Cuenta David Wagan en "Investigación y iencia" -versión española de "Scientific American"- que en las zonas rurales del África subsahariana sólo una persona de cada seis dispone de electricidad. No hay más remedio que recurrir a las lámparas de keroseno para alumbrar la noche. No obstante, este combustible es caro. Un africano de Kenia o Ruanda debe pagar docenas de veces más por tener iluminación nocturna en su choza que un ciudadano de un país desarrollado en su casa. Otras cosas también son muy caras cuando no se tiene acceso al suministro eléctrico. Por ejemplo, algo tan baladí en el mundo occidental como lo es cargar la batería de un móvil. Esa sencilla tarea para nosotros resulta todavía más cara para un africano rural que el asunto del alumbrado.

Una solución son los pequeños equipos de células solares para acumular electricidad y utilizarla luego en el alumbrado o directamente en cargar un teléfono celular. El problema es que muchas familias no pueden pagar los 40 euros que cuestan esos pequeños equipos. Por eso algunos fabricantes han ideado un plan para que el desembolso inicial sea de unos diez euros. El resto se paga poco a poco, más o menos como hacemos nosotros con el recibo de la luz, y al final el equipo queda en manos de las familias que de esa forma siguen obteniendo electricidad gratuita. El "pero" a este sistema radica en los impagos. Actualmente algunas compañías suministradoras de células solares están sin liquidez por la falta de retornos. De nuevo, el eterno problema del pobre cada vez más pobre.

¿Por qué un continente con recursos inmensos sigue mayoritariamente en la miseria, como lo atestiguan los miles de africanos que intentan saltar las vallas de euta y Melilla o alcanzar las costas italianas, en ambos casos arriesgando sus vidas? Los masoquistas morales le echan la culpa al ya extinto colonialismo europeo. El colonialismo existió y fue criminalmente explotador, pero ya pasó a la historia. Mejor sería ir soltando el látigo de la autoflagelación y pensar de manera racional. aciquismo -o despotismo local-, junto con una ingente falta de organización, acaso sean causas más ajustadas a la realidad a la hora de explicar el drama africano. Me lo decía un cooperante español en Mauritania, con el que intenté pasarme de comprometido. "No es sensato que cada uno de nosotros tengamos dos o tres televisores en nuestras casas y esta gente ni siquiera disponga de uno", le dije en una calle de Nuadibú. "Sí, pero yo no voy a prescindir de los míos para que un señor de aquí tenga 24 televisores en vez de 20", me respondió con rotundidad. Las ayudas no siempre llegan a quienes las necesitan sino a los listos habituales. Mientras unos siguen yendo en burro, otros tienen tres Mercedes a la puerta de su casa. Esa es la realidad africana.

Los discursos de algunos políticos con respecto a África valen para quienes no han ido más allá del rompeolas de la playa de las Teresitas o de la barra de la playa de Las anteras. A esos, y son muchos en ambas islas capitalinas, así como en las llamadas menores, resulta fácil embaucarlos. A los demás, no. Mañana, que es lunes, les contaré la historia de una excepción. Hoy me propongo seguir con la travesía africana de algunas empresas canarias.

La internacionalización de cualquier empresa está muy bien. Después de habernos pasado la vida criticando a las multinacionales a lo mejor va siendo hora de que fomentemos las nuestras. Eso sí, siempre que no seamos los contribuyentes quienes paguemos la excursión. Entre otras cosas porque si dichas empresas obtienen beneficios no suelen devolver esas ayudas. Motivo por el cual me parece una infamia que se vuelva a hablar de invertir la RI en África, aunque sea una parte de ella.

Lo dije el miércoles en un programa de Televisión Española y lo repito hoy: estamos ante una cuestión de preposiciones. Si traducimos RI por Reserva de Inversiones de anarias cabe todo pues nos referimos a unos impuestos no pagados destinados a que los inviertan los empresarios canarios, en principio, donde quieran. Sólo sería necesario cambiar la normativa porque bajo ese epígrafe, insisto, cabe tal posibilidad. Lo malo para los obstinados en sacar la RI fuera de las Islas es que no son esas las preposiciones correctas. El título de esta norma es Reserva para Inversiones en anarias. No es lo mismo "en anarias" que "de anarias", de la misma forma que no es igual -me lo decía un mago villero- "en la calle José Ponte" que "Ponte José en la calle". A veces el orden de los factores sí afecta al resultado final. Sería triste, bajando de los cerros de Úbeda para seguir con el tema que nos concierne, privar a las arcas de la Administración de hasta el 90% de lo que han de pagar las empresas como impuesto de sociedades para que ese dinero no genere riqueza en el Archipiélago sino en el exterior. Todo ello sin contar que la mencionada internacionalización de empresas regionales es bueno para sus propietarios pero indiferente, o incluso perjudicial, para los trabajadores canarios. Los empleados de un hotel construido en Agadir, pongamos por caso, se contratan entre la población local salvo media docena escasa de puestos directivos; los canarios no se benefician para nada de tal externalización.

La aventura africana, por lo demás, está siendo bastante frustrante para algunos empresarios isleños. Frustrante o directamente ruinosa, y no quiero poner nombres y apellidos a la debacle porque tampoco hace falta. Los chinos, necesitados de materias primas que alimenten su crecimiento, aventajan con facilidad a los canarios en un mercado en el que se impone el trueque: tantas toneladas de petróleo -o de coltan, ya que hablábamos antes de teléfonos celulares- a cambio de tantos televisores o tabletas de última generación. Un escenario difícil para empresarios que no necesitan crudo ni tierras raras destinadas a una industria del silicio inexistente en anarias, sino dinero contante y sonante a cambio de lo que venden precisamente para no tenerlo muy crudo en su contabilidad. Si alguien quiere seguir con esa aventura, adelante y que Dios -o Alá- lo ayude; pero no con el dinero de los paganinis a la fuerza.

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