En plena primavera tendrán lugar las elecciones al Parlamento Europeo, refugio de aquellos que, como políticos, han fracasado o molestan en sus respectivos países, convirtiéndose en moscas (750, más el presidente) en busca del panal de rica miel. Unos arribarán por primera vez y otros, los que conocen la Jauja europea, repetirán. Lo atractivo de esta consulta continental no está en esa fecha ni en los resultados, sino en la tragicomedia que ya ha comenzado a escenificarse en el seno de las distintas formaciones políticas. Al fin y al cabo, todo quedará en las manos y en los bolsillos (sueldos millonarios) de los integrantes de los dos principales grupos: el Partido Popular Europeo y la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas. Pero en esta ocasión, sin embargo, no hay que perder de vista la influencia que la crisis va a ejercer sobre los ciudadanos a la hora de votar, hartos de la Troika (Comisión Europea, Banco Central y Fondo Monetario Internacional) que obliga a los distintos gobiernos a una plena obediencia a cambio de ayudas económicas, y éstas, por erróneas, han contribuido, primero al hundimiento de los países latinos; y segundo, al surgimiento de un potente voto euro escéptico (alta abstención). No olvidemos que entre el 80 y el 90 por ciento de las medidas que han afectado a España se gestaron en el Parlamento Europeo. ¿Es conveniente, entonces, seguir creyendo en el proyecto comunitario?. Existen opiniones enfrentadas: las que sólo ven por las orejeras del euro y las que apuestan por seguir el modelo de Inglaterra, que, subsistiendo con la libra esterlina, consiguió salir antes del abismo. Las dos corrientes coinciden, eso sí, en que se debe permanecer dentro de la Unión Europea, aunque la segunda vía reclama la vuelta de la peseta.

La actualidad política española refleja hoy las complejas maniobras que se vienen gestando en las cúpulas del bipartidismo. En Canarias siempre habrá que hablar de un tripartito eterno. Para abrir boca, unas declaraciones del expresidente Felipe González han revuelto no sólo a los miembros y miembras de su partido, sino a la ciudadanía en general. Ha dicho el canalla (se trata, innegablemente, de una canallada), que dejará de trabajar para el chollo de Gas Natural "porque se aburre". Y este impresentable viene cobrando, sólo en esa compañía, 127 mil euros al año. ¡Y se aburre!. Es un insulto al país, al ciudadano que está en paro o al que las pasa canutas para llegar al día 10 de cada mes. Estos señoritos socialistas-obreros no terminan de encontrarse. A no ser que se apelotonen cuando reciben una llamada andaluza para empañar y enturbiar la impecable labor de la juez Alaya.

Las vergüenzas de los socialistas-obreros han quedado al aire. El enfrentamiento interno hace imposible una recuperación, por lo que la escapada hacia Europa se ha convertido en un refugio increíblemente retribuido y con apenas trabajo y responsabilidades. Nombres como Jesús Caldera (el del efecto llamada); Marcelino Iglesias (expresidente de Aragón); Soraya Rodríguez, portavoz en el Congreso (contestada por sus compañeros); la locomotora canaria, López Aguilar, (con falta de apoyo por parte de Rubalcaba, lo que puede ocasionarle un serio disgusto-perder millones mensuales-); Ramón Jáuregui (que repite por su jubilación en las narices); y, por fin, el misterio de Elena Valenciano, la actual número dos, quien, en caso de huida, perjudicaría gravemente a Rubalcaba, ya lesionado.

En cuanto a los "populares", desde Génova se ha lanzado un mensaje contundente: todo el partido debe implicarse en las elecciones europeas con miras a conseguir superar los 6,5 millones de votos obtenidos en el 2009. Lo que sucede es que los eurodiputados de la derecha española, Jaime Mayor Oreja, Carlos Iturgaiz y Tono López-Istúriz, obtuvieron la peor calificación; más exactamente, una contundente valoración negativa en la legislatura que termina en Bruselas y Estrasburgo. Para la próxima consulta del 25 de mayo, los "populares" españoles se presentan con Gallardón, Rouco y el Opus. Este grupo ideológico seminarista, que ha retornado a las más oscuras etapas del franquismo, no sólo obtendrá el rechazo en Europa (ya lo ha conseguido), sino que influirá definitivamente, también, en las elecciones del 2015 en España. Los Verdes, terceros, expectantes.