Me dicen, me cuentan, me comentan que alguien me ha criticado ásperamente porque decidí no asistir a la reunión que, hace un par de semanas, convocaron los consistorios municipales de la comarca para tratar de la más que probable desaparición de muchos ayuntamiento, por orden del Gobierno. Es cierto que no asistí a tal reunión. Tampoco asistiría a otras que, sobre el mismo tema, celebraran a partir de ahora. No por capricho ni por un orgullo mal entendido sino porque todo lo que hubiera podido decir en tales reuniones lo he dejado plasmado aquí, en este periódico. Y no hace tres minutos, ni tres horas, ni tres días, ni tres semanas, ni tres meses, sino tres años. ¡Tres años! Y nadie, ni una sola persona, se acercó entonces a mí para decir esta boca es mía. Pienso que dirían: las cosas se toman según de dónde vengan.

Como la memoria es flaca, voy a dejar sentadas aquí, por si alguien quiere comprobar lo que dije entonces, las fechas de los trabajos que hablaban sobre el tema de la desaparición, entonces un tanto lejana, de nuestros ayuntamientos. Van a continuación: 17-7-10 ; 24-7-10 ; 11-11-10 ; 16-11-10 ; 18-11-10 ; 30-10-10 ; 19-2-11;22-2-11; 5-3-11 ; 20-7-11 ; 1-10-11 ; 15-10-11 ; 19-5-12.

No sé si se me queda alguna fecha atrás. Creo que no. Pero deseo copiar un párrafo pequeño del artículo publicado el día 30 de octubre de 1910. Dice así el parrafito: "Prefiero que mi pueblo sufra una segunda erupción volcánica antes de que pierda su Ayuntamiento". Ni siquiera entonces se acercó alguien a mí para echarme en cara tamaña barbaridad.

Quiero terminar diciendo que me pueden decir de todo. Todo lo que se les ocurra. A mis 84 años recién cumplidos -soy una de las personas más ancianas de la localidad- todo lo que me digan me resbala. Así que ahórrense las palabras.

Creo que hace 74 años que murió en Italia don Alfonso XIII. Tenía, creo recordar, 55 años. Observen ustedes que no digo "el rey", sino don Alfonso XIII. Y es que el buen hombre ya no lo era. Se había ido de España y allí, en la bella Italia, nació su nieto, don Juan Carlos, hoy rey de España. Como observará el lector, yo separo a la persona del cargo. El cargo se va; la persona permanece. O al revés.

Viene este comentario a cuento al hecho de que el Real Gara tiene su título, no porque se lo haya concedido una persona llamada don Juan Carlos, sino que le fue concedido por el Rey de España, la más alta jerarquía de la nación. Quiere esto decir que, cuando transcurran, por ejemplo, cincuenta años, el Gara seguirá siendo Real, aunque el Rey se llame Sinforoso, Lamberto, Godofredo o Pantaleón. Esto, que a mí me parece tan sencillo, parece no ser entendido por alguien en el seno del propio club. Y es una lástima, porque un equipo centenario no merece que alguien trate de jugar al escondite con él. Garachico fue siempre un pueblo diferente. Pero, ¡hombre!, no tanto.

Leído recientemente en una revista de bastante difusión: "Los ejecutivos españoles son los mejores pagados de Europa". Al margen del dinero que cobren, yo creo que la revista en cuestión debió escribir "los mejor pagados" en lugar de "los mejores pagados". Aunque, a estas alturas, con la edad que tengo, a lo peor la razón no está de mi parte. Si es así, ustedes disimulen. Hace tiempo que no asisto a la consulta de don Edmundo, mi neurólogo. Y se nota, ¿verdad?