Una de las mayores consecuencias de la crisis económica que castiga a España y a los españoles es que ha disparado el número de jóvenes que ni estudian ni trabajan, etiquetados injustamente con el apelativo de "generación nini". Cada uno de estos jóvenes (hablamos de dos millones de personas) son la encarnación de un cúmulo de defectos en el sistema productivo y educativo. Se trata de un sector poblacional con poca oferta para titulados medios o superiores y además con escasos trabajos y poco cualificados, lo que hace que el acceso al mercado laboral sea muy complicado. Por otra parte, la continuación en el sistema educativo tampoco es fácil ya que las escuelas de adultos están saturadas en muchos puntos de España y las ofertas de FP no resuelven la demanda. Así, en Tenerife 14.000 jóvenes no han podido matricularse para el curso 2013/2014 en diferentes ciclos formativos.

En estas condiciones, el desánimo entre los jóvenes es grande pues no siempre se consigue un trabajo poseyendo estudios superiores. Es más, algunos empresarios los prefieren poco formados porque son más fáciles de explotar. Por eso, no es nada extraño que algunos jóvenes omitan en su currículo su formación.

Estos jóvenes conviven con una insoportable tasa de paro y las perspectivas de futuro se ciñen a un túnel en el que no se vislumbra salida. A diario reciben consejos de qué hacer con su vida. Unos, los que pueden, optan por emigrar en busca de posibilidades fuera de España. Otros intentan resistir aquí agarrándose a la esperanza de una recuperación económica que no termina de llegar mientras reciben las críticas de sus padres y corren el riesgo de quedar excluidos de forma permanente del mercado laboral, ya que no están adquiriendo experiencia ni conocimientos útiles para pasar de la inactividad y el paro al empleo, quedando, por ello, con escasas o nulas perspectivas de tener una inserción laboral. Los jóvenes son las grandes víctimas de la crisis porque ni pueden trabajar ni se les deja estudiar; deben conformarse con un presente en el que el desempleo lo marca todo. El 25% de ellos no tiene ni para independizarse, teniendo que recurrir a la ayuda económica de sus padres, porque sin trabajo, o con empleos precarios y con un sueldo de mierda, a ver quién puede emanciparse. Lo malo es que algunos padres esto no lo entienden y en vez de apoyarles y animarles los critican y les amargan la vida.

La difícil situación laboral de España ha agudizado la tendencia a irse al extranjero para poder trabajar. Quienes así lo hacen son jóvenes muy bien preparados, con muy grandes expectativas, aunque al final la realidad les da una cachetada, ya que tienen que trabajar en puestos que poco tienen que ver con su cualificación. Así le ocurre a un joven valenciano que con dos titulaciones universitarias galardonadas con el Premio Extraordinario Fin de Carrera en ambas, y un máster, trabaja en una cafetería en Londres recogiendo mesas, cargando y descargando pedidos y... limpiando los retretes de los clientes. Se lamenta este chico de tener que aceptar este trabajo porque a pesar de su excelente formación nadie le ha dado una oportunidad en España para trabajar en lo que con tanto sacrificio, dedicación y éxito ha logrado con sus estudios, dándole la sensación de que esos títulos que posee, ahora mismo, solo le sirven para limpiar la mierda en los retretes de la cafetería donde trabaja.

Calificar a los jóvenes de "nini" supone profundizar en la estigmatización que sufren, pues esa doble negación hace que parezca que son personas absoluta y voluntariamente inactivas y con pocas ganas de trabajar, cuando en la mayoría de los casos no es así.