EN su número del miércoles pasado, este periódico publica unos datos de interés, se supone que para el gremio de lo farmacéuticos, ya que informa que Canarias es la comunidad autónoma con mas habitantes por farmacia. La Universidad de La Laguna cuenta con una facultad de Farmacia muy acreditada por su cuadro profesoral, al que pertenece el veterano y admirado catedrático Wolfredo Wildpret, que mejora incansablemente los estudios en esa carrera y da verdadero prestigio a los prefesionales que prepara. Las funciones que ha asumido el Colegio de Farmacéuticos en el ejercicio de esta profesión no son para nada las de la Universidad; son cosas distintas y a veces inexplicables.

Se da un caso familiar de una joven que, terminados los estudios universitarios y ya con la licenciatura en su poder, presentada una solicitud de farmacia, viene esperando cerca de cinco o más años a que le autorizasen una farmacia propia. ntre tanto, prestó servicios en una particular durante algún tiempo y pasó a la espera, hasta la fecha en que aún no se le han concedido y sigue esperándola y naturalmente no pudiendo hacer uso de la licenciatura que obtuvo en la universidad.

s el centro farmacéutico el que tiene que otorgar el permiso. l tiempo ya pasado y el que le queda por pasar es un abuso a la persona y a sus derechos. sa joven sigue sin poder trabajar en lo suyo y, claro está, sigue en el desempleo.

¿Y no existe un organismo superior al Colegio Farmacéutico que resuelva este abusivo caso? Parece que no, porque son varios los profesionales que esperan por una farmacia propia. ¿Puede incumplir de este modo u obligación el tal Colegio impunemente y dejar sin trabajo a todo un profesional? Parece que el caso no es único. ¿Y no hay un órgano que disponga más sobre un caso de esta clase? Yo creo que no. Lo denuncio en estas páginas y añado como pregunta si esta joven farmacéutica titulada no puede acudir a nadie en cumplimiento de sus derechos y para que ese alguien cumpla con los suyos, y repito, para terminar que el caso mencionado no es el único que ocurre descaradamente en un país que dicen que es culto y civilizado.