La Guardia Civil ha celebrado el 169 aniversario de su fundación, desde la que ha sobrevivido a todas las dictaduras, repúblicas, monarquías, pronunciamientos militares y guerras civiles que ha habido en la convulsa historia contemporánea de España, lo que algunos historiadores han calificado, con acierto, como "el milagro de la Guardia Civil". Durante más de un siglo y medio la Guardia Civil ha servido disciplinadamente a todos los gobiernos y regímenes políticos de España, algunos de los cuales intentaron infructuosamente disolverla o desmilitarizarla, aunque, sin excepción, no vacilaron en acudir a ella para mantener el orden público y el imperio de la ley.

En sus "Episodios nacionales", Galdós comprende la entraña institucional de la Guardia Civil y la expresa de forma bellísima e insuperable: "Fue creado en el seno de España un ser grande, eficaz y de robusta vida, la Guardia Civil". Esta frase de Galdós, propia de su genio, explica la inalterable perdurabilidad histórica de la Guardia Civil y el secreto de su supervivencia: nació en el seno de España, es decir, en el seno del pueblo español, de cuyas clases humildes ha surgido mayoritariamente.

La Ley Orgánica 2/1986, de 13 de marzo, de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, define a la Guardia Civil como cuerpo de naturaleza militar dependiente de los Ministerios del Interior y de Defensa, en consonancia con la concepción que de su naturaleza había establecido el artículo 38.1 de la Ley Orgánica 1/1984, de 5 de enero, por la que se regulan los criterios básicos de la Defensa Nacional y de la Organización Militar: "En tiempo de paz, el Cuerpo de la Guardia Civil dependerá del Ministro de Defensa en el cumplimiento de las misiones de carácter militar que por su naturaleza se le encomienden, y del Ministerio del Interior en el desempeño de las funciones relativas al orden y a la seguridad pública", y el artículo 39 de la misma Ley que dispone que "en tiempo de guerra, y durante el estado de sitio, la Guardia Civil dependerá exclusivamente del Ministerio de Defensa".

El anterior marco jurídico es insuficiente para dotar al Instituto de la seguridad jurídica que imperiosamente necesita para su futuro, que pasa necesariamente por terminar de consagrar su inequívoca naturaleza militar -cuestionada por algunos por su doble dependencia del Ministerio del Interior y de Defensa- y por un considerable aumento de sus efectivos y de sus medios materiales. Para reforzar y completar su naturaleza militar, creo que, con el necesario consenso parlamentario, se debe sustituir el citado artículo 38.1 de la Ley 1/1984 por el texto del artículo 35 del proyecto de la misma que, desgraciadamente, no pudo aprobarse en la etapa de la Transición: "La Guardia Civil es un cuerpo militar que, como tal, forma parte del Ejército de Tierra, dependiendo en los aspectos militares del Ministerio de Defensa, y en sus funciones de Orden y Seguridad Pública, del Ministerio del Interior", que en manera alguna altera lo dispuesto en los artículos 8.1 y 104.1 de la Constitución.

El Duque de Ahumada lo que quería en el fondo era ver a la Guardia Civil convertida en la primera arma del Ejército, como la Gendarmería francesa, mucho más antigua que la Guardia Civil -su Carta Fundacional data de 17-4-1798-, que es el fruto de la filosofía sobre la seguridad y la defensa nacional de la Revolución Francesa, moldeada por el genio de Napoleón Bonaparte. Por eso se mantiene como una de las instituciones más veneradas y respetadas de Francia. La Gendarmería depende exclusivamente del Ministerio de Defensa, tiene atribuida la defensa operativa del territorio, está dotada de armas de guerra, de aviones de combate en sus funciones de Gendarmería aérea, de embarcaciones especializadas en sus funciones de Gendarmería marítima -precedente de la Guardia Civil del Mar-, de unidades de policía judicial al servicio de los jueces y del Ministerio Fiscal, y de Unidades de Seguridad ciudadana para actuar cuando sean requeridas para esa finalidad por las autoridades competentes en la materia; esto es, una fuerza militar que en tiempos de paz preste inestimables servicios a las instituciones democráticas y a la seguridad pública y que, al mismo tiempo, constituye un ejército profesional operativo y eficaz, tal como ahora se propugna.

Es imprescindible la modificación del ordenamiento jurídico penal y procesal militar vigente para que sea aplicable no sólo a las Fuerzas Armadas sino a la Guardia Civil, que impida, por ejemplo, que un general de División de la Guardia Civil, al que tuve que el honor de defender como abogado, pueda ser sometido a la jurisdicción ordinaria penal por haber dirigido un escrito a la delegada del Gobierno poniendo de manifiesto que la Policía Nacional había invadido competencias de la Guardia Civil en el tráfico interurbano; o por denuncia de un número de la Guardia Civil, que recurrió ante la jurisdicción Contencioso-Administrativa una orden interna dictada por el general sobre el servicio de acuartelamiento, lo que supone una seria amenaza al principio de jerarquía militar consustancial con la naturaleza militar de la Guardia Civil. Si el Gobierno del Partido Popular, de mayoría absoluta, no modifica el ordenamiento jurídico que evite estos dislates, no lo hará un Gobierno de la izquierda, que en materia de seguridad y defensa, a excepción de los Gobiernos de Felipe González, ni ha sabido olvidar nada ni aprender nada, sin tener en cuenta que Galdós, presidente de la Conjunción Republicano-Socialista en 1911, ha sido el escritor español que mejor ha definido a la Guardia Civil, y que el socialista catalán Pi y Margall, siendo jefe del Gobierno, dictó la Orden Circular de 18 de junio de 1873, de hondo significado y trascendencia histórica, en la que decía:"La Guardia Civil ha sido, como debía, el brazo de todos los gobiernos, el firme escudo de las leyes de los partidos y los vaivenes de los tiempos. En épocas normales ha prestado grandes servicios defendiendo los caminos y asegurando en los campos la propiedad y las personas; y en luchas como la presente no ha escaseado ni su actividad ni su sangre por acabar con las facciones y sosegar los tumultos de los pueblos. El Gobierno tiene en esta guardia completa confianza y así desea que la tengan V.S., porque no se debe jamás juzgar de un cuerpo por las faltas que hayan podido cometer algunos de sus individuos".

Si los españoles blasonáramos como Galdós la fe nacional, hoy, en todas las plazas de los pueblos de España habría una estatua ecuestre del navarro Francisco Javier Girón y Ezpeleta, segundo Duque de Ahumada, primer director del Benemérito Instituto, al que organizó y reestructuró de tal manera que ha permanecido durante 169 años al servicio abnegado y eficaz de España y de los españoles.