No te alejes de tus bases es la primera norma para un político que pretenda perpetuarse. Felipe González la siguió a rajatabla hasta que dejó de hacerlo y cayó con todo su equipo ante un Aznar que le ganó las elecciones cinco minutos antes de ponerse a hablar catalán, aunque fuese en privado. Zapatero siempre estuvo cerca de sus bases de iluminados y progres amparados desde el Poder. o fue, en consecuencia, un desacato a quienes le sostenían el trono sobre el que paseaba sentado en su silla de presidente lo que precipitó que pasase a un cómodo retiro y su partido a una ardua oposición. Fue la crisis que no vio, o no quiso ver, la que lo apeó de la poltrona por la contundente vía de machacar a la parte menos ideológicamente endurecida de su sostén político; de sus bases, para no perder la notación.

José Manuel Soria, ministro canario de varias cosas en el Gobierno de Rajoy, ha decidido apostar decididamente por sus bases canarionas. Hasta ahora lo había hecho de forma soterrada aunque tampoco mucho. Le convenía que se notase un poco. Las advertencias, o el disparo por la proa antes de la andanada de verdad, hay que hacerlas no por un gesto de caballerosidad entre marinos -la magnanimidad cabe en el arte de la guerra pero no en la práctica de la política-, sino porque siempre es más barata la rendición del enemigo sin necesidad de iniciar las hostilidades que derrotarlo en una batalla. Las contiendas cuestan dinero. Por si fuera poco, luego hay que enterrar los cadáveres antes de que emponzoñen el ambiente.

Los advertidos han sido los empresarios tinerfeños. Bastantes han sido los cañonazos de amonestación desde que Soria accedió a su multicompetencial Ministerio. ¿Industria? Eso poco importa. En Canarias ya no queda casi nada de eso. Y cuando Bermúdez termine de cerrar la refinería de Santa Cruz quedará menos aún. ¿Turismo y Energía? Ah, eso sí. Y como la Ley de Renovación y Modernización Turística de Canarias, aprobada por el Parlamento regional en mayo del año pasado, no les conviene a los empresarios de Las Palmas, ha convencido Soria al Gabinete de don Mariano para que presente un recurso contra ella ante el Tribunal Constitucional. Si los magistrados consideran que realmente conculca la Constitución habrá sido una decisión suya, y no de Soria, la que les otorgue barra libre a los hoteleros de la isla redonda. Y si el alto tribunal no desautoriza la norma canaria, igual se lava Soria las manos ante los suyos como lo hizo en su día Poncio Pilatos, romano pretor. "Oigan ustedes, yo lo intenté, pero claro..." les dirá a sus poderdantes en otra reunión de fin de semana con reseña en los informativos nacionales de Televisión Española. ¿Es o no es la política el arte del cango?

Lo triste de esto, dejando al margen conveniencias personales de unos y otros, es que la Ley del Turismo no es mala. Al contrario: es muy adecuada para estas islas por mucho que perjudique a oligarcas de Las Palmas que en su momento no supieron apostar por el segmento hotelero adecuado, sino por barriadas de apartamentos trepando ladera arriba. Menos mal que siempre hay un ministro presto a echar una mano. O dos, si son necesarias.

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