Andan enfadadas en estos días de Semana Santa las organizaciones de laicos por el hecho, para ellos en absoluto baladí, de que en un país aconfesional, como se supone que lo es este, sigan saliendo procesiones con tanta pompa, tanta circunstancia y, en algunos casos, tanto acompañamiento de autoridades locales. Ítem más, saca de quicio a estas organizaciones que determinados ayuntamientos sigan subvencionando a las cofradías. Me llega un correo con el nombre de uno de estos municipios, andaluz por más señas aunque no voy a citar su nombre, que ha destinado 36.000 euros a las hermandades de capuchinos y gente así pese a que en esa no nombrada localidad hay miles de parados. Consideran los laicos que tal cantidad de dinero debería destinarse a generar empleo público.

Puestos a gastar bien los recursos del erario, lo propio sería que dicha cantidad dejase de recaudarse mediante impuestos. Así tanto los particulares como los empresarios tendrían más euros en el bolsillo. Unos para incrementar el consumo, producir más actividad empresarial y fomentar la contratación de trabajadores, y los otros, los empresarios, para no tener que despedir a tanta gente por una caída acusada de los ingresos pero no de las cargas fiscales. No obstante, a los laicos, ya que en esto van de la mano de los progres, lo que les interesa no es que prospere la iniciativa privada, que florezca la clase media y que cada hijo de vecino pueda ganarse el sustento sin que necesite un subsidio de su ayuntamiento o gobierno autonómico. A los laicos, a los progres y a los sociatas doctrinariamente impolutos pero que no se suben a otro coche que no sea un Mercedes -los BMW ya se les quedan pequeños- ni viven en un chalet sin piscina y a ser posible cancha de tenis, ni entran en restaurantes si no sirven en ellos opíparas mariscadas, a esos paladines del proletariado lo que les incumbe no es la libertad de la gente sino su dependencia pues, a fin de cuentas, quien come en mi pesebre hace lo que yo le digo, vota a quien yo quiero y dice lo que a mí me conviene o, simplemente, deja de comer.

Esto es lo de siempre. Lo de ahora, lo de cada Semana Santa, va más o menos por el mismo camino. A los laicos no les gustan las procesiones de estos días, pero sí las vacaciones. Tampoco les gustan las Navidades, pero no por ello se quedan trabajando. En el caso de Andalucía, ya que sigo teniendo delante el correo-e de unos laicos gaditanos, este año la Semana Santa ha desplazado a la sevillana Feria de Abril que se celebrará no en el mes que indica su nombre sino en mayo; concretamente entre el 6 y el 11 de mayo para que medien por lo menos quince días desde el final de la Semana Santa. Al ayuntamiento hispalense le parecía demasiado descarado unir un asueto con otro porque claro, luego viene Duran Lleida y dice, con más razón que un santo de paso procesional, que a los señores del sur les pagan la vida, vía PER, para que se pasen la mañana -o el día entero- en el bar.

Entre unos y otros, qué esperpento de país.

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