Dada la fecha en que ha surgido la noticia, parece a primera vista una inocentada más de las habituales del 28 de diciembre en los medios informativos. Pero dado que las declaraciones del conservador Bravo de Laguna, han sido publicadas en diarios de derechas de tirada peninsular, despejamos toda duda de que se trata de una especie de cruzada reivindicativa para que los huesos el último rey de Gran Canaria, dejen de reposar en la lagunera ermita de San Cristóbal y vayan a parar a Galdar, su ciudad natal. Población que, en su momento, no se cortó a la hora de nombrar Hijo Predilecto al reconocido colaboracionista de los conquistadores, que fue capaz de traicionar a sus propios parientes, su primo Bentejui, y dejarlo sólo con sus alzados en la fortaleza de Ansite, defendiendo el último bastión de libertad y suicidándose en la empresa, antes que rendirse, junto con el faycan Tasarte.

Pero no contento con ello, viajó antes "gratis total" en 1481 hasta Calatayud para tomar las aguas bautismales y presentar oficialmente su sumisión ante el rey Fernando el Católico, firmando la carta del mismo nombre en calidad de pacto entre los reinos de las Españas y el de Canarias. Acuerdo que sería el primer paso para los repartimientos de tierras entre los mandos del ejército de invasión, y que originó el alzamiento de Ansite, ya citado, y su reducción por las tropas de Pedro de Vera y las del aliado Guanarteme

El caso fue que como a todos los traidores, el usurpador Alonso Fdez. de Lugo, lo premió con las peores datas de su flamante conquista por tierras tinerfeñas, en la que participó al mando de sus huestes venidas de la isla vecina, que ayudaron con sus conocimientos a finalizar la contienda en la isla mayor del Archipiélago. Tampoco fueron cumplidas las promesas de no injerencia de su anterior aliado, el conquistador Pedro de Vera, ya que se han descubierto dos interesantes documentos en donde el propio Guanarteme reclama ante los Reyes Católicos una cuantía de maravedíes y un número de cabras que el e Vera le había usurpado. En el segundo documento, se observa que como los parientes del mencionado aborigen han superado con creces el número de cuarenta, deberán ser expulsados de Gran Canaria todos los que rebasen dicha cantidad, como prevención ante nuevos alzamientos.

Queda, pues, señalado que, además de participar como colaboracionista, el último guanarteme fue descaradamente engañado y hasta vejados sus propios descendientes, a los que no les permitieron, siquiera, convivir en su propia isla. Incluso hasta se afirma en la crónica lacunense (pag. 56), que "murió de una enfermedad de la que no hubo buena sospecha, ya que se entendió que le dieron con que muriese". Que fuera o no víctima del Adelantado de Tenerife, tampoco es para dudarlo, dada la catadura del tirano conquistador y todos sus desmanes históricos, incrementados por sus segundas nupcias con la ninfómana Beatriz de Bobadilla, señora de La Gomera.

Lo cierto es que, al parecer, yacen sus restos en la conocida ermita lagunera de San Cristóbal, y si sus paisanos galdenses consiguieron hace más de medio siglo que el susodicho Guanarteme tuviera erigido un busto en la misma Calatayud, en memoria de su pacto de sumisión ante los Reyes Católicos, nadie les niega el derecho a que reivindiquen su españolidad y conviertan su tumba, una vez trasladada a Galdar, en lugar de peregrinación para los simpatizantes con la causa colonizadora que aún pervive.

Como buen político conservador, Bravo se dedica a sembrar lagunas de polémica para distraer a la ciudadanía de todos los males planeados por su partido para este nuevo año, al tiempo que aviva, una vez más, el divisionario pleito interinsular. Por mi, qué quieren que les diga, que se hagan hasta un caldo con sus restos, pues poco nos aporta a los tinerfeños, si acaso el desprecio histórico por su traidora colaboración en la conquista.

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