No habían transcurrido veinticuatro horas desde que la directora general de Tráfico, María Seguí, anunciase un examen de reválida para los conductores mayores de 40 años, cuando el ministro del Interior negó rotundamente la implantación de tal medida. ¿Marcha atrás? Desde luego que sí, pues Seguí no actuaba en este asunto por su cuenta y riesgo, aunque vayamos paso a paso en el intento de explicarles el motivo de la rectificación.

Era mi intención escribir este artículo en plan jocoso. Sin embargo, la circulación vial no es un asunto para tomárselo a broma. La batahola es enorme a cuenta de las mujeres muertas por culpa de la violencia machista. Es lógico que la sociedad se alarme ante esta barbarie. Pese a que el número de fallecidos se ha reducido drásticamente en los últimos años, la cifra de muertos en las carreteras es veinte veces superior. o obstante, rara vez sale una manifestación a las calles para protestar por esta hecatombe.

Yendo al asunto, a nadie se le escapa que los conductores necesitamos un reciclaje. Las normas de circulación han cambiado sensiblemente desde que, pongamos por caso, un señor obtuvo el carnet de conducir hace 25 años. Muchísimos usuarios de las carreteras siguen sin conocer las normas que rigen en las rotondas. Y hay una casi en cada esquina. Aunque no es la única laguna de conocimientos importantes. Si realmente el Estado y los ayuntamientos quisieran recaudar con las infracciones de tráfico, como suele repetirse hasta el cansancio, tendrían fácil hacer caja considerando las patadas que cualquiera que se ponga al volante le da al Código de la Circulación apenas sale del aparcamiento. Para empezar, más de la mitad de los conductores ni siquiera señalizan debidamente esa salida.

A la vista de este panorama, poco o nada que objetar al reciclaje. Lo malo -lo dije ayer- es el cómo, el dónde y el porqué de esos exámenes de adaptación. Un asunto que hunde sus raíces en un terreno bastante polémico como es el de los cursos para recuperar los puntos del carnet perdidos. Cursos que realizan algunas autoescuelas pero no todas por decisión del anterior director general de Tráfico. Un problema que Seguí se encontró cuando asumió el cargo. Como forma de compensar a las autoescuelas no habilitadas para realizar tales cursos, pensó en acelerar la implantación de los exámenes de reválida. Así lo dijo hace unos días en una fiesta con los responsables de las autoescuelas.

Al final, como casi siempre, una decisión acertada queda viciada desde el primer momento por enjuagues de favoritismo que más o menos encajan en la legislación española, pero no en las directivas europeas. De ahí las prisas de Seguí por encontrar una solución que satisfaga a todos y evitar más jaleos que hagan saltar las alarmas en Bruselas.

Los cursos están bien. El error está en plantearlos como forma de engordar la burocracia; es decir, como método de generar no un empleo productivo, por supuesto, sino la ocupación redundante de miles de funcionarios que justifican su existencia requiriéndose trámites y gestiones los unos a los otros.

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