La situación económica de las empresas que tienen problemas para la terminación de las obras del Canal de Panamá me ha traído el recuerdo de dos vivencias personales, que pueden tener alguna relación trascendente. Algo más que la nostálgica o anecdótica. En 1965, terminaba en esta querida tierra de Panamá una ruta cultural que había iniciado en Méjico, continuando con Guatemala, Nicaragua y Costa Rica. Era director del Instituto de Cultura Hispánica, Gregorio Marañón. El viaje respondía a encuentros y conferencias de diversa índole, que pudieran ser atractivas para aquellos países, en materias, en mi caso, de Filosofía del Derecho general, Introducción al Derecho, y, en concreto, acerca del pensamiento jurídico de Ortega y Gasset, de Recasens Siches, y de egaz acambra, así como del análisis de diversas instituciones, como la familia, el sindicalismo, o la cooperación.

Con este bagaje, llegué un sábado a Panamá. Me puse en contacto con el embajador Pan de Saraluce. Y encomendó a un joven diplomático, que había estrenado un pequeño barco, que me diera un paseo por el Canal. Y así lo hicimos, acompañado por un experto negro, muy atento y adiestrado. Al cabo de una hora, pude disfrutar del recorrido, admirado a derecha e izquierda. os grandes transatlánticos pasaban a nuestro lado, y nuestra barca se bamboleaba de un lado a otro. Acostumbraba a navegar por el río de mi tierra, el Ebro, y empecé a ponerme nervioso. El joven diplomático dejó los mandos del timonel al nativo y nos tranquilizó. Pero llegó un momento en el que no podíamos ver nada. Una intensa niebla alcanzó todo el cauce. Y el problema era el temor a choque con los otros barcos que pasaban cerca de nosotros. Aunque llevábamos instrumentos de orientación, ya no sabíamos cómo regresar o cómo desembarcar. Y este pavor se hizo mayor cuando el nativo se puso a llorar y abandonó los mandos y la brújula. Quedaba la providencia. Hasta que desapareció la niebla. En cuanto pudimos hicimos pie. Agotados y mojados, se llamó al embajador y vino a nuestro encuentro. Era a varias millas de la desembocadura del Canal.

a otra vivencia es de signo contrario. A los pocos días del susto, se celebraba el Día de la Hispanidad. Me habían advertido que la Casa de España en Panamá todavía estaba en manos de seguidores del gobierno republicano en el exilio. Me llegó una invitación para la cena de hermandad. a bandera republicana aún ondeaba. Cené gratamente. uego vino el baile. Pedí que tocaran alguna jota. Al final, terminamos con un "Viva España". Se sacó una bandera de España que, llamado el embajador, a la vista del ambiente, se colocó a la salida y continuó hasta hoy.

*Académico