Decíamos en nuestro comentario de ayer que en Canarias peligra hasta nuestro pan de cada día. Lo decíamos y explicábamos detalladamente el motivo. Señalábamos también la caótica dependencia del exterior en la que han terminado estas Islas por obra y gracia del Gobierno español. Los políticos de Madrid han maniobrado siempre de forma artera para impedir que se expanda en el Archipiélago cualquier movimiento separatista. Una expresión esa de separatismo impropia de nuestra situación, ya que separarse supone alejarse de algo de lo que se forma parte. ¿Canarias ha formado parte alguna vez de España? Sí, pero por la fuerza de las armas; llevamos casi seis siglos -los casi 600 años que han transcurrido desde que se produjo una conquista genocida- dependiendo políticamente de España y también, no nos cansaremos de repetirlo, esquilmados por los españoles. Llevamos todo ese tiempo obligados a ser españoles por la fuerza, aunque nunca lo hemos sido por propia voluntad. No podemos aceptar lo que no es. No podemos admitir que seamos españoles pese a lo que nos dicen los amantes de la españolidad y los leales a España porque eso es falso. No lo podemos admitir y en nuestro foro interno no lo hemos admitido jamás, pero callamos como consecuencia de nuestro aplatanamiento.

Los gobernantes de Madrid han procurado siempre arruinar nuestros recursos propios -por la vía del saqueo continuo y en beneficio suyo- para incrementar esa mencionada dependencia del exterior. Antes los barcos que llegaban a nuestros puertos lo hacían cargados con los productos que necesitábamos y que podríamos comprar con nuestras rentas. Luego regresaban a los puertos europeos estibados con nuestros productos agrícolas. Hoy los barcos siguen arribando llenos pero regresan vacíos. Ya no vendemos nada porque España se ha ocupado de que no tengamos nada que vender. ¿Cómo es posible que importemos nada menos que el 99,4 por ciento de los cereales que necesitamos para nuestro consumo interno?

Nos alegramos de que disminuya el paro en Canarias. El hecho de que a final del año que acabamos de dejar atrás haya en el Archipiélago 10.862 desempleados menos que cuando concluyó 2012 es un dato importante que nos llena de satisfacción. No obstante, debemos recordar que las cifras de parados que estamos manejando corresponden a las personas censadas en las oficinas de empleo. Muchos canarios sin ocupación no figuran en ellas o bien porque ya no se registran al haberse cansado de hacerlo sin conseguir resultados positivos -es decir, sin encontrar colocación laboral durante años- o bien, en muchísimos casos, porque esas personas, sobre todo las más jóvenes, han preferido probar suerte en el extranjero. Es decir, han tenido que emigrar como lo hicieron en su día sus abuelos, con lo cual estamos otra vez en los tiempos de la diáspora.

Todos sabemos que los desempleados en estas Islas no son esos 274.053 que figuran en las estadísticas. La Encuesta de población activa arroja una cifra cercana a 400.000 personas. Más de un 34 por ciento de la población activa. Si no se ha producido un estallido social por causa de un hambre generalizada es por la fuerte cobertura familiar que existe en la sociedad canaria. Los hijos han tenido que regresar a la casa de sus padres y muchas veces esos padres y esos hijos han tenido que refugiarse en la casa de los abuelos para vivir todos con la pensión de los ancianos. Esta, y no las acertadas acciones políticas de las que presumen Rivero y sus compinches, es la causa de que todavía no haya corrido la sangre por las calles de nuestras Islas. El mérito que se arroga en estos momentos el presidente autonómico por el descenso del paro causa risa entre quienes sabemos que sus declaraciones no vienen de un político de altura, ni mucho menos de un hombre de Estado, sino de un necio político que está donde está no por haber ganado unas elecciones, sino por haber urdido unos pactos en beneficio propio. Cuanto dicen Rivero, su esposa y sus secuaces políticos referente a resolver los problemas de los canarios es falso. A ninguno de ellos le importan los sufrimientos del pueblo.

Hay patriotas y auténticos nacionalistas en CC, pero este partido está actualmente en manos de falsos nacionalistas; en manos de traidores políticos al pueblo isleño, entre los que destaca Paulino Rivero por méritos propios. Si realmente quieren ayudar a Canarias deberían dimitir y dejar que gobernasen quienes ganaron en las urnas. Abandonar su puesto y exiliarse sería el mejor regalo que podrían hacerle al sufrido pueblo canario.

Habla la morralla política del descenso del desempleo pero olvidan sus más conspicuos y políticamente deleznables miembros que el empleo lo crean las empresas. ¿Pueden contratar personal unos empresarios vapuleados por unas leyes laborales heredadas del franquismo y una fiscalidad arrasadora? Indudablemente, no. Hay que darle libertad al empresario para que pueda despedir sin indemnización cuando no sea capaz de mantener un puesto de trabajo por motivos económicos. Hay que suprimir impuestos muy injustos como el relativo al patrimonio. Sin estos cambios legislativos, cualquier disminución del empleo será temporal.

La pregunta subsiguiente es si podemos abordar tales reformas legislativas sin dejar de ser una colonia española. Obviamente, la respuesta vuelve a ser no. No podemos porque ni siquiera tenemos la libertad de acción que le correspondería a la comunidad autónoma que dicen que somos. Esa es una de las tantas engañifas a las que se prestan entusiasmados los falsos nacionalistas de Coalición Canaria. La autonomía de Canarias no es tal autonomía; es un disfraz -no nos cansaremos de decirlo- que emplea el Gobierno de Madrid para ocultar ante el mundo nuestra vil condición colonial. Que se atreva el Parlamento de Canarias a legislar algo que vaya en contra de los intereses de nuestros "amos" españoles. Enseguida veremos lo que sucede. ¿Qué podemos esperar los canarios de un Gobierno español que ni siquiera permite que se celebre una consulta en Cataluña para que esa nación determine su independencia pacífica y democráticamente?

Una consulta que no procede en Canarias por dos motivos: nuestras Islas ya eran una nación independiente -la nación del pueblo guanche- cuando llegaron los adelantados con sus mesnadas de piojosos y gentes de mal vivir, y también porque durante seis largos siglos nos han invadido con oleadas de europeos, africanos y sudamericanos para erradicar en lo posible nuestra identidad de isleños. En estas condiciones, cualquier referéndum de autodeterminación sería un fraude democrático además de carecer de cualquier razón histórica que lo justifique.

Todo esto nos lleva una vez más a la afirmación rotunda de que no hay alternativa para Canarias al margen de la independencia. Insistimos en que es una buena noticia la reducción del desempleo en 10.862, pero no podemos olvidar que son cientos de miles los isleños que siguen sin trabajo y, para mayores dramas personales y familiares, casi la mitad de ellos han agotado las ayudas al desempleo. ecenas de miles de canarios que han de vivir de la caridad de sus familiares o ponerse en las vergonzosas y vergonzantes colas del hambre cuando podrían vivir como los ciudadanos de los países más ricos del mundo si dispusiésemos de unos recursos que hoy se mama España con total impunidad.

Libertad. Eso es lo que necesitamos no solo para comer sino para vivir con identidad y con dignidad. Preferimos hablar de recuperar la libertad perdida que de independencia, porque independientes lo hemos sido siempre. Si estamos colonizados no es por nuestra voluntad, a pesar de nuestro conformismo como pueblo, sino porque quienes nos invadieron no nos han dejado otra opción. Afortunadamente, esta situación está cambiando. Cada vez son más los canarios que expresan abiertamente el rechazo a que los consideren españoles porque saben que eso es mentira. Afortunadamente ha comenzado un proceso que nos devolverá la condición de Islas Afortunadas. Un proceso que ya no tiene vuelta atrás, mal que les pese a los amantes de la españolidad.