Vivimos en una época de ruptura de pactos sociales y de imposición de mayores niveles de desigualdad y menores niveles de cohesión social. Quienes impulsan un nuevo contrato social a la baja se esfuerzan en inculcar en la gente una ideología que niegue la responsabilidad de cada cual con el bienestar colectivo y la responsabilidad colectiva con el bienestar de cada cual.

Sin embargo, en España la ciudadanía considera que el Estado es responsable del bienestar colectivo. En una reciente encuesta de Metroscopia, el 86% de los entrevistados respondió que el Estado tiene "mucha responsabilidad" en proporcionar cobertura sanitaria a toda la ciudadanía y el 85% se manifestó en idéntico sentido con respecto a la responsabilidad estatal en "asegurar una pensión suficiente para las personas jubiladas". El 75% de los encuestados considera que el Estado tiene "mucha responsabilidad" en "asegurar un nivel de vida digno para los desempleados" y el 62% considera que "la economía va mejor cuando el Estado supervisa su funcionamiento". Estas opiniones reflejan el gran apoyo popular de que goza el papel social del Estado y su capacidad redistributiva. Por lo tanto, ante la realidad de una ciudadanía que cree en el papel redistribuidor del Estado, los defensores del contrato social a la baja que se nos está imponiendo tratan de difuminar las responsabilidades colectivas a través de la magnificación de la responsabilidad individual. Y ahí es donde aparece la mitificación del emprendedor, que encarna la salvación del individuo sin derechos y diluye la obligación del Estado de proporcionar empleo.

Juan Antonio Zufiria, presidente de IBM para la Península Ibérica, afirma que, "más que puestos de trabajo necesitamos emprendedores que los creen". Y añade: "La responsabilidad de resolver la crisis debe ser de cada individuo. Yo, como emprendedor, creo mi puesto de trabajo". Por su parte, hace unos meses, el diputado del Partido Popular en el Parlamento canario Jorge Rodríguez se pronunciaba de forma parecida: "Es necesario que el Gobierno diga públicamente que cree en los emprendedores como casi la única receta para salir de la crisis".

El contenido ideológico de este tipo de pronunciamientos es evidente: por una parte, se aboga por menos Estado comprometido con la creación de empleo y con la redistribución de la renta que ello supone, y, por otra, por más individuos compitiendo entre sí y debilitados por la acción individual, que desconoce y niega el potencial de la acción colectiva.

El documento del Gobierno de Canarias que plantea su estrategia económica ante el horizonte de 2020 apunta al "emprendimiento" como "un imperativo ineludible ante la necesidad de muchas personas de lograr su independencia y estabilidad económica. Los altos niveles de desempleo, la baja calidad de los empleos existentes y las nuevas demandas de consumo han creado en las personas más activas, dinámicas y creativas la necesidad de generar sus propios recursos, de iniciar sus propios negocios y de pasar de ser empleados a ser empleadores".

El documento del Gobierno de Canarias evidencia su escaso compromiso con la necesidad de generar empleo y plantea la responsabilidad de cada persona para autoemplearse. Así se omite el deber de las administraciones de recaudar y repartir recursos para crear empleo, regular la calidad y el reparto del trabajo, explotar el potencial del sector público en la generación de puestos de trabajo y en el apoyo a sectores estratégicos de la economía y, por último, se oculta que no tenemos un problema de escasez de emprendedores, sino de escasez de demanda.

Es más, según un estudio de la OCDE, una persona que viva en un país en vías de desarrollo tiene un 30% de posibilidades de ser empresaria y un habitante de un país desarrollado un 12,8% de posibilidades. En Noruega, el 6,7% de la mano de obra no agrícola trabaja por cuenta propia, en Estados Unidos el 7,5% y en Francia el 8,6%. Sin embargo, en Ghana lo hace el 66,9% y en Bangladesh el 88,7%. Los países pobres tienen un porcentaje de personas dedicadas a actividades empresariales muy superior al de los países ricos.

La idea de confiar el buen funcionamiento de la economía del futuro a la multiplicación de los emprendedores nos aproxima a los países en vías de desarrollo y, por lo tanto, nos convierte en un Estado en vías de subdesarrollo. Sobre todo, cuando la receta emprendedora se da en el marco desindustrializador inducido por la Unión Europea, con nuestro escaso gasto en I+D y en educación, nuestros retrocesos en bienestar, nuestras renuncias a controlar y asumir colectivamente los beneficios de sectores estratégicos de la economía y, asimismo, cuando vivimos en el contexto de un retroceso en las condiciones laborales, que va acompañado por la reducción de la masa salarial y el deterioro de la demanda.

*Coordinador de

Izquierda Unida Canaria