¿Qué interés puede tener un debate sobre el estado de la nacionalidad canaria en el Parlamento autonómico? Ninguno. Empezando por la denominación, engañosa en sí misma ya que estas Islas no son a día de hoy una nación sino una ignominiosa colonia española, y siguiendo por el contenido de los discursos todo es un engaño. Un timo en el que Rivero, siempre protagonista de cualquier película sobre lo mal que va Canarias, subió a la tribuna de oradores para gesticular grandilocuentemente, tratando de ser lo que no es: un hombre de Estado.

Nos da pena tener que expresarnos en estos términos. Sentimos lástima no por él -le deseamos lo mejor como persona pero no lo queremos como político- sino por el pueblo canario. Por los patriotas que confiamos en él -también nosotros lo hicimos-, a los que ha defraudado pues con el paso del tiempo ha mostrado lo que realmente es: un falso nacionalista. Ahí están las hemerotecas para corroborar cuánto apostamos en el pasado por Paulino Rivero como el líder adecuado para guiar a los canarios hacia la consecución de su libertad. Todavía recordamos los tiempos en que afirmábamos que era el político adecuado para presidir la comisión mixta de traspaso de poderes entre la Metrópoli y la futura nación canaria. Cuánto desengaño por nuestra parte.

A estas alturas estamos más que convencidos de que la independencia, la libertad -reiteramos que nos gusta más hablar de libertad- no llegará de la mano de los actuales responsables de Coalición Canaria. Vendrá de los patriotas que militan en esa formación política, aunque hoy están marginados y hasta amordazados por el aparato dirigente, así como de otros canarios auténticos encuadrados en las filas de otros partidos sin representación en el Parlamento regional, pese a su probada sinceridad en la lucha pacífica por conseguir lo mejor para estas islas. Canarios auténticos cuya voz no se oyó ayer en la Cámara legislativa de este Archipiélago por culpa de una ley electoral que no dudamos en calificar como la más injusta del mundo. Será legal, pero es injusta y moralmente inaceptable.

La independencia, la libertad es un derecho que tenemos como canarios porque nuestros antepasados vivían libres antes de que fuesen invadidos por las tropas regulares de Castilla y los mercenarios de otras regiones peninsulares que las acompañaban. Sin embargo, no por mucho derecho que tengamos a recuperarla nos van a devolver la libertad de buena gana, y por iniciativa propia, los gobernantes españoles. Madrid no quiere perder esta finca porque le aportamos pingües beneficios a la Metrópoli. El debate sobre el estado de la nacionalidad iniciado ayer en el Parlamento de Canarias constituía una oportunidad más -una de tantas ocasiones perdidas en los últimos años- para denunciar que somos una colonia. Para proclamar urbi et orbi que Canarias no es una comunidad autónoma española -eso es un vil disfraz- sino el último país colonizado que queda en África. Lejos de eso, Paulino Rivero se puso a hablar de lo mal que estamos pero omitiendo cualquier reconocimiento de su culpa por su parte en el hecho sangrante de que estas Islas tengan casi 400.000 parados, de que haya decenas de miles de personas en las listas de espera, de que existan vergonzosas y vergonzantes colas del hambre y de que los jóvenes tengan que emigrar a buscar en tierras extrañas el sustento que les niega la suya propia.

Qué ocasión perdida por Paulino Rivero para tener la valentía de reconocer que estamos en un pozo negro por culpa del colonialismo y también por su mala gestión y la de su Gobierno de perdedores. Qué bien hubiese quedado este hombre ante el pueblo canario si hubiera anunciado su dimisión por reconocerse incapaz para resolver los problemas que nos acucian diariamente. Qué grandeza la suya si en esa tribuna regional hubiese expresado su deseo de que sea éste el último debate sobre el estado de la nacionalidad porque a partir de este momento emplearía todos sus fuerzas en conseguir que Canarias sea una nación con su Estado; es decir, que el próximo año se celebre un debate sobre el Estado de la nación -no de la nacionalidad- canaria.

¿Estamos soñando o pidiéndole peras al olmo? Preferimos soñar, como lo hacía Estévanez a la sombra de su almendro, con una tierra nuestra, libre, dueña de sus recursos y orgullosa de sí misma.