Santos. Nuestra prostituida democracia aconfesional aguanta incólume cualquier cosa. Y allí fue la troupe de CC en comandita, a Roma, a pedir la bula papal, no sabemos si en viaje oficial o en peregrinación particular. "Emoción contenida" declaró Carlos Alonso en su condición de presidente del Cabildo, hablaba para la parroquia y puede que usted lo entienda pero yo no. Despilfarro, devoción o electoralismo que ya toca.

Responsables. De la política diferencial que se aplica en Canarias solo escuchamos el manido calificativo ultraperiférico en referencia a lo pobrecitos que somos y lo lejos que estamos. Podría parecer que es precisa la genuflexión para mantener la limosna al plátano o la subvención al transporte, pero no es cierto. Canarias goza de instrumentos fiscales de primer nivel para competir con cualquier otro destino que sueñe el gran capital -ese ente egoísta sin corazón que mueve la economía y genera puestos de trabajo- y solo nosotros somos responsables de su fracaso; sí, un evidente fracaso de paro, pobreza e incierto futuro. El REF, claro, igual de trascendente que desconocido, que permite a cualquier empresa casi no pagar impuestos para financiar su crecimiento o, si cumple determinados requisitos de inversión y creación de empleo, repartir dividendos después de liquidar un tipo ridículo del cuatro por ciento, por poner un par de ejemplos. ¿Quién da más? Nadie da tanto en un sitio civilizado con nuestro clima, tranquilidad e infraestructuras.

Incongruentes. Porque estas herramientas están pensadas para funcionar en un entorno de libre competencia pero Canarias es un mercado intervenido. Aquí solo se atreve el incauto emprendedor, más por entusiasmo que por estricto criterio técnico, porque el enredo burocrático y la inseguridad jurídica son de tal calado que todo beneficio fiscal resulta en vano. Un debate parlamentario, el de esta semana, sobre los hoteles y sus estrellas, para una regulación que pretende condicionar las decisiones de los inversores... porque aquí mandan sus señorías y no el capricho del cliente. Todo por defender el uso del suelo, dicen, de unos terrenos que llevan una década urbanizados. La fragilidad de nuestro territorio, vaya, otro mercado nacionalizado, con la que se trató de contener el desarrollismo desaforado (sin éxito) y tanta norma que solo sirve para poner pegas a las empresas. Y aun peor, unos incentivos fiscales para determinados negocios y para otros no, para los que ya funcionan no: una absurda discriminación que impide aprovechar la rebaja fiscal a cambio de no darle chance a un hipotético competidor.

Abrir la mano. El nuevo REF no cumplirá su objetivo (generar riqueza) si no cesan la burocracia, la intervención y el proteccionismo. Tampoco si no somos capaces de aflorar un potente elemento diferencial que convierta a Canarias en objeto del deseo. Y lo tenemos delante, porque la filosofía de la Zona Especial Canaria (ZEC) ya la compró Europa y permite obtener una mejora impositiva real y significativa. Bastaría con abrir la mano, eliminar la lista y que cualquier actividad, cualquiera, desarrollada en las Islas, que justifique inversiones e incremente plantilla, pueda acogerse a la tributación reducida. Que los empresarios del turismo se quejan, pues usted les dice que si invierten y crean empleo neto, pagarán menos impuestos, mucho menos. Que los industriales ven amenazada su cuota de mercado, pues usted les recuerda el AIEM y les invita a hacer lo propio. Que los constructores reclaman más dinero para la obra pública, pues usted les refresca las sentencias del Constitucional que liberan al Estado y los invita a la colaboración público-privada con idéntico beneficio fiscal.

Valientes. Alberto Génova, director general de tributos, que se atreve con la evidencia y afirmó que sobran ayuntamientos en Canarias, bravo. Y el sufrido vecino de Santa Cruz incapaz de contactar con las oficinas municipales: "todos nuestros operadores están ocupados", y tanto.

pablo@zurita.es