Castilla produce fisonómicamente cierto tipo de personajes de características singulares que los definen. Uno es Montoro, el que más sabe de cuentas. Estos personajes tienen rostros disociados, donde la evidencia va por un lado y las palabras chulescas y grandilocuentes por otro. Enfatizan la trivialidad y cuando pretenden convencer, lo que es difícil de conseguir, entonces el paroxismo de su dialéctica hueca llega al súmmum, a las sentencias retóricas que ya quisieran para sí los sofistas griegos.

Y lo que está logrando es desarrollar el miedo, el cual intenta meterlo en el cuerpo como instrumento disuasorio de sus elucubraciones contables, donde su sonrisa sarcástica es la firma de todas sus sentencias; donde es el magnifico, el que puede permitirse el lujo de decir cancaburradas y hasta hacerse el gracioso ante cuestiones que no son para partirse de risa.

Y no es que se demonice y se perciba como el malo de la película, que lo es, pero sí hay que decir que desde los escenarios que algunos les regala la política por amiguismo, tiralevitas, o porque algo sabe de lo que se trae entre manos se debe tener mucha prudencia y no avivar hogueras, no sea que suceda lo que en Argentina, que por pasarse de la raya con la policía, el gobierno tiene un papeleta de difícil solución. Entonces debe andar con pies de plomo, pronunciar palabras que no se confundan con tufillos imperiales, que sea más llano y, sobre todo, que no mienta, que diga que es un lacayo de los bancos europeos, de Bruselas y de Alemania, que es un mandado y que no tiene otra alternativa que hacer de bufón, lo que de momento no le repatea ni le produce ascos.

Abrir frentes sociales más de los que están es no entender la realidad de un país al que se le debe una oportunidad, y comenzar por hacerle caso, no mirar para el infinito como sintiéndose elegido de los dioses, bajar a la tierra, y ser simplemente solidario con los que permanecen en la cuneta de la historia, no por ellos sino por políticas que hasta allí los han conducido y a las que ha contribuido, poniéndolas en práctica el señor Montoro.

Así que sería interesante que se dejara de sermonear, de saquear los bolsillos y ser consecuente, y si no le sale aquello que le han dicho que resuelva, pues tampoco sucede nada para que solicite su baja del gobierno, dado que el papel que está desarrollando es lamentable por más que eleve el tono de la voz y su sarcasmo no deje de acompañarlo.