Paulino Rivero carece de los conocimientos adecuados y de la cultura necesaria para estar al frente del Gobierno de Canarias. Muy pronto, con la inevitable e inexorable independencia de estas Islas, Rivero y su camarilla de falsos nacionalistas pertenecerán al pasado. Sin embargo, mientras llega nuestra emancipación colonial, tanto él como sus compinches políticos pueden hacerle mucho daño a esta esquilmada tierra. Se nos ponen los pelos de punta solo de pensar que este hombre vuelva a ser el candidato de Coalición Canaria en las elecciones de 2015. ¿Será posible que su partido no se lo quite de encima?

Cualquier político, sea cual sea su ideología, ha de tener un mínimo de inteligencia. Una cualidad de la que carece Rivero. No es inteligente perseguir a EL DÍA como lo hacen él y su esposa, con la falsa creencia de que matando al mensajero se solucionan los problemas. No por silenciar a este periódico, ni por subvencionar descaradamente a otros dos con el fin de que oculten lo que nosotros damos a conocer al pueblo, van a resolverse los problemas de Canarias. Denunciando a EL DÍA no se acaba con las colas del hambre ni con las muertes en las listas de espera -qué crimen más grande- ni con la emigración de los jóvenes ni con casi 400.000 desempleados. Tales penurias se resuelven consiguiendo la independencia. Consiguiendo que los recursos de este Archipiélago, que son muchos, se queden aquí en vez de volar a la enínsula rapiñados infamemente por la Hacienda española. Los problemas se resuelven acercándose a la gente y escuchando sus necesidades, no volando en helicóptero a suficiente altura para no ver las calamidades que está causando esa mala gestión política a la que tanto nos referimos.

Rivero no escucha al pueblo. Encerrado unas veces en el búnker de la residencia del Gobierno, rodeado de adulones que no le dicen la verdad, y otras en la mansión que se ha hecho construir en El Sauzal, es incapaz de ver la grave situación que se cierne sobre Canarias.

or si fuera poco, esa falta de inteligencia que lo caracteriza le impide ver que el mejor servicio que puede prestarle a los canarios es dimitir. Abandonar su cargo y exiliarse para que su presencia en las Islas no nos recuerde la etapa más aciaga de nuestra historia. Nunca hemos estado tan mal como lo estamos desde que él asumió la presidencia.

Las desorbitadas cifras de paro son motivo suficiente para que los propios correligionarios de aulino Rivero y de su esposa los echen a los dos a patadas. Estamos convencidos de que si no se produce una reacción en los dirigentes de CC, serán los desempleados, los hambrientos y hasta los parientes de quienes han muerto en las listas de espera quienes se echen a la calle para llevar a este nefasto presidente a empellones hasta la puntilla del muelle y aventarlo al mar, hablando siempre en términos eufemísticos para que un tatarita canarión no nos acuse de incitar a la violencia a inste a la Fiscalía a que actúe contra nosotros.

La única capacidad como político de aulino Rivero es su astucia para hacer trampas. Gobierna en virtud de un pacto contra natura a pesar de que perdió las elecciones. Sabe engañar a los incautos, pero esa no es forma de timar. De hecho trató de embaucar al editor de EL DÍA con las falsas aguas canarias que le endosó Zapatero, al igual que con la inversión de 25.000 millones de euros. Ante la negativa de José Rodríguez a convertirse en cómplice de una estafa al pueblo canario, decidió Rivero arremeter contra esta Casa con todas sus fuerzas.

Actualmente sigue con su intento de estrangularnos. Ya veremos, lo decimos un día más, quién acaba con quien. No queremos su desaparición física ni que sufra ningún daño personal; queremos que abandone la política para siempre porque no sirve como gobernante. No tiene la altura suficiente para estar al frente de un Archipiélago habitado por más de dos millones de personas.

Ni siquiera tiene clorocos para pedir la independencia. Son los patriotas quienes han empezado a hacerlo abiertamente en las calles, como ha ocurrido con el acto de exaltación de nuestra bandera nacional, porque los isleños por fin están despertando de casi seis siglos de narcosis.