1.- Maravilloso espectáculo el que dio el Real Madrid en Mestalla, el miércoles, en la final de Copa. Maravilloso gol de corriendo 65 metros a 32 kilómetros por hora con un balón en los pies. Este gol pasará probablemente a los anales del fútbol, como algunos de Pelé, Maradona y Zidane. Y otros. El fútbol es demasiado rico como para que la gloria se la lleve uno solo, pero este Madrid es de un poderío fuera de lo común. No sé cómo nos irá en la Champions y en la Liga, pero ya se empieza a ver que el Madrid no debe renunciar a nada, una vez conquistada la Copa del rey. Estuve hasta las cuatro de la madrugada enchufado a Real Madrid TV para ver la llegada del equipo a la plaza de Cibeles y escuchar el clamor de la multitud. Esto empieza a resurgir, porque este año parecía que no había más afición de la del Atlético de Madrid. Por fin ha reaccionado el madridismo.

2.- Confieso que el miércoles me llevé una de las alegrías más grandes que recuerdo, referidas al fútbol. El Madrid, por lo general, juega como los ángeles, si los ángeles jugaran al balompié. Su juego es primoroso, mágico, capaz de levantar a cualquiera de sus asientos por lo vertiginoso, certero y espectacular. La grandeza de este equipo es, probablemente, su verticalidad. Y la impronta de señorío que dejó en él don Santiago Bernabéu de Yeste, el legendario presidente. He sacado de la biblioteca mi viejo Libro de Oro del Real Madrid, que me regaló mi abuelo, para restaurarlo. Ese libro vale realmente oro. Pronto será poco menos que un incunable del fútbol. Bueno, ya será menos.

3.- Cuatro generaciones de mi familia hemos sido y somos hinchas del Madrid. Pero fanáticos. Yo he llegado más lejos y me he hecho socio hace años. El carné se lo regalé a mi sobrino Sergio, que no sé si lo conserva o lo vendió en el rastro; espero que no. Para mí, el "Bernabéu" es un santuario, que frecuento poco porque me pongo muy nervioso. Prefiero ver los partidos por televisión, comiendo chocolate y pistachos. Ya ven, a mis años me conformo con que el Real gane a sus rivales, pero dando espectáculo. A mí el tiki-taka me aburre soberanemente. Y así le va al Barcelona, el pobre, que no levanta cabeza. He enviado el mensaje de los grandes acontecimientos perdidos a mi amigo Vicente Álvarez Gil: RIP Barça.

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