Ramón Méndez me envía unas notas sobre el fraile Salvador Sierra Muriel, orden franciscana menor (OFM), paz descanse, del que hablé yo aquí el otro día. Pretendo arrancar un par de risas al lector cada mañana y así lo alivio -y me alivio- de los del no a todo y de otros acontecimientos fúnebres. El fraile era un punto filipino y Ramón me cuenta que procedía de Gumiel de Mercado, a unos 60 kilómetros de la capital burgalesa. Visitó Ramón la casa de sus padres, familia muy humilde, lo que no era óbice para que el fraile Sierra fuera un glotón converso. Ramón le traía morcilla de Burgos y chorizos caseros que elaboraban sus familiares. Y cuando los recibía le daba a mi comunicante su especial bendición y lo mandaba a comprar pan de pueblo para hacerse los bocadillos el cabrón del fraile. Una vez lo cargamos en el Chino de la calle de La Marina, casa Alonso, y después salimos unos cuantos en procesión, calle a través, hartos de whisky, con el fraile a la cabeza enarbolando un crucifijo enorme que luego le regaló a Alfonso García-Ramos. Se lo mamó de la capilla del convento.

2.- Al padre Sierra, me recuerda Ramón, le huían los taxistas porque se metía en ellos y al bajarse no pagaba, sino que les decía a los atribulados asalariados: "Dios te bendiga, hijo mío". Y se iba. Y me cuenta otra anécdota del cura con el Chachán, o Zatán -creo que era con zeta esta vez, no Satán-. Ya saben a quién me refiero, un tipo que insultaba a todo el mundo, cargaba un saco y dormía a la intemperie. Pasó años sin bañarse. Pues se puso de moda el Far West porque daban en los cines "Los Siete Magníficos". Y al Chachán le dio por vestirse de vaquero, con pistolas y sombrero incluidos. El padre Sierra, que lo tenía que sufrir a las puertas del convento, le recriminó que fuera vestido así, sacando la pistola y metiendo miedo a los viandantes. A lo que el popular mendigo le dijo: "Mire, padre Sierra, como la película es de largo metraje, me mando a mudar". Y lo dejó con la palabra en la boca.

3.- Vaya tipo el fraile. Y el Chachán casi nadie. Otro día les cuento por qué el fraile le dio un cachetón al fallecido periodista icodense Pérez y Borges, en la redacción de La Tarde, le rompió las gafas y lo insultó. No se le ponía nada por delante. Y eso que iba al periódico a entregar el Evangelio.

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