Hay que reiterar que los contactos que Canarias ha mantenido con Inglaterra en distintas etapas de su trayectoria histórica han tenido siempre consecuencias decisivas para su desarrollo económico, social y cultural. Ello justifica, sin duda alguna, que nuestros agentes económicos y sociales y los que defendemos a ultranza, sin ningún otra consideración, los sagrados intereses de nuestra tierra retomemos, por nuestro propio bien, esas históricas relaciones de amistad y cooperación canario-británicas, absolutamente beneficiosas para el Archipiélago canario; tan supeditado, por otra parte, a intereses foráneos ajenos por completo a nuestra tradicional libertad comercial y puertos francos, y que han convertido a Canarias en el balneario geriátrico de Europa, y en un mercado cautivo, donde todo se importa, sin la tan necesaria e imprescindible soberanía alimentaria que establece taxativamente la FAO.

El pueblo canario tiene legítimo e inalienable derecho no solo, a elegir a sus propios interlocutores, sino su modelo político, económico y social, sin interferencias ni tutelas de ningún tipo. Y, por supuesto, a tener sus propios amigos y no los enemigos que les induce España, la potencia colonizadora; que, mientras reclama la aplicación a Gibraltar, territorio de soberanía británica, de la Resolución 1514 (XV) de Naciones Unidas, se niega sistemáticamente a descolonizar Canarias.

En este sentido, las relaciones, sobre todo comerciales, anglo-canarias han producido una amplia y variada bibliografía de destacados autores; si bien es cierto que todos los planteamientos han estado subjetivamente condicionados por la impuesta y artificiosa "españolidad de Canarias" y, consecuentemente, contrarios y opuestos a lo que Canarias ha necesitado y demandado históricamente. Sobre todo ahora, cuando la secular indefensión político-jurídica en la que está inmersa Canarias va a posibilitar el saqueo del siglo si, como parece, la multinacional española Repsol explora y explota los yacimientos de hidrocarburos localizados en aguas canarias, que son recursos naturales que pertenecerían, solo y exclusivamente, al pueblo canario. ¿Y por qué no BP?

Las relaciones comerciales canario-británicas, que habían tenido lugar a partir del siglo XVI, cuando se inicia el tráfico mercantil del excelente vino "sack" o "canary", tuvo un momento álgido en 1852, cuando la concesión de la franquicia para los puertos isleños, gracias a los esfuerzos del ministro grancanario León y Castillo, que marca el inicio de un proceso en cadena: con la construcción de los puertos, numerosas compañías británicas establecen sus estaciones carboneras en Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife. En principio, el capital inglés monopolizó todas las actividades portuarias de la época, tales como suministro de carbón, varaderos, pequeños astilleros, consignatarias, etc. De tal forma que esas mismas compañías pasarían a controlar otros sectores económicos como bancos, seguros, turismo y la exportación de productos hortofrutícolas, promoviendo el transporte de viajeros ingleses en los mismos buques de retorno a las Islas. El tráfico marítimo entre Canarias e Inglaterra fue muy intenso desde los comienzos, siendo constante la arribada a los puertos isleños de numerosos vapores ingleses.

Como clara e inequívoca referencia de los pingües beneficios que generaba el comercio de Canarias con Gran Bretaña, tenemos, por ejemplo, los valores alcanzados en 1902 solo por la exportación de las tres clases de frutos cuyo comercio era mayor: plátanos, tomates y papas, cuyo montante ascendió a 15.267.595 pesetas de entonces.

El inicio del movimiento turístico inglés en las Islas estuvo determinado por factores como la mejora en los transportes y medios de comunicación, la inauguración del servicio telegráfico en 1883, o la crisis de 1873, que impulsaría la expansión británica a partir de 1895. Al aumento del movimiento migratorio y a la creciente moda del viaje se sumaría la propaganda que la propia colonia británica residente en Canarias hacía entre sus compatriotas, fomentando así el turismo en las Islas. La rebaja de los billetes de ida y vuelta desde Liverpool y la mejora progresiva de la oferta alojativa hizo posible la llegada masiva de turistas ingleses, con los consiguientes beneficios económicos y culturales.

De ahí que la huella inglesa permanezca indeleble en The Canary Islands, y cada vez sean más los sectores empresariales, sobre todo portuarios, los nostálgicos de aquellas fructíferas relaciones anglo-canarias.

¿Alguien tiene, pues, alguna duda de lo extraordinariamente importante que sería para Canarias que la futura Asociación Canario-Británica rescatase esas históricas y benefactoras relaciones bilaterales? ¡¡La calamitosa situación económico-social de Canarias no admite dilaciones!!

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