Ha dicho María Australia Navarro, diputada del PP en el Parlamento de Canarias y portavoz de este partido, que Paulino Rivero ha hecho unas declaraciones mezquinas con respecto a la celebración -que ya no será tal- de los Juegos Olímpicos en Madrid. Ya dijimos en nuestro editorial de ayer lo que pensamos sobre unas Olimpiadas que ha perdido España simplemente porque carece de prestigio internacional. Nadie confía en un país que sigue sumido en la crisis económica y cuya historia está llena de crímenes, entre ellos el genocidio que supuso la invasión de Canarias hace casi seis siglos.

Incluso en el caso de haberse celebrado en Madrid, esos Juegos Olímpicos nos hubiesen quedado muy lejos a los canarios. Nada menos que a 2.000 kilómetros de distancia. El simple hecho de que el presidente del Gobierno canario se ocupe de este asunto demuestra no su mezquindad, sino su necedad como político. Siempre mendigando ante los españoles para que nos devuelvan una ínfima parte de lo que se llevan a manos llenas de nuestra tierra. A saber cuántos de esos 1.500 millones que iban a invertir en los Juegos han salido de Canarias.

No obstante, la mezquindad de Rivero no está en sus comentarios sobre este asunto. Rivero es un político ruin porque ha engañado reiteradamente a su pueblo al presentarse como el líder de un partido político nacionalista, cuando no lo es. Ni él, ni ninguno de sus compinches políticos son nacionalistas. Son falsos nacionalistas que se aprovechan de las ansias del pueblo canario por recuperar una libertad que les fue vilmente arrebatada a sus antepasados. Esta es la gran mentira y la gran bajeza de Rivero y los suyos, empezando por Ángela Mena y siguiendo por Barragán, González Ortiz, los niñitos del papá político Ríos y muchos más. ¿Dónde están los auténticos nacionalistas de Coalición Canaria? ¿Dónde están esos patriotas en los que siempre hemos confiado? ¿No comprenden que manteniéndose silenciosos y cabizbajos ante el tirano se convierten en sus cómplices?

La independencia. Esa es nuestra única salida. La independencia que no pide Rivero porque es un lacayo político de los españoles. Sabemos que algo se mueve en CC. Sabemos que muchos de sus dirigentes están hartos de tanto despotismo y nepotismo. El reportaje de la Televisión Canaria realizado en una tienda en la que trabaja la mujer de Willy García ha sido la gota que ha colmado el vaso de muchas paciencias. Sin embargo, este es solo un abuso más; uno de tantos que se han cometido en estas Islas durante los años de presidencia del político que se ha convertido en la mayor desgracia de estas Islas. No podemos olvidar la ignominia que se cometió con esta Casa al quitarnos una emisora de radio para dársela a un tatarita de Las Palmas, extrañamente reconvertido a la causa de Rivero y compañía. asta el alcalde de Santa Cruz ha dicho que no ve claro el publirreportaje de la tienda de la señora del señor García. ¿Por qué no pide el cese del director de la Autonómica y, de paso, la dimisión de quien lo nombró? Obras son amores y no buenas palabras.

Estamos seguros de que Paulino Rivero va a caer. Nos cuentan que está cada vez más solo y más amargado, pero ojo; cuidado con él porque todavía puede hacer mucho daño. Su resentimiento es grande y la ira, al igual que el hambre, siempre ha sido muy mala consejera. Apelamos a los patriotas de Coalición Canaria y también a los socialistas humanistas -no a los políticos- del PSOE para que eviten un daño todavía mayor. Cada día que este hombre siga en la presidencia regional es un día negro para estas Islas. Posiblemente hayamos cruzado ya la línea de no retorno. ay que actuar contra Rivero. Pacíficamente, pero hay que hacerlo.

En cualquier país del mundo que sea democrático y decente Rivero ya habría tenido que dimitir por el asunto de la Televisión y la tienda. Canarias no puede ser un país decente mientras sea una posesión colonial de un país indecente como es España; un estado europeo con una corrupción galopante. Si hubiese decencia, Rivero y los suyos ya estarían condenados y en prisión. En cualquier nación democrática, como decimos, el dinero público es sagrado. Aquí, no.