Diversos actos civiles y militares conmemoran el primer aniversario de la muerte del comandante Hugo Chávez, mientras la Venezuela que preside ahora Nicolás Maduro sigue con las jornadas de protestas que comenzaron el pasado 12 de febrero y que hasta ahora han dejado 18 muertos y más de 260 heridos. Mientras Maduro presidía estos actos en compañía de sus fieles aliados, los presidentes de Cuba, Nicaragua, Bolivia y Surinam, Raúl Castro, Daniel Ortega, Evo Morales y Desi Bouterse, miles de venezolanos salían a la calle para seguir manifestándose en contra del gobierno por la inseguridad, por la inflación, por el desabastecimiento de productos y servicios básicos y por la corrupción.

Hablamos, por ejemplo, de que el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV) cifra en más de 21.000 los asesinatos ocurridos en 2013. En sólo un año, y con Nicolás Maduro en el gobierno, alcanzan los 2.000, un dato que los convierte en el tercer país más peligroso del mundo, después de Honduras y El Salvador. Lo mismo ocurre con la inflación, la más alta del planeta, que en enero registró una variación al 3,3 por ciento, y en un año los precios se han disparado más de un 6 por ciento. Si a esto le sumamos las largas colas ante los supermercados para encontrar algunos productos como leche, aceite, o papel higiénico, por nombrar algunos, la situación se torna desesperante.

Doce meses después del fallecimiento de Chávez, y cuando muchos pensábamos que se cerraba un episodio de prolongada incertidumbre política sobre una tierra con la que nos unen muchos lazos culturales, históricos, políticos y económicos, asistimos con preocupación a una realidad que se aleja bastante de ese pensamiento: Venezuela es hoy un país dividido y caótico.

Lo que está ocurriendo en la llamada Octava Isla nos inquieta de forma especial, no sólo por las excelentes relaciones que hemos tenido a lo largo de la historia -salvo algún incidente puntual con el gobierno chavista-, sino también porque este país ha acogido con los brazos abiertos a muchos exiliados y a numerosos inmigrantes españoles, especialmente gallegos y canarios, que conforman la tercera colonia foránea más importante de Venezuela.

Estos lazos de unión nos ha llevado a solicitar en el último Pleno un pronunciamiento del Cabildo de Tenerife de apoyo y solidaridad hacia el pueblo de Venezuela, una propuesta que fue aceptada por el grupo de gobierno, y donde además queríamos trasladar nuestro sentido pésame a todas las familias de las víctimas, y muy especialmente, a la de Wilder Carballo, un ciudadano de origen canario. Por todos ellos pedimos un minuto de silencio.

Además, aprovechamos la ocasión para sumarnos a la resolución de apoyo aprobada en el Parlamento Europeo, donde se condena todos los actos de violencia, la trágica pérdida de vidas humanas y la violación de los derechos humanos. Tal y como expresó nuestro eurodiputado, Gabriel Mato, en su intervención -y que suscribimos palabra por palabra- el pueblo venezolano quiere vivir en paz y en libertad, sin violencia y sin amenazas, y además tiene derecho a ello, como también lo tiene a poder comprar alimentos básicos, a caminar por las calles sin temor a ser asesinados, a no ser perseguidos por sus ideas o encarcelados por manifestarse. Tal y como se apunta en la resolución, la libertad de expresión y el derecho a participar en manifestaciones pacíficas son derechos fundamentales de cualquier persona en toda democracia, y por tanto Nicolás Maduro debería respetar los tratados internacionales de los que Venezuela forma parte, como la Carta Democrática Interamericana.

Creemos que en este país debe prevalecer la defensa de la constitucionalidad, elemento clave para un pueblo que merece participar del crecimiento y la consolidación de la democracia, puesta en duda durante demasiado tiempo. Deseamos que esta situación se resuelva cuanto antes y que el legendario valor y civismo de los venezolanos queden de manifiesto nuevamente. Desde aquí nuestro más afectuoso recuerdo y apoyo.

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