"No se ha planteado en ningún momento", manifestó el viernes Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey, ante las preguntas de los periodistas sobre la posibilidad de que Don Juan Carlos abandonase la Jefatura del Estado debido a sus problemas de salud. Incluso el cirujano que lo va a intervenir lo encuentra muy vigoroso para su edad.

En países como Estados Unidos o Francia el presidente es también el jefe del Estado. En monarquías como Gran Bretaña o España, el cargo de máxima autoridad nacional no es electo sino hereditario. En consecuencia, tanto su graciosa majestad Elizabeth II como nuestro apreciado soberano Juan Carlos I pueden continuar sentados en sus respectivos tronos mientras ellos quieran, o hasta que la muerte lo decida. Lo mismo vale para cualquiera de las testas coronadas que siguen habitando este planeta. Tal vez un anacronismo más de un sistema que antes más o menos se sobrellevaba porque los reyes, al igual que sus súbditos, no vivían tanto tiempo. Ahora, con el aumento de la esperanza de vida, cuando Carlos de Inglaterra suceda a su madre ya será un anciano. A sus 64 años -cumplirá 65 en noviembre- es el heredero más viejo al trono británico. Incluso en el caso de que fuese coronado hoy mismo, ¿sería la persona más adecuada para ilusionar al país en una nueva etapa institucional?

A sus 45 años, el Príncipe Felipe está en la edad óptima. No soy monárquico pero, ya puestos, como mínimo lo menos malo. Sobra repetir el trascendental papel que ha desempeñado el Rey en la consolidación de la democracia española. Su labor es muy de agradecer pero, con todo el respeto, ya está amortizada. Máxime cuando algunos episodios relativamente recientes le han quitado mucha popularidad entre los españoles. No creo que su hijo lo haga mejor, pero al menos tiene a su favor una preparación que ha demostrado sobradamente -fue el único que estuvo a la altura ante el COI el aciago día de Buenos Aires- y su juventud. Además da la impresión de que tiene ganas de hacer cosas y fuerzas para hacerlas.

El inconveniente para el relevo está en los tiralevitas del Rey. Los pelotas son más patéticos en un régimen coronado porque aceptar la monarquía implica consentir que no todos los ciudadanos son iguales. Unos cuantos de ellos, unidos por lazos familiares, poseen el privilegio de optar a la Jefatura del Estado de forma vitalicia. De nuevo expresado con todo respeto, los monárquicos son sumisos por convicción y, como tales, consideran un honor doblar la cerviz ante su soberano. Los franceses, los alemanes y hasta los italianos son ciudadanos de sus respectivas naciones; los españoles, los ingleses y los dinamarqueses, entre otros tantos son súbditos. Conviene no olvidarlo.

Queda ampliamente justificada la existencia de la monarquía española por el hecho de que las dos repúblicas han sido catastróficas política y socialmente. Insisto en que del mal, el menos. Y mejor si lo vamos renovando, sin menoscabo alguno para el Rey Juan Carlos, que se ha ganado un puesto de honor en la historia de España.

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