Ya por esta fecha, primeros de marzo, el padre Fernando Lorente estaba en vilo. Me llamaba muchos días antes para contarme cómo se estaba fraguando la fiesta en el hospital:

-Elsa, ¿ya tiene usted preparado el artículo para el santo de los pobres? No vaya a olvidarse, que los días pasan fugaces y no nos damos cuenta.

Hoy ocupa su lugar el hermano Ramón de la O.H. Me supongo lo atareado que estará con todos los preparativos para el Día Grande, 8 de marzo. "Sembraré mientras es tiempo, aunque me cueste fatiga" -decía el padre Fernando-. Esta "fatiga", firme, ha sido la que nos ha dejado en herencia el autor de "Luz en el camino", que tantos años nos llevó de la mano en este periódico, y de tanto y tanto hablarnos de San Juan de Dios hizo que nos enamoráramos del santo de los pobres, del santo de todos los tiempos, y es que este santo es fácil de entender; un pastor de ovejas, librero en Granada, un hombre que estuvo por dos veces a punto de casarse, un hombre que fue soldado y expulsado del ejército por un testimonio malintencionado... "Habrá verificado Juan su balance personal de la aventura. Ha podido ver la cara a las violencias de la vida, cara inhumana, salvaje y pecadora".

Pero también a su regreso percibió la amistad y la caridad con que le recibieron. Juan ocupa de nuevo su puesto de pastor. Ahora le quedan ocho años de campo por delante. Mientras, la vida rueda. Y es en Granada en un sermón del padre Juan de Ávila, donde nuestro santo ve con claridad a dónde le ha llevado toda la trayectoria de su vida, cómo el Señor le ha marcado el camino de la santidad a base de todos los avatares, de las idas y venidas, del hundirse y salir a flote. Es en este momento de su vida cuando se ganó el título de loco, porque en realidad fue una locura, pero una locura de amor, al conocer y darse cuenta de que era Cristo quien le hablaba en boca de Juan de Ávila.

"El Señor acechó los pasos de Juan hasta atraparlo en su red. Él fue un escogido sin duda. Un contraseñado. Lo marcaron. Lo sellaron. Cazado por una espiral de fuego interior, pareció loco a la mirada de sus convecinos". Juan de Dios me parece un nombre redondo.

Pero cierto poeta fue capaz de mejorarlo. Los poetas participan la divina facultad creadora, les está consentido dar un toque de belleza a los seres de su entorno.

Gerardo Diego le puso a Juan, en Granada, su segundo apellido. Lo llamó "Juan de Dios y del Prójimo". Exactamente, de Dios y del Prójimo. Y es que fue un santo nacido para ayudar a los pobres más pobres. ¡Cuánto bien nos habría hecho en los tiempos que vivimos! A cuántos pobres y enfermos abandonados hubiese recogido en este año 2014.

Nos acercaremos a la función religiosa que se celebrará el próximo sábado, día 8, a las 12:00, para orar ante el altar de este santo de la caridad, patrón de los enfermos y de los bomberos.