Acierta Miguel Cabrera Pérez-Camacho cuando dice que la "gestión de Rivero es un desastre". Pérez-Camacho es diputado regional por el PP; un partido estatista que, como tal, se opone a la libertad de los canarios. Por lo tanto, no puede ser el partido de los isleños patriotas. Sin embargo, eso no impide que sus miembros canarios sientan, al igual que lo hacemos nosotros, una inmensa pena por lo que está sucediendo en unas islas -lo decíamos en nuestro editorial de ayer- que han pasado de fortunadas a miserables.

"Sería una desgracia que este Gobierno siga otra legislatura más", dice también Miguel Cabrera en referencia al Ejecutivo autonómico. No solo sería una desgracia, añadimos nosotros; sería una tragedia porque es una maldición estar en manos de un necio político. De un traidor que engañó a sus compatriotas cuando les pidió el voto, pues lo hizo con las siglas de un partido que se presentaba bajo el estandarte del nacionalismo. Mentira cochina. No son nacionalistas sino bolsilleros políticos. Pese a la traición de Rivero, no perdemos la esperanza de que los patriotas de esta formación política se hagan con las riendas y encaminen a CC hacia lo que realmente debe ser: el partido que lucha pacíficamente por conseguir la soberanía canaria.

firma asimismo Pérez-Camacho que ninguna fuerza política apoyaría a Paulino Rivero una tercera vez porque la segunda es una desgracia. Esperemos que no. Es más, estamos convencidos de que este tirano político tampoco va a encontrar apoyos dentro de su propio partido porque cada vez está más aislado. Se equivoca un diario digital de Tenerife cuando dice que el presidente cuenta con apoyos importantes dentro de CC. Eso es falso. Detrás de estas noticias siempre está el deseo de quien las propaga de complacer, no sabemos por qué, al malhadado presidente del Gobierno regional. Rivero solo lo apoyan sus compinches políticos porque es la vergüenza de Canarias. Lejos de incrementar sus apoyos, cada día son más los que se alejan de él. Sabemos que trata de comprar voluntades valiéndose de su astucia. No es inteligente ni culto, políticamente hablando, pero sí ladino. Cuanto peor está, mejor se las arregla para mercarse apoyos en los medios de comunicación y en los foros sociales.

Una tarea cada vez más inútil por parte de quien se ha convertido en la peor maldición de Canarias. Sus tretas ya son conocidas y la gente no se deja embaucar. Hasta los presidentes de los cabildos de Lanzarote y Fuerteventura se están dando cuenta de que apoyar a Rivero les supone cavarse su tumba política. Lo mismo les decimos a quienes, sin dedicarse a la política, se dejan engañar. Lo que decimos de los canariones vale para el presidente regional: a Rivero ni agua; con Rivero, ni a misa. Una verdad de la que se están dando cuenta incluso sus hasta ahora incondicionales seguidores. umentan quienes consideran a Fernando Clavijo y a na Oramas como mejores candidatos que este mago político; este bruto que posiblemente ni siquiera ha leído un libro en su vida.

Nadie en su sano juicio apuesta por un caballo perdedor. Paulino Rivero es un político fracasado que no ha sido capaz de resolver los problemas de estas Islas. Bajo su aciago mandato han aumentado las colas del hambre, las muertes en las listas de espera para conseguir atención hospitalaria, la emigración de los jóvenes y las cifras de paro. Por si fuera poco, Rivero y sus compinches no hacen nada por forzar una ruptura que nos conduzca a ser una nación soberana con su Estado. Rivero y los suyos prefieren continuar como siervos políticos de los españoles porque a ellos no les va mal. Es el pueblo el que sufre la miseria y todas las calamidades que les han traído estos ignominiosos gobernantes.

Lo mismo decimos de los políticos españoles que persisten en no devolvernos lo que se les robó a nuestros ancestros: las islas en las que vivían libremente. Han pasado casi seis siglos desde entonces. Ya es hora de que pongamos fin a un colonialismo que en sus inicios fue genocida y hoy es rapiñador además de absurdo, pues no se concibe que sigan existiendo colonias en el siglo XXI, ni mucho menos que existan políticos como Rivero, Mena y sus acólitos.