España es un país aconfesional porque así lo estipula su Constitución pero socialmente es una nación católica. En Canarias sucede lo mismo porque, desgraciadamente, seguimos colonizados por España y sometidos a sus leyes. Aunque acepta todas las religiones, el pueblo canario es mayoritariamente católico. Por lo tanto, nada tenemos que objetar a que algunas autoridades isleñas se hayan trasladado a Roma con el fin de asistir a los actos que glorifican la canonización de San José de Anchieta, jesuita tinerfeño nacido en La Laguna. Nos parece normal que haya acudido el alcalde de esta ciudad, Fernando Clavijo, el presidente del Cabildo de Tenerife, Carlos Alonso y hasta el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, siempre que este último se haya limitado a permanecer en silencio porque si toma la palabra para dirigirse a los presentes nos abochorna a todos al evidenciar que no sabe hablar. Sus intervenciones en el Parlamento regional pasan más desapercibidas porque, salvo excepciones, no son demasiados los eruditos -ellos y ellas- que se sientan en los escaños de la Cámara regional.

En definitiva, bien estaban allí Rivero, Alonso y Clavijo. Sin embargo, no entendemos qué hacía en Roma el presidente del Parlamento de Canarias. Si acudió como católico, con los gastos de viaje y estancia pagados por él mismo, nada tenemos que objetar. En caso contrario, lo menos que se le puede exigir es que devuelva el dinero porque no están los tiempos para pagarle un viaje turístico a nadie, y mucho menos al presidente de una Cámara legislativa cuyos miembros cometieron la infamia política de subirse los sueldos mientras el pueblo ya pasaba hambre como consecuencia de la crisis.

Mucho mayor ha sido nuestra sorpresa al ver que en la "foto de familia", publicada por un periódico de una raquítica difusión que ni de lejos se acerca a EL DÍA, aparecía Ángela Mena. Además, lo hacía en lugar destacado. ¿En calidad de qué acudió a Roma esta señora? ¿Lo hizo como concejala de Vivienda del Ayuntamiento de Santa Cruz o como esposa del señor presidente? Como edila santacrucera, catalogada de incompetente por la oposición en pleno, su presencia estaba de más pues San José de Anchieta nada tuvo que ver con la capital tinerfeña durante sus 14 años de vida en esta Isla. Si fue en visita privada, como católica ferviente, también sobraba su presencia en esta instantánea pues no es noticia lo que haga un político al margen de su vida pública. Si acudió como "primera dama" del Archipiélago, volvemos a las andadas. ¿Quién le pagó el viaje a la señora Mena? ¿Ella misma, su esposo el presidente del Gobierno autonómico o los ciudadanos? ¿Hemos sido todos quienes, con nuestros impuestos, hemos sufragado el viaje y estancia de esta señora, al igual que lo hicimos cuando hubo de proveerse de peineta, mantilla y collar de perlas para acudir a un acto oficial del país que nos coloniza?

Nos gustaría conocer las respuestas a estas preguntas porque los ciudadanos canarios deben saber cómo administran los políticos que han elegido el dinero que pagan en impuestos. Viendo esa foto vergonzosa -nada diríamos si fuese la foto privada del álbum familiar de unos creyentes que han ido a Roma a rezar- se confirma nuestra idea de que seguimos viviendo en una república bananera. Peor aún, en una colonia disfrazada de comunidad autónoma. Una foto con Rivero, la propia Ángela Mena y algunos más mirando a la cámara. Es decir, "posando para la posteridad". ¿No les da vergüenza a estos políticos que los vean los canarios que ayer, como todos los días, tuvieron que ponerse en las colas del hambre para comer?

Por otra parte, ya que varios de esos gobernantes acudieron a Roma con cargo a las cuentas públicas canarias, ¿aprovecharon la ocasión para pedirle al papa Francisco que intercediese ante el Gobierno de Madrid por la libertad de estas Islas? Algunos miembros notables de la Iglesia católica se han alineado con los líderes independentistas de otras naciones sometidas por España. ¿Por qué no sucede lo mismo en Canarias?

Nos asombra comprobar que nuestros políticos regionales no escarmientan. Con tal de hacerse una foto les da lo mismo ponerle una vela a un santo o al Diablo. Lo único que persiguen es que se hable de ellos. Que el pueblo los vea con el Papa y los admire al pensar que son importantes. En realidad, el pueblo los desprecia desde las mencionadas colas del hambre, las listas de espera sanitarias y las oficinas de empleo en las que no encuentran trabajo casi 400.000 isleños.