1.- Está tan mal la cosa que el Gobierno de Canarias subasta cholas incautadas a un moroso. La chola es el paradigma de la bastez. Su propio nombre lo trasluce: chola, chancla, alpargata del ocho. El Gobierno basto de subasta cholas para recaudar. Pasado mañana pondrá en almoneda paquetes de chicle. Es el signo de los tiempos: ya nadie tiene coches, ni casas, que ofrecer al fisco canario. Ahora manda la chola, que es una prenda arrastrada, sometida al calcañal, sodomizada por el callo malayo que combate el doctor Scholl, agrietado y amarillo. No hay nada más cutre que una chola en los pies de la señora de la limpieza y a eso se agarra el Gobierno de Canarias de : a la chola salvadora, a la alpargata del ocho de piso de goma, que acalora el ñame e impide la circulación. Se me están poniendo las greñas de punta al hablar de la chola subastada y recosida a máquina por artesanos de Elche, a quienes Dios guarde. Las dejó en prenda un deudor en los muelles y Alberto Génova, el de los tributos, se lanzó hacia ellas con la agilidad de un portero de fútbol. Las atrapó y las puso en subasta. A un euro cada una o así. Veremos a Génova en cholas este verano por esas playas de Dios, previo pago de su importe. En su caso, en vez de chola será lancha. Porque a un zapato de Alberto Génova le pones una vela y cruzas el Atlántico sin motor.

2.- Imagino esa subasta, en el salón del Múltiple. Un subastero rico -es una reiteración innecesaria- gritando, desde el fondo: ¡Esa chola es mía!", y el otro peleándose por calzársela a los ojos del mundo. Y Génova agitándola desde la tarima, como un parlamentario coreano preparado para lanzarle a otro la chancla, en plan discrepante. Los coreanos -del Sur- son muy suyos a la hora de manifestar sus opiniones. Los del Norte no pueden tirarse las chanclas unos a otros por dos motivos: a) no hay Parlamento; y b) no tienen sino un par. Y Santa Rita, Santa Rita, lo que se da no se quita.

3.- No imaginé yo jamás que iba a merecer una chola, aunque fuera una chola gubernativa, tanto espacio en mi columna. Pero no he podido resistir la tentación de hacerle una loa a la chola subastada y hallada en el muelle. Las manos que las fabricaron no adivinaron jamás este jolgorio zapateril. Chola falaz de incautación forzosa; chola despistada en un container que un sagaz funcionario encontró en su envoltorio basturrio y áspero e incorporó a los bienes públicos a la fuerza. Ay, Dios mío, no dan ganas de caminar. Si sobran algunas que se las calcen a la Policía Canaria.

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