En Francia y en otros países europeos no, pero en spaña sí conocimos la censura. Al menos la conocimos quienes hemos superado la barrera del medio siglo en este mundo. La censura afectaba a todo. Un ejemplar de este periódico que ustedes leen ahora mismo, al igual que todos los demás, debía ser sellado en la delegación de Información y Turismo antes de proceder a su distribución. Y de eso no hace mucho. Por motivos políticos se censuraban los libros, las representaciones teatrales y hasta las canciones. La cantante Cecilia tuvo problemas con su genial "Dama de alta cuna y de baja cama". Se censuraba también el cine, por supuesto. A veces de forma graciosa como en la película Mogambo. Para evitar el adulterio entre Marswell (Clark Gable) y la inicialmente pudorosa esposa (Grace Kelly) del matrimonio que llega para filmar gorilas, el censor transformó a esta pareja de marido y mujer en hermano y hermana. Lo cual, cosas de tales enjuagues, llevaba a una situación moralmente aún más reprobable, ya que se sustituía el adulterio por un incesto. Otras veces la censura cortaba por lo sano -nunca mejor dicho- y suprimía escenas completas.

Aquellos tiempos a caballo entre lo cómico y lo trágico afortunadamente quedaron atrás. Sin embargo, los estamos recuperando con renovados bríos. Leo un periódico progre de tirada nacional que se está imponiendo tanto en las salas como en los festivales de cine una clasificación de los films sustentada en si son, o no, correctos desde un punto de vista sexista. s decir, si hay en ellos suficiente presencia de mujeres. l criterio de base establece que la película debe mostrar un diálogo entre dos mujeres que no estén hablando de hombres.

stas gilipolleces son casi siempre obra de funcionarios o empleados públicos -lo mismo da- que apenas encuentran asuntos con los que ocupar sus horas laborales y justificar el puesto que ocupan, casi siempre en calidad de contratados por ser amigos de un político o militar en un partido. Me fastidia bastante -una forma modosa de decir que me jode un huevo- pagar todos los impuestos que apoquino, amén de lo que le pago a un gestor fiscal para que me indique como debo abonar esos impuestos sin equivocarme a mi costa- para que se gaste el dinero público en estas chorradas. Sin embargo, es preferible ese dispendio a que tales consultores, expertos en igualdad y la madre que los parió a todos ellos -aunque las madres no tienen culpa de nada- se pongan a tocarle las narices -o directamente las pelotas ya que hoy no estoy siendo femeninamente correcto; créanme que no lo siento- al personal. Porque adentrados en el asunto, ¿se podrá rodar en adelante una película del desembarco de Normandía, acto histórico en el que casi todos los intervinientes eran hombres? Lo mismo cabe decir de una cinta sobre el Tour de Francia, sobre una carrera de Fórmula 1 -¿se imaginan a dos señoras hablando entre ellas en una película de carreras sin citar para nada a un varón?- o sobre cuatro amigos que se van de caza un fin de semana. Lo peor no es que nos estemos volviendo locos; lo grave es la indolencia con la que permitimos que nos estén volviendo imbéciles.

rpeyt@yahoo.es