La creación de parques nacionales se generalizó por todo el mundo a medida que se extendió una conciencia conservacionista que permite admirar y disfrutar de nuestras infinitas bellezas naturales, preservándolas del deterioro que origina la presencia del hombre y su explotación con fines económicos. El concepto de parque nacional fue una creación inglesa pensando en África, cuando los grandes viajeros del siglo XIX fueron descubriendo la infinita belleza y las riquezas naturales de un continente que desde Roma había producido una influencia seductora sobre nuestras mentes, sobre nuestra imaginación y nuestra pasión por la aventura. Más allá de los intereses económicos, África fue siempre una fuente de inspiración en la literatura y en el arte. "Memorias de África" podría ser el paradigma de esta atracción que sentimos en el mundo occidental por África.

Fue Livingstone, desde el momento que fue realizando sus prodigiosos descubrimientos, quien señaló los dos ejes que marcarían la historia de África, la lucha contra la esclavitud y la preservación de sus riquezas naturales. Fueron pues los ingleses, fue en África y fue en Kenya donde se creó oficialmente el primer parque nacional protegido por normas legales.

Sin embargo, el más célebre y visitado desde finales del siglo XIX es el Parque Nacional Kruger, un referente por su belleza paisajística y la riqueza de su fauna. Antes de la llegada de los blancos, la región situada al norte de lo que hoy es África del Sur acogía una inmensa población animal. Durante la época victoriana, la avidez de los cazadores en busca de marfil o simplemente de aventura puso en peligro de extinción a los elefantes y a otras especies. Ya en 1889 el Parlamento del Transvaal surafricano decidió prohibir la caza en ciertas regiones. Hoy el Parque Nacional Kruger, principal atractivo turístico de África del Sur, cuenta con todo tipo de servicios de elevada calidad y confort. Bajo estrictos controles se realizan safaris turísticos y, en determinadas zonas y épocas, está permitida la caza de algunas especies. Elefantes, leones, leopardos, hienas, antílopes, kudus, jirafas, cebras, marabús, el gigantesco kori y hasta quinientas especies más de pájaros de todos los tamaños y colores, en un escenario natural con una flora de colores y perfumes insospechados, en la que el baobab recio y centenario es el símbolo de una vegetación única.

Los parques nacionales de Ngorongoro y de Serengueti constituyen uno de los principales atractivos de un país pobre como Tanzania y una de sus principales fuentes de riqueza. Octava maravilla del mundo, jardín del Edén, paraíso terrenal, esos y otros muchos calificativos ha recibido el territorio de lo que hoy es el Parque Nacional de Ngorongoro, catalogado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. El cráter del Ngorongoro, un circo volcánico situado a más de 2000 metros de altitud con un diámetro medio de 18 kilómetros, podría albergar a cualquiera de las mayores capitales del mundo. En su interior nos encontramos un autentico microcosmos, su clima fresco y suave permite una variada vegetación, alternando estepas herbáceas con sabanas arbóreas, pequeños montículos, algunos lagos en torno a los que crecen zonas boscosas, lo que hace posible la presencia de una biodiversidad faunística y vegetal propia de un paraíso terrenal. A lo largo de su historia la región del Ngorongoro ha vivido una relación intensa con sus habitantes naturales, los masai, hasta crear una auténtica leyenda. Más al norte, confundiéndose con la vecina Kenya, el Serengueti, que en la lengua masai significa "tierra seca", representa la auténtica Naturaleza africana, con N mayúscula, aquella que viene a nuestra mente cuando pensamos en África. En el desierto del Serengueti la imaginación de algunos ha situado los orígenes del mundo, el arca de Noé y el Génesis. Allí se encuentran la mayor variedad de especies animales del planeta. Entre todos ellos, el gnou o ñu es el rey, un animal único y singular. Según se mire, a veces parece un antílope, con los cuernos de un bisonte en una cabeza de considerables proporciones, se mueve en manadas de cientos o miles de ejemplares, que galopan hacia ninguna parte en largas columnas de decenas de kilómetros. Un espectáculo inenarrable.

Cuando el Doctor Livingstone abandonó Zanzíbar para dirigirse al interior de África le acompañaban doce cipayos, siete negros libres y dos indígenas de las orillas del Zambeze, además de 200 porteadores. Así relató Stanley la partida de la expedición del misionero escocés. Livingstone ignoraba que después de atravesar el continente africano, los grandes lagos, el Victoria y el Tanganika, una enorme estatua suya en bronce ocuparía un lugar preferente en Victoria Falls, las cataratas Victoria, allí donde el río Zambeze une Namibia con Zimbabwe.

El Parque Nacional de las cataratas Victoria es uno de los parques nacionales que merece ser visitado al menos una vez en la vida. Situado en la frontera entre tres países del corazón de África, Zambia, Zimbabwe y Botswana, Victoria Falls tiene un acceso fácil, por avión desde Harare, o navegando río Zambeze abajo, por unas aguas infectadas de cocodrilos después de atravesar el delta del Okavango en el norte namibio. Ofrece servicios de altísima calidad y podría practicar múltiples actividades, rafting, kanoing o senderismo. O simplemente disfrutar de las excepcionales instalaciones de sus hoteles o albergues, sentarse y mirar el salto de las aguas del rio Zambeze, desde más de 100 metros y una longitud de 2 kilómetros, esperando la hora para admirar un arco iris único que cruza la llamada Catarata del Diablo. Después de haberlo saboreado, impregnando profundamente su memoria y todos sus sentidos, puede tomar de nuevo el avión para regresar a Europa en busca de nuevos motivos con los que alimentar otra vez su stress.