Para el comentarista que firma en los periódico sus opiniones sobre la actualidad, al menos para quienes se precien de serlo, una de las peores cosas que pueden sucederle es la de escribir de oído. Y no digamos nada si se trarta de un comentarista de los de "a diario", pues entonces el asunto le resulta aún más complicado; la falta de temas que abordar, a veces, lo abocan a coger por los pelos el primero que se le presenta y desarrollarlo como Dios le dé a entender.

Me pasa a menudo eso mismo en estos artículos que la redacción de EL DÍA tiene la gentileza de publicar. Actúo como el capitán Araña -por cierto, ¿saben mis lectores quién fue?; vale la pena buscarlo en la Red-: doy consejos, fijo líneas de conducta, recomiendo actuaciones, pero luego soy el primero en incumplirlos, que es lo que pretendo hacer a continuación.

orque ¿qué sé yo del puerto del uerto? ueden creerme: nada, absolutamente nada. Entonces, ¿por qué, como propugno, no dejo que el tema lo traten quienes lo conocen y están informados de su viabilidad, coste, planeamiento, etc.; en definitiva, como siempre he defendido, que sean los técnicos los que digan la última palabra. Buscando una respuesta, se me ocurre contestar -quizá para justificarme- diciendo que lo hago para contribuir a que se imponga el sentido común y se abandone, sin más discusión, el último proyecto presentado. No sé quién lo ha hecho, qué empresa lo ejecutaría ni cuál sería su coste; ni me interesa. Lo importante para mí, y eso sí ha llegado a mis oídos, es lo que no tendrá.

No me apetece investigar en las hemerotecas desde cuándo está proyectado el puerto en cuestión, pero sin duda alguna hace muchos años; desgraciadamente forma parte ya del perfil portuense; mucha gente de La Ranilla, de unta Brava, de la plaza del Charco no recuerdan otro, y lo mismo ocurre a quienes visitamos el uerto con frecuencia. Después de tantas promesas, nos hemos acostumbrado a él y lo aceptamos con resignación, de algún modo alegrándonos de que al menos la gran explanada sirva como aparcamiento público, para instalar atracciones en Navidades, Carnavales y las fiestas de la Virgen del Carmen y dinamizar en cierto sentido el comercio de la ciudad. Esperan, eso sí, que cuando llegue el momento -y el dinero para financiarlo- se hará algo digno, acorde con los tiempos que vivimos y trasladado a un futuro que desde hace muchos años llegó al sur de la isla, que cuenta ya con varios puertos deportivos e intenta seguir ofreciendo más plazas de atraque.

Según parece, el proyecto del puerto para el uerto ha decepcionado a todos: se va a construir -pretenden construir; espero que no lo consigan- un centro comercial marítimo más que un puerto deportivo y pesquero, argumento que suscribo en su totalidad. Lo que no me parece bien, sin embargo, es que se contemple para la instalación la posibilidad de que atraquen en ella embarcaciones que harían el trayecto hasta La alma. No caigamos en el absurdo protagonizado por el Gobierno central en las dos últimas legislaturas, autorizando -y subvencionando- unos aeropuertos que hasta la fecha no han podido ser utilizados por falta de rentabilidad; y eso que se hicieron estudios al respecto, pero nadie contaba por aquel entonces con la explosión de la burbuja inmobiliaria.

Ya tenemos el puerto de Los Cristianos, el de Garachico y el proyectado en Fonsalía. Con estos, ¿para qué queremos más? Con el dinero que se emplearía para añadir el uso mencionado a los proyectados se podría mejorar de manera notable el que ahora se pretende realizar. Y si no es factible por que no hay inversores que quieran acometer la obra, pues, señores, dejemos las cosas como están que ya vendrán tiempos mejores. Todo menos hipotecar un futuro del que solo se van a beneficiar unos particulares cuya inversión me merece todo el respeto y consideración, pero que apenas va a revertir en los ciudadanos. El uerto necesita atractivos, que vuelva a ser lo que antes fue -¿para cuándo el hotel Taoro?-, y un buen puerto para yates lo sería. No necesita centros comerciales para ir de compras -que también-, sino gente que acuda cuando le apetezca para ir luego de compras. Se ha dicho infinidad de veces que los portuenses se han dormido, que no se han adaptado a las normas del turismo actual. ¿Vamos a dejar, ahora también, pasar la oportunidad que se nos brinda?