Volví a Cueva Roja, a la misma casa que visité hace meses. La primera vez que fui, una pareja chicharrera con cuatro menores vivía en una casa apuntalada, con techos de lata y humedales en las paredes. Uno de los niños, el pequeño, lo llevaba peor por el asma. Les aconsejamos que solicitaran urgentemente una vivienda y el resto de las ayudas sociales a las que tienen derecho y preferencia, por los cuatro menores. Sin embargo, cuando volví hace unos días, me encontré el mismo y desolador panorama. El padre, un obrero en paro, que trabajó por última vez en la rehabilitación del hotel Mencey, ha ido arreglando la destartalada casa, haciendo cáncamos, hasta quitar los puntales, aunque no ha podido eliminar las humedades.

Están orgullosos de su nueva y remozada casa, aunque reconocen que les gustaría mudarse a una vivienda social. El problema, para mi sorpresa, es que no la han solicitado, porque, intuyo, tienen miedo a que les quiten los niños si las trabajadoras sociales se enteran de las condiciones en que viven.

Ese es un gravísimo problema que afecta a muchas jóvenes familias con hijos: que no piden ayudas por si se los quitan. La semana pasada, pregunté en el Parlamento a la consejera de Políticas Sociales del Gobierno de Canarias, Inés Rojas, si el Gobierno estaba tramitando expedientes de amparo a menores por causas económicas, y me respondió tajantemente que no. "El Gobierno no le quitará los niños a ninguna familia por motivos económicos", sentencio categórica. Y es así, pero las familias no se fían, por lo que no piden las ayudas que les corresponden, lo que empeora su situación y la de los menores.

El Gobierno, y principalmente las trabajadoras sociales municipales, deben informar a las madres con niños que nadie se los quitará e instarles a que acudan a ellas y se dejen ayudar para que los menores continúen con ellas en su casa. Y Viviendas Municipales de Santa Cruz de Tenerife, en colaboración con el Instituto Canario de la Vivienda y Visocan, del Gobierno de Canarias, debe ampliar su cupo de viviendas para estas familias, porque desgraciadamente casos como el de Cueva Roja son cada vez más frecuentes.

Mientras escribo este artículo, empieza a llover muy fuerte en Santa Cruz. La anunciada y temida tormenta, con vientos de más de 100 kilómetros/hora y lluvias torrenciales, llegó por fin a la capital. Pienso en la pequeña y endeble casa de Cueva Roja, en los asustados niños, en sus preocupados padres, en las goteras por los techos de lata y en las nuevas humedades, que se agrandarán cuando pase la tormenta. Espero que sea la última vez que estos niños pasen miedo y que el Ayuntamiento de Santa Cruz sea ágil en la solución del problema, propiciando el traslado de la familia a una vivienda social.

Hace tiempo que no me reúno con el alcalde, Bermúdez, que gobierna en virtud de un pacto entre los nacionalistas, CC, PNC y CCN, y el PSOE. Le solicitaré una reunión urgente para que conozca el caso personalmente y se involucre en su solución. Si lo hace, nuestro apoyo habrá servido para algo. Y yo, que lo conozco, sé que lo hará. O eso creo.

*Abogado, economista, MBA, candidato a la Alcaldía de S.C. de Tenerife en 2015, por el CCN

@ignaciogonsan