¿Cómo ha podido alguien causar tanto daño en tan poco tiempo como lo ha hecho Paulino Rivero?, nos preguntamos una y otra vez. ¿Quién se lo ha permitido en su propio partido? ¿Es que no hay patriotas en Coalición Canaria? uánto más va a soportar el pueblo canario tropelías como las que se están cometiendo en su contra antes de echarse a la calle, posiblemente de forma violenta? Volvemos a plantearnos estas preguntas -algunas de ellas ya las formulamos en nuestro editorial de ayer- porque urge tener respuestas. El final de las vacaciones está ya a la vista. ¿Vamos a seguir igual a partir de septiembre? Nos lo preguntamos ayer y volvemos a hacerlo hoy. ómo pueden algunos periódicos que todos conocemos alabar a un inepto político, por muy subvencionados que estén, a la vista de los desmanes que está cometiendo? ¿Es que no le duele a nadie el hambre de los niños y las muertes en las listas de espera?

El jueves de la pasada semana publicamos que la Fiscalía investiga a la Radio Canaria. Una denuncia cuestiona el arriendo de vehículos un año antes de que se firmara el contrato, además del gasto de una cuantiosa cantidad de dinero en coches sin formalizar la documentación. Por si fuera poco, la Televisión Canaria -que está al servicio de Rivero- pagó 6,9 millones de euros por el canal internacional sin un análisis previo. ¿Y para qué se iba a hacer ese estudio inicial, si el objetivo de la Televisión y la Radio autonómicas no es difundir la cultura y la idiosincrasia de las Islas en todo el mundo sino maquillar la nefasta gestión del Gobierno regional?

La gestión política de Rivero se ha convertido en un crimen civil real. Lo hemos dicho y lo repetimos. ¿Y este loco de la política aspira no solo a completar la actual legislatura sino a repetir en la próxima? ¿Quién está más desquiciado, él o los dirigentes de Coalición Canaria que le permiten estos planteamientos, aun a sabiendas de que la continuidad de Rivero supondría la desaparición del partido?

Hay que apear a Rivero de su cargo y hay que hacerlo inmediatamente. Es la única opción de futuro para este Archipiélago, porque con él se ha visto que resulta imposible avanzar hacia la independencia. El pueblo tiene que echarse a la calle. Pacíficamente -lo repetimos una vez más haciendo énfasis en la necesidad de que no se produzcan actos violentos-, pero tiene que hacerlo. La salvación de Canarias no puede estar en manos de Rivero y de sus compinches políticos, porque han sido ellos quienes han desgraciado a estas Islas. Solo en una colonia disfrazada de comunidad autónoma, para más inri presidida por un político necio, se producen noticias tan variopintas como la que publicábamos en la portada de EL DÍA el miércoles último: "El Gobierno subasta hasta vinos y zapatos". A falta de recursos propios, la Dirección General de Tributos ha convocado una subasta de vinos, calzado de mujer, repuestos de vehículos, extintores y material para submarinismo, todo ello incautado en los puertos canarios por deudas de los importadores.

Qué lamentable resulta andar con estas miserias cuando podríamos vivir como los ciudadanos de los países más ricos del mundo si dispusiésemos de nuestras riquezas. Sin embargo, esos recursos que nos pertenecen y que tanto necesitamos se los llevan los españoles con el beneplácito de los falsos nacionalistas de Coalición Canaria; los mismos que van a Madrid a mendigar una parte ínfima de lo mucho que nos han robado los colonizadores, y luego vuelven a las Islas presumiendo de las migajas que han conseguido.

¿Existe recuperación posible con estos políticos nefastos y traidores? Por supuesto que no. Sin independencia no hay esperanza para ningún canario porque el colonialismo, que es la dominación de un país por parte de otro de forma violenta, generalmente -como ocurrió con Canarias- tras una invasión sangrienta, siempre ha esquilmado aquellos territorios en los que se asienta. Y esa independencia que defendemos desde estas páginas, convertidos en la voz de Canarias, no puede venir de la mano de gente como Rivero y sus compinches políticos. Por eso insistimos tanto, y con tanta frecuencia, que cuanto antes se vayan, mejor. Y si no se van, hay que echarlos a patadas.