¿Puede sorprenderse alguien de que Canarias esté en el punto rojo del paro europeo, como destacábamos ayer en nuestra primera página? ¿Cabía esperar otra cosa en unas Islas colonizadas y esquilmadas desde hace casi seis siglos? También incluíamos en nuestra portada de ayer otra noticia desesperanzadora: "Los pacientes esperan de media casi 90 días por una consulta en el HUC". Algunas de las personas que están en las listas de espera para recibir atención hospitalaria -casi 90.000 según los sindicatos, aunque el Gobierno de Canarias reduce esta cifra a menos de la mitad- fallecen antes de que les llegue el turno de recibir atención.

Si alguien piensa que podemos seguir así es que también necesita asistencia médica, pero no en un centro normal sino en un hospital psiquiátrico, como se dice ahora, o en un manicomio, que era la denominación de moda en otros tiempos. Hay que estar loco de remate para pensar que Canarias puede soportar durante más tiempo un paro que afecta a cerca de 400.000 personas, un 47% de ellas sin recibir ningún tipo de ayudas en estos momentos. Mientras los diputados y diputadas del Parlamento autonómico se divierten con juegos florales sobre el REF, la RIC o la reforma del Estatuto de Autonomía -aunque sin pedir jamás la independencia-, el pueblo desfallece de hambre o se muere por dolencias que tienen tratamiento hoy en día. Mientras los falsos nacionalistas de CC van en procesión a Madrid para mendigar limosnas, la Hacienda española hace caja en nuestras Islas mes tras mes. El fisco colonial llena sus arcas más que nunca en estos meses, en medio de la campaña del IRPF.

¿Cuándo se va a echar el pueblo canario a la calle? ¿Cuando no haya remedio? Nada le va a pasar a nadie por manifestarse pacíficamente en las vías públicas. No incitamos a las algaradas sin control que destrozan todo cuanto encuentran a su paso, como nos acusan algunos periodistas indignos de ejercer el noble oficio de informar y opinar, sino a la protesta sosegada pero contundente. Es suicida dejar pasar un día más porque el tiempo corre en contra nuestra, cada vez a más velocidad. Como insistía en decir José Rodríguez, de quien somos sus herederos morales, debemos reclamar, sin temores de ningún tipo, nuestro derecho a ser libres. El pueblo canario es muy digno para seguir sometido a un país extranjero, para más inri situado en otro continente. Ninguna obediencia le debemos a la Metrópoli que nos coloniza. No tenemos por qué regirnos por unas leyes en general, pero sobre todo laborales y fiscales, que no son nuestras porque nos las han impuesto desde 2.000 kilómetros de distancia. Triste es la historia de una nación, como lo es Canarias, pese a que aún no cuenta con su Estado, en la que todas las decisiones importantes las adoptan gobernantes foráneos y lejanos.

Consideraba el anterior editor y director de EL DÍA que hemos llegado a un punto en el que la recuperación de estas Islas será difícil; tal vez imposible. Preferimos pensar, porque la esperanza es lo último que se pierde, que todavía existe una posibilidad de salvación. Preferimos creer -porque, como al poeta, la esperanza nos mantiene- que aún podemos salir de este pozo negro y volver a ser las Islas Afortunadas. Sin embargo, y en eso coincidimos plenamente con José Rodríguez, ninguna alternativa tenemos si no conseguimos la independencia. Nada será posible si no recuperamos la libertad que les fue robada a nuestros antepasados los guanches y si no nos quitamos de encima a los malos políticos que nos gobiernan. Paulino Rivero, el más significativo de todos ellos, debe dimitir y exiliarse. No marcharse físicamente, si bien eso quizá sería lo mejor para él, pero sí desaparecer para siempre de la escena política, porque el daño que ha hecho es muy grande. No nos referimos solo al daño que le ha causado a EL DÍA y a su grupo de comunicación -en algunos aspectos irreparable-, sino a todos los canarios.

Región europea ultraperiférica. Eso es lo que somos para Bruselas. Ultraperiféricos y ultraarruinados. ¿Podemos presumir de esto como lo hacen Paulino Rivero y sus compañeros del falso nacionalismo canario? Ante el empeoramiento de la situación, ¿cambiará de idea Ana Oramas y se decidirá de una vez por todas a pedir la independencia? ¿Llegaremos a ser un país soberano con capacidad para autogobernarnos o seguiremos sometidos a nuestros amos como simples aparceros de la finca de ultramar?