Le reclama el Ministerio de Fomento 50 millones de euros al Gobierno de Canarias. Aseguran los responsables de este Departamento que el Ejecutivo regional no ha aclarado el destino de esta cantidad de dinero, transferida al Archipiélago durante los últimos años. Por su parte Inés Rojas, consejera de Vivienda del Gobierno autonómico, asegura que esos millones están absolutamente justificados, por lo cual se siente sorprendida ante las declaraciones de la ministra Ana Pastor.

Este es el resumen de lo más importante de dicha noticia, publicada en nuestra primera página de ayer. En primer lugar, ¿quién es una ministra del Gobierno de España para pedirle cuentas al Ejecutivo canario? ¿Qué son 50 millones de euros, en el caso de que dicha reclamación tenga fundamento, frente a los cientos, incluso miles de millones, que se lleva cada año de estas islas la Hacienda española? Por cierto, estos días comienza la campaña de recaudación del IRPF. El impuesto que se nutre de lo que los canarios han ganado con el sudor de su frente. Si este pueblo no estuviese tan aplatanado, a estas horas ya habría en la calle manifestaciones para pedir el cese de la ministra Ana Pastor por imprudente y entrometida. Hace falta tener caradura política para reclamarles a estas Islas una ínfima parte del expolio que sufren cada año en el supuesto, también insistimos en este punto, de que dicha reclamación esté justificada.

Lo peor es que el Gobierno de Canarias mantiene la actitud propia de un lacayo frente a los caprichos del Gabinete de Mariano Rajoy, al igual que lo hacía en la legislatura anterior con el de Rodríguez Zapatero. Ocurre esto porque dicho Gobierno autonómico está en manos de un partido falsamente nacionalista y de otro estatista que vela mucho más por los intereses de los peninsulares que de los canarios. El PSOE nunca ha sido generoso con esta tierra. Lo fue en su día el hoy tan recordado Adolfo Suárez. Sin embargo, apenas ganaron los socialistas las elecciones en el mes de octubre de 1982 se dio la vuelta la tortilla. Hasta las obras del puerto de Garachico fueron paralizadas cuando ya estaban iniciados los trabajos previos. Las paralizó un socialista canarión que no es Jerónimo Saavedra.

A los catalanes el Gobierno de España no les reclama dinero. Al contrario: ahora les están ofreciendo unas nuevas negociaciones sobre la financiación a ver si consiguen que retiren la convocatoria de la consulta independentista. Mientras tanto, en Canarias, Paulino Rivero cacarea como un gallo desplumado pero nadie le hace caso. Nunca le han prestado la menor atención en Madrid porque no consideran que sea un político con categoría. Si no se ríen de él en su propia cara es por respeto.

Qué distinta sería la situación, lo decimos una vez más, si el Parlamento de Canarias aprobase una declaración de independencia. Entonces todos los ojos políticos de la capital de la Metrópoli se volverían hacia nuestro Archipiélago. Serían ojos con miradas temerosas de que se les acabe pronto el control que mantienen desde hace casi seis siglos sobre esta productiva finca canaria. Ni siquiera sería necesaria una declaración institucional del Parlamento. Bastaría con que un alcalde, un presidente de cabildo o cualquier político insular que ostente un cargo significativo realizase una declaración exigiendo la libertad de Canarias para que saltasen inmediatamente las alarmas en Madrid. Entonces sí les harían caso a nuestros políticos en la capital del Reino. Mientras tanto, se seguirán riendo de personajes políticamente histriónicos como Paulino Rivero aunque, insistimos, por delante le muestran cierto interés hacia los problemas de las Islas por una mera cuestión de educación.

Razón de más para prescindir de esta clase política corrompida y obsoleta. Hace tiempo que reclamamos la incorporación a las tareas públicas de personas con las manos y la mente limpias. Hombres y mujeres jóvenes convenientemente preparados para sacarnos del pozo miserable al que nos han arrojado el colonialismo y la traición política de un hombre que, por lo que ha hecho, ya no tiene cabida en Canarias, mucho menos presidiendo un Gobierno regional al que enfanga con su presencia. Paulino Rivero no es la solución a nada sino el problema; es la causa de todos nuestros males. Y todavía quiere repetir como candidato a la presidencia. ¿Es que todo el mundo se ha vuelto loco en Coalición Canaria?