Cada año, durante la tarde-noche del 5 de enero, tres personajes famosos entran triunfantes en ciudades y pueblos recorriendo sus calles en carrozas, camellos o caballos, para más tarde, con ayuda de sus numerosos pajes, repartir juguetes y regalos a los niños en sus casas mientras ellos intentan vanamente conciliar el sueño. Se trata de los Magos de Oriente, más conocidos como los Reyes Magos.

La popularidad de los Reyes Magos como iconos de la Navidad ha sido tal, principalmente en los países católicos como España, que a pesar de que otro personaje como Papá Noel viene pisando fuerte cada año, se recuerda y celebra que los Magos llegaron a Belén guiados por una estrella para adorar y obsequiar al niño Jesús.

El único evangelio de los cuatro canónicos que hace referencia a los populares Magos es el de san Mateo. El evangelista se limita a consignar que "unos magos que venían de Oriente..." sin especificar cuántos, se presentaron en Jerusalén conducidos por una estrella que señalaba el lugar de nacimiento del Rey de los Judíos. Los historiadores consideran que, con el término "mago", san Mateo se refería a astrólogos o sacerdotes persas

Al ser el evangelista san Mateo contemporáneo de Jesús de Nazaret, hay que darle un voto de confianza respecto a la verosimilitud del acontecimiento. Este evangelista, en ningún momento de su relato utiliza la palabra "reyes" para referirse a los personajes que para él tenían categoría de magos; tampoco indica si eran tres, dos o seis. En unas pinturas existentes en las Catacumbas romanas aparecen solamente dos adoradores, pero en el transcurso de los siglos el número varía y se habla de cuatro, seis y hasta doce. Ante tal grado de confusión llega un momento en la historia en el que muchos se plantean poner un poco de orden en la cuestión y uno solo, más osado, es quien se atreve a ello. Se trata, precisamente, de Orígenes, natural de Alejandría, sacerdote, gramático, autor de numerosas obras y el primer teólogo cristiano que afirma, con rotundidad, que eran tres y, además, les concede el título de reyes, sin determinar la ubicación de sus reinos. El cartaginés Tertuliano, también defendió el trío y trío tenemos gracias a la firmeza de estos dos teólogos. Lo del trío tiene una explicación lógica como consecuencia de los tres regalos con que obsequiaron al niño Jesús: oro, incienso y mirra.

Desde entonces tenemos tres reyes sin que se abandone el apelativo de magos que les dio el evangelista Mateo, pero al igual que nadie ha sido capaz de encontrarles un reino en el que asentar su trono, tampoco nadie les bautizó y sin nombre avanzaron por la historia hasta que en el siglo VI un artista anónimo esculpe un coloreado mosaico -que se conserva en Rávena, en el que aparece el coronado trío ataviado cada uno de sus integrantes al estilo de los astrólogos- nombre más apropiado que el de reyes o magos persas, es decir con capas y gorros de los denominados frigios ( procedente de la región de Frigia, Asia Menor, en la actual Turquía). Lo realmente importante es que en ese mosaico ya tienen nombre sin que, lamentablemente, conozcamos el del padrino. Cada uno de los Reyes Magos, además de nombre tiene adjudicado uno de los tres presentes que se le ofrecen a Jesús. Así, Melchor, un anciano sabio de larga barba blanca, le ofreció oro, que simboliza la realeza divina. El joven y rubio Gaspar, el incienso, relacionado con la revelación. Baltasar, de raza negra, ofrece la mirra que simboliza la resurrección. A partir de aquí el número de tres Reyes Magos se fija al establecer una relación entre el número de regalos y el número de magos.