Iniciamos estas líneas con un hecho deplorable que comentábamos ayer. Decíamos que a nuestro periódico lo persiguen por defender la libertad de los canarios. Son muchos quienes se declaran enemigos de esta Casa porque no quieren que Canarias sea un país libre. Españolistas y amantes de la españolidad que acuden a los juzgados con abogados que nos acusan de cosas que no vienen a cuento. Letrados que defienden a sus clientes -personas y empresas cogidas in fraganti en un delito- involucrando en el asunto otros casos ajenos a la causa que se juzga con la esperanza de poner de su lado tanto al juez como al Ministerio Público. Hoy añadimos que, cogidos los defendidos de estos abogados en el flagrante delito de falsear una noticia -pensamos que el director de un diario de Las Palmas se atrevió a tanto porque se lo ordenó su empresario-, el letrado que lo defendía, conocedor de que su falsedad no tenía la menor justificación, de que no se podía negar la evidencia, acudió al descrédito del demandante. Es decir, al descrédito de José Rodríguez, al que lo calificó de independentista como si luchar por la independencia de estas slas fuese un descrédito.

Somos independentistas para conseguir que los canarios puedan gozar de la libertad que tienen los ciudadanos de los países soberanos en vez de seguir sometidos a la esclavitud de un infame régimen colonial. Los españoles, lo decimos un día más, tienen que marcharse de Canarias. España no puede seguir imponiéndonos sus leyes, en especial las laborales y fiscales. Los españoles que no quieran vivir como los canarios, que no estén dispuestos a respetar la idiosincrasia de las gentes de esta tierra, no tienen cabida entre nosotros como no la tienen Paulino Rivero y sus compinches políticos, los falsos nacionalistas de Coalición Canaria. ¿ndependentistas? Desde luego que sí. Aunque más que de independencia -independientes de España lo somos geográficamente- preferimos hablar de libertad. Por lo tanto, no recibimos como un insulto sino como un gran honor el calificativo de independentistas.

El periódico al que hemos demandado se edita en la tercera isla. Nunca nos hemos andado con rodeos al decir que los políticos de Las Palmas constituyen el principal obstáculo para la libertad de Canarias. No es casualidad que los dos partidos estatistas, PP y PSOE, tengan su sede en esa isla tristona siempre bajo una plomiza panza de burro. En esa isla escasa de luz cuyas playas son harto peligrosas. Una isla sahárica plagada de secarrales a la que acuden los turistas que lo hacen engañados por el falso "gran".

Da pena comprobar una y otra vez que los canariones "grancanarios" prefieren recurrir a argucias para descalificar al periódico que se ha convertido en la voz que clama por la libertad del pueblo canario. ¿Cómo se puede provocar el odio de un magistrado hacia una persona y una empresa, todo ello con la torticera intención de que no se admita una demanda?

Volvemos a lo que ya hemos dicho: para Canarias no hay más alternativa que la libertad o el desastre. Lo que pide EL DÍA y su editor para esta tierra es libertad, libertad y libertad, porque la libertad es el don más grande de un ser humano después de su propia vida. Libertad y leyes adecuadas a los tiempos actuales y a nuestra forma de ser. Leyes acordes asimismo con la situación geográfica del país soberano que reclamamos.

No podemos estar al albur de los políticos de Madrid. Las medidas expuestas por Rajoy en el debate sobre el estado de la nación española, aunque bien intencionadas, son de carácter macroeconómicas. Las microeconómicas, como las rebajas fiscales para fomentar el empleo, son pan para hoy y hambre para mañana. Ni siquiera pan para hoy, porque en realidad es pan duro; incomestible porque no se puede masticar.

El empleo se crea con algo tan simple y a la vez tan fundamental como lo es el despido libre sin indemnización. Se crea evitando que en las empresas manden los sindicatos y los comités. Libertad para despedir y menos impuestos. Esa es la clave para salir de la crisis. Los ingresos de la Administración han de venir por la vía de los impuestos indirectos, cuya recaudación crecerá a medida que lo haga el consumo.