Durante los últimos días hemos leído muchos artículos y hemos oído muchas opiniones sobre José Rodríguez Ramírez, tanto en su faceta personal como en la de empresario de la comunicación. Opiniones de todo tipo aunque en este día preferimos quedarnos con la buena imagen que siempre nos dio como canario amante de su tierra. Tiempo y espacio les sobra a sus enemigos de siempre para zaherirlo con infundios y para tratar de menospreciarlo, sin conseguirlo porque no siempre ofende quien quiere hacerlo.

Si la libertad de pensamiento es uno de los pilares de la democracia, ¿por qué persisten algunos en no respetar la idea sobre la necesaria independencia de Canarias que ha tenido José Rodríguez a lo largo de su extensa vida, aunque haya sido en la última etapa cuando la ha expuesto abiertamente en los editoriales de EL DÍA? Ha tenido que ser en los últimos años de su vida, como decimos, cuando ha expresado libremente su pensamiento porque durante la dictadura era imposible. También lo fue durante los primeros años de democracia titubeante en este país. El editor de EL DÍA tuvo que guardar silencio durante mucho tiempo no por cobardía, como señala un puñado de periodistas fracasados que se empeñan en hablar de lo que no saben, sino, insistimos, por prudencia.

Sin embargo, llegó el momento en el que José Rodríguez consideró oportuno decir lo que sentía sin ambages. Eran sus ideas, pero también las de Leoncio Rodríguez; el hombre que fundó esta Casa hace 104 años. Llegó el momento de exteriorizar esas ideas nobles hacia Canarias y comenzaron los problemas. Contábamos con que a los españoles residentes en las Islas no les haría ninguna gracia que desde las páginas de EL DÍA se hablase de independencia. Eso les suponía perder unas Islas que sus antepasados les arrebataron a los nuestros hace casi seis siglos mediante una invasión sangrienta. Por lo tanto, no cabe hablar de pérdida porque nuestro Archipiélago nunca ha pertenecido a los españoles. Se apoderaron de él por la fuerza y lo han mantenido durante 600 años con diversas argucias, la última de ellas disfrazarnos de comunidad autónoma para engañar a Europa y al mundo. Se puede estar de acuerdo con estos planteamientos o, si no es así, rechazarlos plenamente. La disparidad de criterios, insistimos en subrayarlo, sustenta la democracia. Pensamos que José Rodríguez estaba en lo cierto y por eso hemos mantenido su línea editorial, pero no somos absolutistas ni autoritarios, como lo era el general. Respetamos a quienes piensan lo contrario. Entonces, ¿a cuenta de qué los ataques furibundos que recibió José Rodríguez en los últimos años de su vida?

Solo Dios conoce la respuesta a esta pregunta. ¿Envidia al éxito empresarial? ¿Envidia también ante las numerosísimas distinciones que ha cosechado por su buen hacer profesional y por su inquebrantable amor a esta tierra? Es posible. Sea como fuese, no se merece el continuador de la obra de Leoncio Rodríguez el trato despectivo que ha recibido por parte de algunos malos canarios. Personas que no quieren a su tierra. No lo decimos por el hecho de que no compartiesen la línea editorial de este periódico porque, insistimos, cada cual es libre de hacerlo; lo decimos porque a día de hoy resulta inadmisible rechazar a alguien por sus ideas.

Una forma de pensar que tampoco es disparatada como pretenden los españolistas y los leales a España que hay en Canarias. Nosotros respetamos sus ideas. Algunas de esas personas han escrito artículos que se han publicado en EL DÍA. Hemos rebatido sus argumentos, pero no los hemos silenciado. ¿Por qué, entonces, se ha intentado silenciar repetidamente a EL DÍA?

No se sorprendía José Rodríguez de la actitud de partidos como el PSOE o el PP, ya que ambos, en su calidad de formaciones estatistas, quieren preservar la unidad nacional. Una idea igualmente respetable pero que no dudamos en calificar de absurda en el caso de Canarias. Absurda y disparatada porque estas Islas están nada menos que a 1.400 kilómetros de las costas peninsulares y a 2.000 de la capital de España. Absurda, disparatada e inviable porque la idiosincrasia del canario dista mucho de la forma de ser del peninsular. Hay más unidad, no solo territorial, entre Cádiz e Irún que entre Canarias y Cádiz. Los isleños somos diferentes. No mejores ni peores. Nada más lejos de nuestra intención que el caer en planteamientos racistas de los que también nos han acusado injustamente. Solo afirmamos que somos diferentes. Una disparidad, inclusive de criterios, que nos lleva a la inevitable aspiración de querer ser canarios y no españoles falsos o encubiertos. ¿Es un delito anhelar que en nuestros documentos de identidad figure la nacionalidad que nos corresponde? La nacionalidad de canarios que es, en nuestro caso, la auténtica.

En nada le sorprendía a José Rodríguez esa actitud de los militantes, especialmente de los dirigentes, de los citados partidos españolistas. Sin embargo, no comprendía la forma de proceder, claramente colaboracionista, de Coalición Canaria. Un partido que se califica como nacionalista pero que no actúa en defensa de su tierra porque el nacionalismo, por más vueltas que quieran darle Paulino Rivero y su capilla de acólitos políticos, tiene su razón de ser en la reivindicación de la nación propia. De la nación canaria, por lo que respecta a nosotros, que hoy está sometida a un país extranjero y privada de su Estado. José Rodríguez Ramírez jamás quiso traicionar la confianza de los lectores de EL DÍA, que en el fondo es la confianza del pueblo tinerfeño y, en general, de todos los canarios que aman a su tierra. Esa claridad de pensamiento le supuso tener que sentarse en el banquillo. Algunos jueces le dieron la razón. Otros, lo condenaron sin paliativos. Pese a ello, siempre creyó en la justicia de la Justicia, al igual que creemos nosotros. Creemos ciegamente en los tribunales porque la mentira tiene poco recorrido; a la larga la verdad termina por imponerse.

"Muchas de las cosas a las que se dedican los políticos de hoy son machangadas", manifestaba el propio José Rodríguez hace tan solo unas semanas. "Solo están para pasar el tiempo y justificar sueldos, mientras el pueblo pasa hambre. Siguen ciegos al desempleo, a las interminables listas de espera pare recibir atención en los hospitales -con los consiguientes fallecimientos en algunos casos antes de que a esas personas les llegue el turno de ser atendidas-, a las colas del hambre, a la emigración de nuestros jóvenes y a muchas tragedias más en las que preferimos no pensar para no llorar a lágrima viva por la suerte de unas Islas que el colonialismo, con la ayuda de Rivero, ha convertido de afortunadas en desgraciadas".

Los mismos problemas que seguimos teniendo cuando José Rodríguez, el gran defensor del pueblo canario a falta de que lo hagan los políticos llamados a ello, ya no está entre nosotros aunque su espíritu nos sigue guiando. No abandonaremos la labor iniciada por su tío Leoncio y continuada por él. Continuamos siendo una empresa familiar que ha llegado a su tercera generación. Es mucho el camino que nos queda por delante. Un camino, lo sabemos de antemano, que no será fácil, pero nunca nos asuntarán unas dificultades que jamás lograron amedrentar a quienes nos precedieron. Hoy acaba nuestro luto periodístico aunque no el que sentimos, y sentiremos siempre, dentro de nuestro corazón, porque esta Casa y en nuestra familia hemos perdido a alguien único. Hemos perdido a José Rodríguez Ramírez: un patriota canario.