Como terminaba en mi anterior comentario, la calle Costa y Grijalba fue sin duda la segunda mas frecuentada por mí después de la de La Rambla, excluyendo la mía propia. El tramo horizontal entre la Plaza de los Patos y Jesús y María lo formaban realmente dos casas, con independencia de la Clínica en el lado de los pares, que era la única edificación, ya que después y hasta la esquina no había nada sino el terreno, mientras que en la acera de los pares había al menos dos familias representativas de nuestra tierra, a saber, en primer lugar y en la primera casa después de la de Correos, la de los García-Pallasar, cuyo cabeza de familia, a partir del 36 y durante la campaña militar, cobró una muy destacada actuación como General de Artillería y de Estado Mayor, aunque para mí y muchos de nosotros los jóvenes de entonces, lo importante eran sus dos hijas, Isabel y Viki (Victoria), alumnas de la Asunción como es natural. La mayor casó con un militar , Jaraiz Franco, sobrino del General Franco, y la pequeña, con la que tuve más contacto, con un Ingeniero de Montes peninsular, Francisco Ortuño, destinado en Tenerife, donde hizo una labor muy importante y cuyo trabajo fue y es reconocido por todos especialmente en su labor de repoblación forestal, hasta el punto de que un mirador espléndido y muy visitado siempre, situado en la Esperanza y con una espléndida vista, lleva su nombre: Mirador de Ortuño.

A Paco Ortuño lo conocí realmente en Madrid, después de años de su destino en Tenerife, durante el cual contribuyó con el eminente científico e Ingeniero de Montes y antiguo profesor suyo don Luis Ceballos, a la edición de la monumental obra de casi 500 páginas, hasta ahora sin parangón posible, titulada "Vegetación y Flora Forestal de las Canarias Occidentales", obra fundamental y exhaustiva de la flora forestal canaria, especialmente la de la provincia de Tenerife, de consulta y estudio indispensables, que vio la luz en el año 1951 editado por el entonces Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias, entidad dependiente de la Dirección General de Montes, Caza y Pesca Fluvial, organismo del Ministerio de Agricultura. La importancia de la labor de Ortuño para nuestras islas y en especia para Tenerife fue reconocida públicamente en un artículo, que conservo, del eminente escritor y político Ramón Tamames con motivo del centenario del nacimiento de don Luis Ceballos publicado en el diario ABC de Madrid el 12 de octubre de 1996, donde al citar entre lo discípulos de don Luis a Fernando Ortuño le califica como "verdadero repoblador forestal de la isla de Tenerife". Tuve ocasión de estar con él varias veces en Madrid, tanto como director general de Montes y primer director de ICONA, puestos que desempeñó durante años, como por gran amigo que era de José Antonio Oramas, mi compañero de Bachillerato y también Ingeniero de Montes, motivo por el que pude saludarle también varias veces fuera de su despacho. De aquella familia triste es recordar que tanto su mujer, Viki, como sus dos hijos, todos ellos fallecieron, en circunstancias diversas, antes que el pobre Ortuño. Pero ahí está su ingente obra de repoblación en el Monte de la Esperanza y en tantos otros puntos de la isla.

Y la otra familia conocida era la de los León Ara, ya en la esquina con Jesús y María. La vocación y la profesionalidad musical de los padres se hizo extensiva a su hijo Agustín a quien allá por los finales 50, hace ya mas de medio siglo, tuve la ocasión de ver y saludar en un Teatro de Oviedo, donde fue a dar un concierto de violín. Por aquellos días se encontraba pasando una temporada con nosotros en La Felguera, la sobrina Myriam de mi mujer, una muchacha espléndida por todos conceptos hasta el punto de que la gente con la que nos cruzábamos en la calle se paraba "disimuladamente" para contemplarla al pasar. Myriam era muy amiga del joven violinista chicharrero, luego eminente profesor en el Conservatorio de Bruselas, creo que ya casado con la hija del compositor maestro Rodrigo, y después del programa nos presentamos a saludarlo en el camerino, pero no pudimos prolongar el encuentro pues tenía ya comprometido el resto de la jornada y programado el retorno inmediato a Madrid.

A partir de Jesús y María, la calle Costa y Grijalba empieza a ascender hasta llegar a la Rambla, ascenso al que renuncié por aquellos de los años que va uno teniendo, pero no dejé de recordar desde la esquina que a la izquierda vivió don Luis Ramírez Vizcaya, su esposa Rosa Navarro y sus hijos Luis y Perico, primos hermanos de sus a su vez de mis primos Cabrera Ramírez, a saber Guillermito, Maruja, Bernardo y Pepe, de los que solo éste se encuentra aún entre nosotros. Con Luis Ramírez tuve un prolongado contacto que comenzó, aparte del conocimiento primero en Santa Cruz, en Madrid, allí por el año 46 cuando a sugerencia suya nos fuimos Félix Claverie y yo a la pensión que acababa de dejar en la calle Madera Baja nº 3 por irse para Santa Cruz, pensión de doña Isidora que fue ya mi última residencia en Madrid hasta que en octubre del 48, una vez terminada la carrera, comencé mi vida profesional como ingeniero en la Sociedad Metalúrgica Duro Felguera y en su Fábrica Siderúrgica de La Felguera, Asturias, donde permanecí quince años.