La noticia de la canonización del Padre Anchieta, anunciada por el mismo Papa Francisco, ha llegado a La Laguna en alas de los medios de comunicación. Como ondas en un estanque de aguas tranquilas, se ha ido propagando con una sorprendente rapidez produciendo los lógicos efectos de alegría, especialmente entre los laguneros cercanos a los círculos anchietanos.

Desde nuestro punto de vista, este acontecimiento debería ser una excelente oportunidad para que la ciudad de La Laguna refuerce su reconocimiento al Padre Anchieta, rescatando desde la memoria su presencia en la ciudad a través de las indelebles huellas que el Apóstol del Brasil fue dejando en su trayectoria vital, iniciada en esta ciudad el 19 de marzo de 1534. Los actos que se celebren por este motivo no pueden ser de nuevo como un resplandor efímero que se apaga y se olvida. La Laguna debe recuperar sus galas de ciudad culta y civilizada y cambiar su aparente indiferencia por una nueva actitud decidida a favor del proyecto de la Casa de Anchieta, postergado repetidamente sin razones justificadas. Muchos creemos que este marco daría vida a una ejemplar iniciativa que sin duda sería el nexo entre la Isla y el resto del mundo, con especial carácter entre las comunidades lusa e hispánica. Incumplir este compromiso, diríamos, sería ahora más que nunca difícil de aceptar por cualquier persona de corazón abierto. Sería, en definitiva, tal como lo sentimos, el abrazo que las generosas manos del Padre Anchieta nos ofrecen, actitud magistralmente representada en bronce en la magnífica escultura que preside la encrucijada de caminos que parten desde la ciudad de Aguere.

Ocurre que el eco de estos acontecimientos nos devuelven a la memoria los acuerdos plenarios de nuestro consistorio relacionados con la Casa de Anchieta y su proyecto, aprobados por unanimidad en diferentes mandatos corporativos, muchas veces repetidos y otras tantas incumplidos. Pero la realidad se presenta machaconamente otra vez, induciendo a la reflexión sobre qué se ha debido hacer y no se ha hecho.

Eliseo Izquierdo nos recuerda en este sentido que "en los veintitrés años transcurridos hasta el momento no han imperado sino la indefinición y la ambigüedad, aderezadas casi siempre con buenas palabras" (Anchiétea, 2013, 1, p. 56). Saldar la deuda que la ciudad tiene con el santo y sabio lagunero es ahora inaplazable. Los tres niveles de la administración canaria -Gobierno, cabildo insular y Ayuntamiento de La Laguna- tienen ante sí la responsabilidad de facilitar con su gestión que se haga realidad este deseado proyecto. Seguramente van a tener en cuenta que la mirada vuelve a centrarse en la casona de la bella plaza del Adelantado, que encierra un valor incalculable, más allá de sus muros.