote, párroco de Santa Ana, canónigo de la Catedral y rector de la Universidad de La Laguna. O sea, un señor de fiar. Y como es un señor de fiar, voy a seguir con sus apuntes para que ustedes opinen luego sobre el asunto que les estoy contando con la mejor de las intenciones. Yo en don Melchor y en don Francisco tengo plena confianza porque, en mi opinión,no metían gato por liebre.

Venían los soldados franceses para ser entregados al alcalde mayor y al coronel de este pueblo. Sus nombres no se citan. Habrá que decir, sin embargo, que las habitaciones reservadas para enfermos y asilados se respetaron totalmente. No había comunicación entre una zona y otra. Debajo del coro se situó el llamado cuerpo de guardia, para cuidar de los cautivos y que éstos tuvieran la vigilancia precisa. Se construyó un amplio tabique y santas pascuas.

Cinco años después de la llegada de los prisioneros tuvimos noticias de que por fin había llegado la paz. El gran Napoleón había sido derrotado. Regresaron a Francia, en primer lugar, los prisioneros que había en la Península. Los que seguían en Canarias hubieron de esperar a que llegaran los barcos correspondientes. El 16 de noviembre de 1914 salieron los de Garachico, después de permanecer en la localidad entre 1809 y 1814. Pero cinco se tuvieron que quedar en casa, aunque no lo desearan. La muerte les llegó antes.

Una vez libre de tantos visitantes, volvió a aderezarse el hospital, así como la iglesia, un tanto abandonada. Y comenzaron a celebrarse de nuevo los cultos divinos. Y el 8 de diciembre se celebró de nuevo la fiesta de la Concepción, que se había inrrumpido a causa de los inesperados visitantes.

Me parece que se hace preciso aclarar -o recalcar, porque creo haberlo dicho en mi artículo anterior- que el hospital actual no es el que acogió a los prisioneros franceses. El de hoy fue anteriormente convento dominico de San Sebastián, fundado en 1600, y que no llegó a sufrir las furias del volcán de 1706.

Y no voy a seguir copiando, porque lo importante me parece que ya está dicho. El artículo de hoy tiene poca enjundia, dirán ustedes; pero así se han presentado las cosas y así vamos a dejarlas.