1.- He sacado de un baúl -y ya no me quedan más baúles, los he ido purgando todos- toneladas de tarjetas de visita no clasificadas y que he ido reuniendo a lo largo de mi vida como periodista. Es algo muy interesante, porque he hecho dos clasificaciones: tarjetas de vivos y tarjetas de muertos. Y las de muertos son una tonga ingente; y las de los vivos, o al menos que yo creo que lo están, porque a muchos les he perdido la pista, ocupan menos espacio. Servidor guardaba cantidad de tarjetas clasificadas en tarjeteros, pero ahora me han salido todas éstas, que procederé a ordenar. Son manías de viejo esto de tenerlo todo acotejadito. Jamás me he podido librar de mi propio orden, que es algo absolutamente inaguantable porque guardas las cosas tan bien que no encuentras nada jamás. Es verdad lo que dicen los tipos desordenados: "Déjalo así, que yo sé dónde está todo". Lo encuentran antes que tú. El otro día tiré como diez enormes cajas de papeles en distintos puntos de cierta carretera; eran papeles desde el año 75 ó 76 en adelante, imposibles ya de guardar. Me dijo el asesor que dejara los del 2002 para acá, pero no le hice puto caso. Los asesores están para que uno no les haga caso.

Salvé de la quema un centenar de documentos curiosos que me interesaban y ya está Desi encuadernándomelos primorosamente, como hace ella siempre. Le dije a una de mis hijas: "Y ustedes, ¿qué van a hacer con todo esto (artículos, cartas, documentos)?". Y Cristina me contestó: "No se te ocurra tirar nada que yo quiero conservar tu archivo". Bueno, lo que queda, porque las fotos las guardan en la Biblioteca de Garachico y los libros en la del Puerto de la Cruz (una buena parte, todavía me quedan muchos).

3.- En fin, que me aligeré bastante de papel la semana pasada, que ya era hora porque me ocupaba mucho sitio inútilmente. En la euforia apareció un cajón lleno de fundas de bolígrafos y de plumas, pero vacías porque los bolígrafos y las plumas los tengo yo. A ver si concilio unas con otros y los dejo que vivan en sus cajas el descanso eterno. Eso de guardarlo todo es un suplicio. Tenía hasta manuales de productos que ya no existen. Por cierto, me acaban de regalar una antigua cámara, muy bonita, del viejo Canal 7 del Atlántico. ¿Para el museo?

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