Mario Cabrera, presidente del Cabildo de Fuerteventura, y Pedro San Ginés, titular de la correspondiente Corporación insular de Lanzarote, han hecho el ridículo con el apoyo que le han dado a Paulino Rivero y que, incomprensiblemente, le siguen dando. Los dos están cavando su tumba política. Todavía están a tiempo de recapacitar. Les sugerimos que lo hagan antes de que sea demasiado tarde. ¿Cómo pueden decir ambos que son políticos nacionalistas y, al mismo tiempo, apoyar tanto al presidente regional como a su señora esposa? ¿Ya no se acuerdan del día en que Ángela ena, haciendo gala de su origen español, se vistió con mantilla y peineta, además del correspondiente collar de perlas al estilo de la esposa del Caudillo en los mejores tiempos de la dictadura, y fue a entregarle la bandera de combate a un buque de la Armada española? ¿Con qué cara piensan presentarse los citados presidentes insulares en los mítines cuando se acerquen las próximas elecciones? ¿Qué les dirán a los ciudadanos canarios cuando les pregunten quién pagó el traje y hasta las joyas que vistió ese día "la primera dama" de Canarias en un acto netamente vinculado al país que nos coloniza?

Lo que decimos sobre Cabrera y San Ginés vale para cualquier miembro de Coalición Canaria, incluidos los patriotas que siguen en silencio y agazapados. ¿Por qué ese temor ante un hombre políticamente acabado como lo es Rivero? Confiamos en estos canarios auténticos a los que siempre hemos diferenciado de los falsos nacionalistas, pero no ocultamos cierta decepción ante su apocamiento. También el aplatanamiento secular del pueblo canario nos causa desazón, aunque no por ello cejaremos en nuestra lucha por conseguir lo que es justo para estas Islas: su libertad, su identidad y su dignidad.

Hay que echar a Rivero. Cuando decimos que hay que echarlo a patadas hablamos eufemísticamente, porque somos contrarios a la violencia. Hablamos a menudo de lucha, pero de una lucha pacífica. No queremos derramamientos de sangre porque aspiramos a conseguir nuestros objetivos de la forma pacífica en que lo hicieron Gandhi o Luther King. Hay que obligar al presidente del Gobierno autonómico a que dimita y, a continuación, a que se exilie junto con su esposa y sus secuaces políticos por el bien de todos ellos. Su permanencia en Canarias después de lo que han hecho, después de que hayan provocado tanta miseria, hambre y hasta muertes en las listas de espera sanitarias por la falta de recursos para atender las demandas hospitalarias de la población, después de todo eso no pueden vivir entre los isleños sin que se produzcan revueltas tal vez sangrientas, muy a nuestro pesar.

Subirse al carro de Paulino Rivero, como lo han hecho los presidentes de los cabildos majorero y conejero, como lo han hecho también muchos políticos necios que militan en CC sin ser auténticos nacionalistas, es un error mayúsculo que les acarreará consecuencias nada buenas a todos ellos. Rivero, lo hemos dicho y lo repetimos, es un caballo perdedor denostado en su propio partido, aunque él trata de mostrarse fuerte y apoyado con reseñas en dos periódicos que comen en su mano. Inútil treta de este sinvergüenza político; de este descarado culpable no solo de que Canarias esté en el fondo de un pozo negro, sino también de que no avancemos hacia nuestra soberanía nacional. No habrá aumento del empleo, salvo los picos estacionales, mientras nuestra riqueza sea saqueada por la Hacienda de la etrópoli.

La independencia es la única solución para nuestros problemas. Ayer informábamos de más paro en las Islas. El desempleo no disminuirá -más bien seguirá aumentando- mientras seamos una vil colonia de España. Por si fuera poco, la esclavitud que nos imponen los españoles, internamente estamos en manos de un mago político que, lo repetimos un día más, no acierta porque no sabe. Quiere estar por encima de otros políticos tanto isleños como peninsulares, pero no puede. Carece de talla. No sabe hablar. No sabe expresarse en público. Gesticula y hace aspavientos con los que pretende adquirir notoriedad, pero lo único que consigue es avergonzar a sus compatriotas. Sentimos vergüenza ajena cuando lo vemos subirse a una tribuna porque no dice sino tonterías.

Si Paulino Rivero lograse volver a ser presidente por combinaciones astutas, estamos seguros de que Coalición Canaria desaparecería como partido. Quedará una troika gobernando, pero los ciudadanos le darán la espalda a esta formación política para siempre.