Hemos dicho en infinidad de ocasiones que respetamos a la Justicia, a los jueces y a sus sentencias, aunque nos reservamos el legítimo derecho de recurrir aquellas con las que no estamos de acuerdo. El respeto a la autoridad judicial es para nosotros un dogma de fe. Criticamos las sentencias que nos afectan cuando consideramos que no son justas y, como acabamos de manifestar, las recurrimos, pero las acatamos. Actuamos de esta forma incluso cuando consideramos que un magistrado o una magistrada en concreto -y no toda la Magistratura en su conjunto- utiliza dos varas de medir: una para nosotros y otra para los demás ciudadanos. No nos llevan estas injusticias a desconfiar de la Justicia pues sabemos -los años aportan mucha experiencia y este periódico lleva más de un siglo saliendo a la calle- que siempre hay ovejas negras, pero sí a pedir que se nos trate con la debida equidad.

Afirmamos que se emplea con nosotros una diferente vara de medir cuando una jueza bendice la infamia de que otro periódico diga que EL DÍA miente al informar a sus lectores sobre la mansión que se han construido en El Sauzal Paulino Rivero y su esposa Ángela Mena, ambos desempeñando en la actualidad un cargo político y, por lo tanto, sujetos a las críticas periodísticas en su vida pública, pues en su intimidad nunca hemos entrado y jamás lo haremos. Tras las acusaciones de falsedad de ese periódico de Las Palmas publicamos una fotografía del conocido programa Google Earth -aplicación informática universalmente conocida que está al alcance de cualquiera con acceso a Internet- en el que se apreciaba el tamaño de la casa del presidente del Gobierno de Canarias en relación con las adyacentes, en una urbanización en la cual las viviendas ya son en sí mismas grandes. Inmensa entre las grandes, cabría decir. No solo esa oportuna imagen daba cuenta del boato del presidente regional. También recogimos el testimonio de algunas personas que habían trabajado en la construcción del palacete. Personas que hablaban de un auténtico lujo asiático.

No estamos en contra de la riqueza de los países y de sus habitantes. No somos comunistas de la antigua Unión Soviética o de Cuba. Sin embargo, no es Paulino Rivero un Bill Gates, un Amancio Ortega o un Carlos Slim, por citar al actual triunvirato de prebostes mundiales. Rivero era un simple maestro de escuela antes de dedicarse a la política. Un digno maestro de escuela, porque esa profesión es tan cabal como cualquier otra, pero nada más. Nadie lo conocía, nadie sabía de él. Sus humildes orígenes -él mismo presume de que su madre era una gangochera- son igualmente muy honrosos porque tiene mayor mérito quien triunfa habiendo nacido en una cama pobre que quien lo hace tras venir al mundo en un palacio. Lo indigno es avergonzarse de sus orígenes una vez que está uno aupado a la fama y a la riqueza no por un éxito en el mundo de la empresa y los negocios, como es el caso de los tres multimillonarios que acabamos de citar, sino después de una larga actividad política. Lo ético es dedicarse a la política para ayudar a los demás y favorecer el bien común, no para acabar viviendo en una mansión cuando miles y miles de canarios han perdido sus viviendas mucho más humildes por culpa de una crisis de la que ellos no tienen ninguna culpa. Una crisis ya superada en el mundo desarrollado salvo en España y en Canarias. En Canarias seguimos en un pozo negro por culpa del colonialismo y de la mala gestión política de Rivero y sus compinches. Esas son las razones de que miles de nuestros compatriotas pasen hambre.

¿acia dónde miran algunos jueces y, especialmente, algunas juezas? Dice el refrán que no hay más ciego que el que no quiere ver. Procura Paulino Rivero que no perciba el pueblo canario sus necedades como político. Para ello subvenciona a periódicos fáciles de comprar -con EL DÍA no ha podido- o se granjea la amistad de periodistas no sabemos a cambio de qué. No lo sabemos pero lo imaginamos, porque también dice el refranero que más sabe el Diablo por viejo que por diablo. No es extraño que uno de esos periódicos -un rotativo de Las Palmas que ya no saldría a la calle sin los contratos que mantiene su empresa para surtir de contenidos amables con Rivero y su camarilla a los informativos de la Televisión Canaria- mantenga que falseamos la verdad incluso después de haber publicado EL DÍA las fotos de la mansión. Ese servilismo entra en la nómina de un periódico cuyo nombre no citamos porque mencionamos el delito pero no identificamos al delincuente. Lo que nos extraña es el comportamiento del Ministerio Público, alineado con el defensor de ese periódico canarión en el juicio por la demanda que hemos interpuesto. En algunos momentos de la vista no estábamos seguros de si al periódico que hemos demandado lo defendía su abogado o la fiscal. Durante todo el informe del abogado de la defensa, la fiscal se mantuvo complaciente y con gestos de aprobación en todo lo que alegaba el letrado defensor. Una exposición que se limitaba casi siempre a defender al presidente del Gobierno autonómico, y a acusar a José Rodríguez de racista, xenófobo, independentista y de denigrar a cierto tatarita. ¿Es esta la Justicia justa que nos corresponde? ¿O es que somos perseguidos por nuestras ideas en la colonia de un país que presume de demócrata? Esta actuación fue contemplada no solo por el actor o demandante, sino por la concurrencia de la sala entre la que se encontraban alumnos en prácticas, que fueron los que primero dudaron de si al demandado lo defendía su abogado o la fiscal.

Esto tiene que cambiar. No obstante, todo seguirá igual mientras sigamos dependiendo de un Gobierno que no está en Canarias sino en Madrid; nada menos que a 2.000 kilómetros de estas islas. Tenemos un Gobierno regional que no nos sirve porque actúa como una marioneta de los españoles. Ya se habla de constituir un Gobierno canario en el exilio que lleve nuestras demandas de independencia, de libertad -porque independientes de España lo hemos sido siempre, aunque estemos sometidos desde hace casi seis siglos-, a los foros internacionales. Nos referimos a las Naciones Unidas, cuya Resolución 1.514 relativa a la descolonización de los pueblos sigue vigente y afecta a Canarias por mucho que lo niegue un godo pretencioso, y también a la Unión Africana. E incluso a la UE. ¿Por qué no? España no puede legitimar su ocupación colonial de nuestro Archipiélago, además de la rapiña fiscal a la que nos somete, ante ninguno de esos organismos internacionales.

Los gobernantes españoles están haciendo cuanto está de su mano para que se realice lo que se dice: que antes o después se producirá en Canarias un estallido social de incalculables consecuencias. La primavera árabe comenzó por un abuso policial contra un humilde vendedor ambulante de Túnez. Unas simples manifestaciones de protesta en la capital de Ucrania llevaron, semanas después, a que Crimea consiguiese su libertad, como la conseguirá Cataluña y la logrará Canarias en cuanto se lo proponga el pueblo canario, pues contamos con todo a nuestro favor. Nos ampara la historia porque nuestros antepasados sufrieron un auténtico genocidio; un delito de lesa humanidad que a día de hoy continúa sin ser reparado. Nos ampara la economía, porque jamás saldremos de la miseria mientras estemos saqueados por la Metrópoli y mientras España nos imponga sus vetustas leyes laborales y fiscales. Nos ampara también la Justicia, porque es una iniquidad que sigamos dependiendo de un país situado en otro continente.

No nos merecemos un Gobierno sustentado por un partido que se declara nacionalista pero que se niega a pedir la independencia de su tierra. ¿Qué clase de nacionalismo es ese? Por muy legítimo que haya sido su acceso a la presidencia regional, ¿qué legitimidad moral tiene para gobernar Rivero si no fue él quien ganó las últimas elecciones ni tampoco las anteriores? ¿Cuánto tiempo más vamos a seguir chapoteando en este pozo de maldad, de despotismo y hasta de corrupción política?