Navegando por internet he encontrado mucha información que me ha servido para escribir algunos de los comentarios sobre intérpretes de la lírica, aunque la mayoría de datos son de las carátulas de los vinilos, de los cuadernos interiores de las óperas completas y de los programas de las temporadas de ópera y zarzuela a las que he asistido. Pero básicamente escribo de personajes con los que he tenido alguna relación o vivencia. Me piden que hable de otros artistas, pero por ahora todavía me queda munición, pues la primera función a la que asistí fue hace 62 años, y han sido muchas estaciones como aficionado a la música clásica.

Hace unos años me apunté a un cursillo intensivo de informática de tres meses, pero me quedé en uno solo, pues los crueles chiquillos de 6 a 8 años con los que compartía clases terminaron por aburrirme. Le decían a la profesora: "Mónica, el señor se copia". Con ayuda de mis hijos, un amigo, y algo de tenacidad al final conseguí defenderme en estas lides.

Ahora le dedico un ratito cada día, y con mucho esfuerzo he logrado entender este maravilloso mundo donde puedes encontrar cualquier cosa entrando en el buscador. Hasta para informarme de temas médicos me ha servido, sobre todo estos últimos meses en que un incordio de urticaria me tiene el cuerpo destrozado. Hay solución, pero los efectos secundarios de la medicación me tienen amargadito.

Internet es algo prodigioso donde la música clásica compite con la moderna. Uno puede disfrutar con André Rieu, un violinista y director de orquesta formidable, ídolo en toda Europa con su propia orquesta, coro, ballet e intérpretes. En el Amsterdam Arena reunió a 150.000 personas, en un parque de Irlanda o Alemania -no recuerdo exactamente- a más de 200.000 asistentes, y en un pueblo pequeño de la Toscana llenó la plaza y el público se deleitó con números de ópera y canciones de siempre. Pero cuando sonó el himno de Italia la gente se puso en pie para cantarlo con la mano en el corazón.

Además de música clásica, me encuentro con Los Panchos, los reyes del bolero, y un fenómeno de masas. Aparecieron en New York en el 42. Se llamaban Los Caporales y pasaron tanta miseria que dos de ellos se volvieron a México. Entonces, Gil y Navarro se unieron a un puertorriqueño y formaron el trío en el 44. Cantaron y grabaron más de dos mil canciones, y vendieron más de doscientos millones de copias del LP en el que estaba "Bésame mucho". De la gran manzana viajaron a todo el mundo, y unieron a millones de parejas con sus canciones.

Otro fenómeno fue Luis Alberto del Paraná con Los Tres Paraguayos. Estuvo en Tenerife, en el hotel Orotava Garden, con su trío y una cantante que se llamaba Ivera. Tuve oportunidad de cenar con ellos en Los Corales, y nos cantaron bellas canciones: "Noches de Ipacaray", "Vereda tropical", "Mis noches sin ti" y otras tantas. Fue un placer. Era la época de los tríos y también estaban Los Tres Reyes, El Trío Caravela, Digno García y sus Carios... Fue una tiempo de hermosas e inolvidables canciones.

Continúo con mis pesquisas en internet y me encuentro a la rusa Elina Garanca cantando zarzuela en la ópera de Viena, el día la de fiesta anual de presentación en sociedad de las damiselas austriacas. Entonó la preciosa romanza de "Las hijas de Zebedeo", de Ruperto Chapí, pero también cantó con el tenor argentino Marcelo Álvarez el dúo de "El dúo de la Africana".

Nunca pensé que pudiera encontrar tanta información de cantantes de los siglos XIX y XX, como Hipólito Lázaro, Tito Schipa, o Aureliano Pertile, a quien Kraus consideró el mejor de su tiempo. También otros grandes, como Miguel Fleta, que cantaba "Tosca" como nadie; o uno de mis ídolos, Franco Corelli, con una presencia física envidiable y un tesoro de voz. Y qué decir de mujeres extraordinarias como Callas, Tebaldi, Scotto... Una delicia esto de navegar en el ciberespacio y poder escuchar o ver vídeos de conciertos en directo desde diferentes lugares del mundo. Lo dejo por hoy, me voy a ver una "Caballería rusticana" cantada por el argentino José Cura. Una verdadera gozada.

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