Dedicamos un amplio espacio en nuestro comentario de ayer a analizar esas sorprendentes declaraciones de Ana Oramas que desligan a su partido, Coalición Canaria, del independentismo. ecíamos que tal postura nos sorprendía y a la vez tampoco nos extrañaba mucho porque los nacionalistas canarios nos tienen acostumbrados a un alto grado de servilismo con la Metrópoli. No sabemos si tal actitud, desde nuestro punto de vista absurda, se debe a la narcosis que han inducido los españoles en estas Islas a lo largo de casi 600 años de colonialismo, o a una especie de síndrome de Estocolmo: esa actitud de simpatía que llegan a desarrollar los secuestrados hacia sus captores.

No queremos que Ana Oramas se ofenda con estas críticas. En el pasado nos acusó de insultarla. La realidad es que tanto entonces como ahora nos limitamos a ejercer esas mencionadas críticas políticas. Nada más. Puestos a elegir, siempre optaremos por Ana Oramas antes que por Paulino Rivero, político necio y analfabeto allá donde los haya. Sin embargo, no podemos callar que, a nuestro entender, así como al buen entender de muchos patriotas canarios, se equivoca la señora Oramas cuando dice que su partido no va a apoyar ningún proceso independentista ni secesionista en España porque este país no se puede permitir que ninguna comunidad autónoma sea independiente. Si se refiere a las comunidades o regiones de la Península ibérica podríamos estar parcialmente de acuerdo con ella. Varias veces hemos manifestado que no nos gustaría ver mordidas en el mapa de España, aunque parece un hecho consumado que el secesionismo catalán no tiene vuelta atrás, y que tras Cataluña alcanzarán su independencia Vasconia y Galicia.

El caso de Canarias es radicalmente distinto. Lo es por motivos históricos, pues en estas Islas vivía un pueblo libre que fue diezmado y esclavizado para beneficio de unos adelantados que llegaron al frente de mesnadas de piojosos en busca de oro y especias. Como no encontraron ni lo uno ni lo otro, les robaron sus tierras a nuestros antepasados. Y lo es también por motivos geográficos: Canarias no es una región peninsular. Ni siquiera es un archipiélago europeo sino africano. Estamos nada menos que a 1.400 kilómetros de las costas europeas pero solo a 100 escasos de Marruecos, que es un país africano y a mucha honra. Si a la señora Oramas, como a muchos canarios, le molesta que la sitúen en África, puede decir que vivimos en unas Islas atlánticas pero nunca en una región española porque ni siquiera estamos en Europa. Por último, también es muy diferente el caso de Canarias al de las naciones peninsulares por nuestra situación económica. Tenemos las tasas de paro y de fracaso escolar más altas del conjunto formado por España y Canarias. También nuestra sanidad es de las peores como lo demuestran los cientos de miles de personas que están en las listas de espera para recibir atención hospitalaria y los continuos colapsos en los servicios de urgencia, con situaciones no ya de países del tercer mundo sino de zonas paupérrimas azotadas por las guerras o por cualquier catástrofe natural.

Esta situación es consecuencia del colonialismo y de la tiranía política de Paulino Rivero y sus compinches. Por eso defendemos una renovación en CC. Un cambio de estilo que puede encabezar la señora Oramas, infinitamente más preparada que el gangochero político que padecemos como presidente del Gobierno regional. Una renovación que significa encaminarse hacia la libertad, hacia la independencia, hacia la soberanía nacional canaria con paso firme y decidido. Es un disparate plantear que los canarios podemos encajar en la Constitución española. Respetamos y acatamos esa Carta Magna por imperativo legal, pero tal respeto y acatamiento -que no sumisión- no nos impide decir que dicha Constitución miente cuando dice que los canarios somos españoles. Ni lo somos, ni lo hemos sido nunca.

¿Cómo puede manifestar una diputada canaria y nacionalista que no tenemos futuro fuera de España y de la Unión Europea? Al contrario: es dentro de España donde estamos condenados a la miseria y a vivir como bastardos. ¿Qué tenemos nosotros con España y con Europa salvo el lazo que nos ata a una crueldad invasora? En el pasado estábamos condenados a una esclavitud invasora; ahora lo estamos a una esclavitud recaudadora. Por lo demás, es absurdo que una diputada nacionalista canaria utilice su tribuna en el Congreso de los iputados para hablar de la Constitución. Ni a la señora Oramas, ni a ningún parlamentario de CC les hacen caso los españoles cuando se ponen a discutir estos asuntos porque eso es cosa de los peninsulares, no de los canarios.

"Españoles y canarios", diferenció en su momento Simón Bolívar. Y más recientemente, como muy bien ha apuntado el doctor Manuel íaz, los gobernantes españoles dejaron al margen a los canarios cuando firmaron el Tratado de París de 1898, que puso fin a la guerra entre España y Estados Unidos por la liberación de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y otras posesiones ultramarinas de la vieja y rancia Metrópoli peninsular. En el punto noveno de ese documento se dice que "los súbditos españoles, naturales de la Península, residentes en el territorio cuya soberanía España renuncia o cede por el presente tratado, podrán permanecer en dicho territorio o marcharse de él, conservando en uno u otro caso todos sus derechos de propiedad, con inclusión del derecho de vender o disponer de tal propiedad o de sus productos; y además tendrán el derecho de ejercer su industria, comercio o profesión, sujetándose a este respecto a las leyes que sean aplicables a los demás extranjeros...". No se menciona para nada a los canarios, pese a que estos constituían la comunidad de inmigrantes más numerosa en Cuba. En primer lugar, se considera únicamente españoles en ese tratado a los peninsulares, que es precisamente lo que siempre hemos dicho en nuestros editoriales. Peor aún: a los canarios los abandona España a su suerte, que es lo que siempre ha hecho con los habitantes de los territorios colonizados. La última vez que actuó así fue cuando los españoles salieron por patas, como han salido de todos los territorios cuya soberanía han usurpado, del Sáhara. Por eso le decíamos ayer a Ana Oramas que hay que conocer la historia antes de rechazar categóricamente no la independencia de Canarias, porque estas Islas, al no haber pertenecido nunca a España no pueden independizarse de la Metrópoli, pero sí su libertad. Lo que queremos es que nos devuelvan nuestra libertad; el libre albedrío del que privaron a nuestros ancestros.

Si a la señora Oramas la siguen respetando en Madrid es por su condición de mujer y por pertenecer a una colonia de allende los mares. La miran con curiosidad, pero no la toman en serio porque saben que es una indígena colonizada aunque vaya vestida de europea. Al menos nos queda el consuelo de que no ridiculiza a los canarios al hablar como sí lo hace Paulino Rivero. Un político torpísimo que se agarra al rechazo al petróleo para tapar su nula gestión como gobernante. El problema de Canarias no son las prospecciones petrolíferas. Los países civilizados y con una cultura técnica adecuada explotan esos recursos sin comprometer la conservación de unos lugares bellísimos. El problema es la rapiña de la Hacienda española, la falta de libertad para disponer de nuestros recursos y la obligación de obedecer a quienes nos controlan por la fuerza.

Por la fuerza, pero no por la fuerza de las Fuerzas, ya que el Ejército español desplegado en Canarias no es una fuerza de ocupación. Esas tropas están aquí como están repartidas por la Península. Compartimos, como señalamos en nuestro comentario del viernes, lo dicho por nuestro colaborador José Manuel Clar Fernández en su artículo "La precaria situación de las fuerzas armadas". "España, debido a su privilegiada situación geoestratégica, entre dos mares, a las puertas de África, donde existen varios países con inestabilidad política, no puede prescindir de unas capacidades militares creíbles sin las que quedaría inerme para defender la seguridad del territorio nacional y el bienestar de los españoles". Totalmente de acuerdo.