No pierde ocasión Paulino Rivero de dejarse ver entre los altos políticos del Estado español pese a que él, no nos cansaremos de decirlo hasta que dimita y se marche de estas islas, no es un hombre de altura en ningún sentido. No es ni un intelectual, ni un mandatario de reconocido prestigio. Ayer lo vimos por televisión en el funeral de Adolfo Suárez al lado, por cierto, de José Manuel Soria; el ministro canario a quien, aun no siendo persona con la que coincidamos ideológicamente, consideramos muchísimo más formada que el presidente del Gobierno regional. Presidencia que ostenta Rivero, también eso lo hemos dicho en numerosas ocasiones, de una forma legítima pero políticamente inmoral porque no fue su partido, ni tampoco el partido que lo apoya en el Ejecutivo autonómico, los que ganaron las elecciones.

¿A qué va tanto Paulino Rivero a Madrid? Si es para representar a los canarios, mejor se ahorra el viaje -y el dinero público que gasta en sus desplazamientos- porque somos un pueblo muy digno para estar representados por alguien que nos avergüenza cada vez que abre la boca. Estamos en manos de un político que no sabe hablar.

Por lo demás, le profesamos un gran respeto a Adolfo Suárez, artífice de la reinstauración de la democracia en España, aunque no fue el único. Su interés por Canarias fue muy grande. Recordamos que puso en marcha el puerto de Garachico, inmediatamente paralizado por el PSOE cuando Felipe González ganó las elecciones que llevaron a los socialistas al poder en octubre de 1982. El socialismo ha sido cicatero, y diríamos que hasta nefasto, con Tenerife y con Canarias. No olvidemos que algunas infraestructuras importantes para esta Isla están sin hacer por culpa de políticos socialistas. No obstante, y a pesar de esos indudables gestos con Canarias, lo que más siguen necesitando estas Islas es su libertad. Su independencia, pese a que nosotros preferimos emplear el término libertad porque independientes de España lo hemos sido siempre aunque llevemos seis siglos de sometimiento colonial. El auténtico canario nunca se ha identificado con el peninsular. Lo admite, porque el carácter del isleño es de naturaleza hospitalaria, y lo acepta en su sociedad siempre que no actúe con prepotencia, pero al mismo tiempo sabe que es una persona foránea porque los canarios no somos españoles. A quien nunca admitiremos es al godo. Todo lo contrario de lo que fue Adolfo Suárez, que siempre se comportó, insistimos, con una grandísima generosidad con esta tierra nuestra. Suárez fue el presidente de Canarias.

En los tiempos de la transición desde la dictadura hacia la democracia las urgencias políticas eran otras. Había que desmontar una dictadura que siempre reprobaremos porque no nos gustan los regímenes autoritarios y porque sufrimos sus embates en nuestra propia casa. Sin embargo, hemos de reconocer que durante el franquismo no había tantos políticos corruptos como ahora. Esa premura por implantar un sistema de libertades impedía hablar a fondo de un hecho para nosotros crucial: la recuperación de la libertad perdida por nuestros antepasados cuando fueron vilmente invadidos.

Han pasado los años y España posee un sistema democrático consolidado, pese a que sigue siendo un país atrasado en el contexto europeo. Ahora sí es el momento de reclamar la independencia de Canarias. Les deseamos lo mejor a los españoles de cara al futuro, pero este Archipiélago ha de seguir su camino porque es eso lo que nos conviene y también porque es lo que históricamente nos corresponde. Si los actuales gobernantes españoles saben tener con Canarias la generosidad que tuvo en su día Adolfo Suárez, si la transición de poderes entre la Metrópoli y la futura nación canaria se realiza de la misma forma en que se hizo la antes mencionada transición política española, España tendrá en Canarias un país amigo que conservará su lengua y sus lazos culturales. En definitiva, habrá un buen entendimiento de igual a igual entre dos naciones libres. En caso contrario, no sabemos qué podrá ocurrir. No habrá violencia, porque el pueblo canario jamás ha sido violento, pero sí un clarísimo rechazo hacia todo lo español. Un repudio generalizado que incluiría rechazar el uso del castellano como idioma.

Se habla mucho en estos días sobre la importancia de recuperar el espíritu de diálogo. Pensamos que ha llegado el momento de aplicar ese diálogo y ese consenso propio de Adolfo Suárez para que se materialice un acto de justicia como lo es devolverle a Canarias lo que tan injustamente le fue arrebatado: su libertad.