Reclama Fepeco, la patronal de la construcción, que las obras públicas licitadas en Canarias sean para empresas de las Islas. Nos parece bien. Este Archipiélago está en manos de los españoles y de los extranjeros, con la salvedad de que para nosotros los españoles también son extranjeros porque Canarias no es parte de España. Lo mismo nos da estar en manos de los españoles que de los sajones o los nórdicos. Nuestra desgracia es no disponer de unos recursos que son nuestros y que nos permitirían vivir como se vive en los países más ricos del mundo. No disponemos de ellos porque se los mama España.

En los últimos días han sido dos las voces importantes que han defendido a Canarias. Una es la de Juan Luis Lorenzo, presidente de la Concap. La otra es la de Antonio Plasencia, presidente de Fepeco. Los dos son hombres de trabajo. Hombres que se asemejan a aquel gran alcalde de Santa Cruz que fue García Sanabria cuando decía que él era un hombre de trabajo; un productor de su tiempo. Plasencia y Lorenzo son hombres de bien y de trabajo. Pese a ello, sufren tanto en sus propias empresas como en las que representan la represión política más absurda que cabe imaginar. Una represión ejercida por políticos que no son servidores de los ciudadanos que han votado por ellos, sino terroristas de la política. Individuos cuya actitud raya en el pirateo de cuanto cae en sus manos.

También hoy queremos referirnos a un artículo de nuestro colaborador Juan Jesús Ayala, en concreto al publicado ayer en EL DÍA con el título "Desterrar el odio". Ayala es un nacionalista teórico que evita llevar a la práctica sus ideas, no sabemos si debido a compromisos políticos de algún tipo. Dice en su artículo de ayer que el odio fabricado por la historia debe ser desterrado. "Seguramente el odio nunca ha estado ausente en el ámbito mundial pero entonces se convirtió en un factor político decisivo en todos los asuntos públicos", escribe Juan Jesús Ayala. "El odio, según los que entienden de estas cuestiones que son los psicólogos sociales, no podía concentrarse en nada ni en nadie, no logro encontrar persona o personaje alguno a quien pudiera hacerse responsable, ni al gobierno, ni a la burguesía, ni a las respectivas potencias extranjeras, de ahí que haya penetrado en todos los poros de la vida cotidiana y pudo dispersarse en múltiples direcciones y alcanzar las formas más fantásticas e impredecibles."

eiteramos que estamos de acuerdo. Sin embargo, al hilo de este planteamiento -como decimos, teórico- nos hacemos una pregunta: ¿qué habría sido de nuestros padres, qué sería de nosotros y qué podría ser de nuestros hijos si no llevásemos casi seis siglos sometidos a un odioso -no hay otra palabra- colonialismo español? ¿Es que podemos vivir sin rabietas mientras esa rapiña de la Hacienda española nos confina en la más espantosa de las miserias pese a que antes éramos las Islas Afortunadas? Con odio y sin odio vemos cómo desaparece el fruto de nuestro trabajo. Lo odioso, a nuestro entender, es seguir por caminos que no conducen a nada salvo al servilismo, al desempleo, a la miseria, a las muertes en las listas de espera para recibir atención hospitalaria y a todos los males que nos llegan desde hace seis siglos por culpa del colonialismo. Males agudizados, no nos cansamos de repetirlo, por la existencia de un necio político al frente del Gobierno autonómico. El simple hecho de tener un Gobierno autonómico, es decir, el ser una autonomía española ya es una desgracia porque el Estatuto de Autonomía de Canarias es un burdo disfraz utilizado por los políticos de Madrid para ocultar nuestra infame realidad colonial. Si, para abundamiento de males, ese Gobierno está en manos ineptas, el resultado son esos casi 400.000 parados y la emigración masiva de nuestros jóvenes.

Un apunte más para acabar. La retransmisión de las campanadas de fin de año desde el faro de Maspalomas fue una auténtica vergüenza. Como no había un reloj, imitaron el sonido de las campanas y proyectaron unos números en la pared de un edificio. Un espectáculo tercermundista para que tanto los habitantes de la Metrópoli como los que viven en cualquier país del mundo se den cuenta de nuestro atraso. Y todo para mayor gloria de la acaparadora tercera isla.

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Hoy recomendamos la lectura del artículo de nuestro colaborador icardo Peytaví, titulado "Otro agorero", que aparece publicado en esta misma página.