A veces uno lee noticias enternecedoras. Vamos a llamarlas así. Noticias como la publicada hace tres días por este periódico sobre la posibilidad que tendrán los canarios de minorar su factura eléctrica si reducen la potencia contratada. No en vano la consejera de Empleo, Industria y Comercio del vernáculo Gobierno regional, Francisca Luengo, anunció el jueves que los isleños podrán solicitar una reducción de la potencia contratada para disminuir el montante de la factura. "nte la situación de incremento imparable de la luz, decimos que hasta aquí hemos llegado", parece que dijo la consejera autonómica muy puesta en razón. "Nos vamos a parar y pedimos la congelación del recibo en el futuro, puesto que no sabemos qué va a pasar con esas supuestas subastas, aunque entrevemos lo que puede ocurrir, que van a ser más subidas". sí se habla, señora Luengo. Las eléctricas son las malas de la película y ustedes, los políticos, los héroes siempre dispuestos a salvar al humilde de las garras de los poderosos.

Ciertamente las compañías dedicadas a generar electricidad no son las hermanas de la madre Teresa ni las monjitas del convento del padre Juan. Desde los tiempos del general, cuatro o cinco familias dedicadas al negocio han tenido mucha influencia en este país. La tuvieron durante el franquismo y luego en los tiempos de la transición cuando el Gobierno, lo apunté el otro día, acudía a las empresas más significativas del sector para que adelantaran unos dinerillos con el fin de que los partidos tuviesen un poco de liquidez siempre que tocaba celebrar unas elecciones. delantos, que no regalos, pues ese dinero salía luego del bolsillo del consumidor por la vía del recibo de la luz. ¿O es que todavía no se ha enterado usted, señora Luengo, que en este país don Regalado hace tiempo que pasó a mejor vida?

Paralelamente al gesto altruista tipo Robín de los bosques de la consejera Luengo, andan los prebostes de las eléctricas bastante mosqueados con el ministro Soria porque se ha publicado que ha dicho con la boca pequeña -es decir, entre amigos y con luz pero sin taquígrafos- que esas compañías, solo comparables con el sheriff de Nottingham y el príncipe Juan sin tierra contra los que luchaba el legendario Robín, se habían acostumbrado a escribir el BOE, pero eso se acabó. Comentan los que están en el secreto de casi todo allá por la Villa y Corte que José Manuel Soria se ofreció voluntario ante su presidente Rajoy, en presencia de sus compañeros de Gabinete, para enfrentarse solo a los forajidos. Solo ante el peligro, puestos a que esto va de películas. No me negarán que cierto parecido con Gary Cooper sí que tiene el ministro canario, pero mejor lo dejamos aquí para no distraernos con asuntos propios de revistas impresas en papel cuché.

Quizá las eléctricas sean empresas realmente malvadas -no lo creo así, pero en este país las opiniones son libres salvo que uno hable de tintes cabelludos o de paños del polvo guardados por una señora en su bolso-, pero como jamás han sido tontas, les ha faltado tiempo para hacer notar su presencia con anuncios en los periódicos sobre el recibo de la luz. Publicidad que detalla lo que pagamos los usuarios por la generación y el transporte de la energía consumida y lo que aportamos para todo lo demás. Tengo delante de mí uno de tales panfletos; concretamente el enviado a los medios por Iberdrola, aunque no ha sido esta la única empresa que se ha prodigado en explicaciones. Informa Iberdrola que de los 51 euros que paga mensualmente un hogar de tipo medio por el suministro eléctrico, sólo 19 corresponden a la energía consumida y al uso de las líneas eléctricas para llevarla hasta el microondas, la bombilla del techo o el secador de pelo con el que se adecenta la parienta antes de salir de su casa cada mañana. Los 32 euros restantes corresponden a costes ajenos al estricto servicio eléctrico: 17,5 a impuestos, 9,7 a subvenciones medioambientales, 1,9 a subvenciones territoriales, 1,3 a ayudas sociales y 3,4 euros a otros conceptos. En total, un 38% para la electricidad y su transporte y un 62% para todo lo demás fijado por el Gobierno. Datos que nos llevan a formularnos la delicada pregunta -delicada pero también de Perogrullo- de que, ya puestos, ¿quiénes nos sablean más, los consejos de administración de las eléctricas o los políticos con sus tributos?

El problema, empero, no va de latrocinios sino de una insana cultura de subvenciones consumadas. Conozco muchos países en los cuales las carreteras las costean en cierto porcentaje todos los ciudadanos, como es lógico, pero otro tanto por ciento no menos importante que el primero recae en quienes circulan por ellas. Y así con todo. Lo que se paga por la luz o el combustible corresponden fundamentalmente al coste de esas fuentes de energía, y no al festival de cine que se celebrará el próximo mes en el pueblo de arriba. quí, no. quí la mayor parte de la factura de la luz -otro tanto podemos decir del combustible, aunque mejor lo dejamos para no soliviantarnos aún más- costea cosas, acabamos de verlo, ajenas a electricidad. Empezando por las energías renovables. Las renovables están bien. Son el futuro. De acuerdo. Pero, ¿a cuenta de qué debemos subvencionar a las empresas que apuestan por desarrollarlas? ¿Es que esas empresas nos van a devolver en el futuro, cuando sean verdaderamente rentables, lo que hasta ahora les hemos estado regalando? ¿Quién me subvenciona a mí, al igual que a cientos de miles de profesionales, no solo la factura de la luz, sino también el alquiler de la oficina, el teléfono y hasta las vacaciones que debemos pagarnos íntegramente de nuestro bolsillo, y sin ingresos, si queremos disfrutar de unos días de asueto?

l final del final, como decía un apreciado amigo, la gran extorsión viene por la vía indirecta. lgo imprescindible porque si hasta una bucólica feria de artesanía requiere una subvención para celebrarse, no queda más remedio que meter la mano en los sufridos bolsillos de siempre para obtener el dinero de tanta ayuda superflua y tanta idiotez colectiva.