Lamenta Paulino Rivero en su blog la falta de respeto del Gobierno de España hacia Canarias. Se refiere al silencio del Ejecutivo central sobre la petición de celebrar una consulta en las Islas sobre las prospecciones petrolíferas. "Defendemos el derecho de los canarios a ser escuchados", dice el presidente regional. Dice también algunas cosas más que omitimos reproducir en este editorial del más leído de los periódicos que se editan en el Archipiélago porque no somos correveidiles de nadie. Ya bastantes diarios tiene Rivero a su servicio que actúan como propagandistas de sus "gestas" políticas. Así les va a todos ellos. Cuenta también el presidente regional con los medios de comunicación oficiales. Ahí está la Televisión Canaria y la Radio autonómica pagadas por todos pero a las órdenes de Rivero. Esto es una república bananera. Peor aún: es una colonia bananera.

¿Cómo pretende Rivero que los políticos de Madrid se tomen en serio a Canarias y a los canarios si él, ni nadie de su partido, jamás se ha dado a respetar en la capital de la Metrópoli? A los catalanes y a los vascos sí los escuchan porque siempre están amenazando con la independencia. Lo de Cataluña ahora va en serio. Tanto los diputados de CiU como los del PNV se comportan en Madrid como nacionalistas serios y auténticos. No le pasan una al Gobierno de España, sea cual sea el partido que lo sustente. Y cuando tanto el PP como el PSOE han tenido que pactar con ellos para confirmar mayorías parlamentarias, han sacado rédito político de esa colaboración. Distinto comportamiento al que tuvo Paulino Rivero cuando ocupó escaño en el Congreso de los Diputados. Salvo presidir la Comisión que investigó los atentados del 11 de marzo, no hizo nada destacable. Incluso esta tarea no la asumió por méritos propios. Simplemente, pasaba por allí y lo cogieron al lazo. Lo único que hacía falta era alguien que no armara lío. Además, mientras se entretenía con esa Comisión no incordiaba pidiendo la libertad de Canarias.

Una preocupación superflua de los gobernantes de la Metrópoli porque Paulino Rivero jamás haría nada que pusiera en peligro la hegemonía de los españoles sobre Canarias. Ni lo hizo él en su época de diputado, ni lo está haciendo actualmente Ana Oramas, dedicada en el Congreso de los Diputados -son sus propias palabras- a la política pura.

Jugar a la política pura en Madrid o limitarse a pasar el rato con boberías en el Parlamento de Canarias les sale muy caro a los habitantes de estas Islas. Se habla de recuperación económica pero la situación del pequeño comercio, uno de los pilares de nuestra economía, es desesperada. Resulta deprimente ver tantos locales cerrados con el cartel de "se vende" o "se alquila". En el franquismo al menos teníamos el estatus de puerto franco. Había una diferencia de precios a nuestro favor entre las tiendas europeas y las canarias. Pertenecer a la UE ha supuesto la ruina de nuestra agricultura y también de nuestro, hasta hace unos años, pujante sector comercial. A cambio de ser europeos ultraperiféricos, es decir, de ser ciudadanos de tercera o de cuarta categoría, hemos sacrificado una importante fuente de ingresos. Por si fuera poco, ni siquiera contamos con un turismo de calidad. Salvo excepciones, no poseen nuestros visitantes un alto poder adquisitivo.

Malvendemos nuestra tierra porque no tenemos el menor control sobre ella. Si las aguas que rodean a las Islas estuviesen bajo jurisdicción del Gobierno de Canarias, como le aseguró Zapatero a Paulino Rivero -es difícil encontrar un timo político de mayores proporciones en toda la historia del Archipiélago-, no haría falta pedirle permiso a Madrid para realizar una consulta sobre las prospecciones. Ni siquiera sería necesario realizar tal referéndum porque si Canarias tuviese su zona económica exclusiva, como la tiene Marruecos, el Gobierno que preside Rivero podría permitir o prohibir los sondeos sin, insistimos en ello porque este es el núcleo del problema, pedirles permiso a unos políticos que deciden sobre nuestros asuntos nada menos que a 2.000 kilómetros de distancia de Canarias.

Estas Islas carecen de un auténtico gobierno autónomo. Incluso dentro del Estado de las autonomías hay comunidades, las llamadas históricas, con mucha más capacidad de decisión que Canarias. Cuando se realizó la Transición -tema que tratamos en nuestro editorial del domingo- era el momento oportuno para exigir que estas Islas tuviesen un Estatuto especial. Tan especial y diferenciado de las demás regiones que supusiera, de hecho, el paso previo e inminente para recuperar la libertad perdida hace casi seis siglos tras una conquista sangrienta.

El hecho histórico pesa mucho más, muchísimo más, en Canarias que en Cataluña, Vasconia, Galicia o Andalucía. Esas naciones forman parte de la Península ibérica. Nuestro Archipiélago, no. En estas Islas, situadas nada menos que a 1.400 kilómetros de las costas peninsulares, vivía un pueblo libre que fue incorporado a la corona de Castilla por la fuerza de las armas. Nunca habíamos formado parte de España ni de su historia. Fuimos colonizados por las huestes castellanas y sus mercenarios a modo de ensayo general para lo que luego sería la colonización de América. Los países americanos lograron librarse del yugo español pero nosotros seguimos soportándolo sobre nuestros cuellos.

Los resultados de esta dejación por parte del nacionalismo canario están a la vista de todos. "El bienestar material en las Islas cae en picado", publicábamos el domingo en la portada de EL DÍA. La desigualdad y la caída del gasto ahogan el desarrollo de las Islas. Esto es para echarse a llorar. No nos explicamos cómo es posible que los patriotas que militan en CC sigan amordazados y amedrentados en vez de rebelarse contra Paulino Rivero y quienes lo rodean para exigirles a todos que dejen de pensar en sus bolsillos y asuman el compromiso que les corresponden como nacionalistas. Ese compromiso supone exigir la libertad de las Islas. Ni más, ni menos. Háganlo de una vez. Como decía nuestro recordado José Rodríguez, no los van a fusilar por ello. Ni siquiera los van a meter en prisión. Al contrario: les harán caso cuando estén en Madrid, en vez de reírse de ellos, como ocurre ahora mismo, porque nadie se toma en serio a un partido nacionalista que no reclame la independencia de su nación.

Lo mismo cabe decir sobre los diputados canarios del PP y del PSOE. Aunque sean estos partidos estatistas, ¿no les corresponde a sus miembros isleños pensar primero en su tierra que en sus siglas? ¿Qué es más importante, ser canario o acatar la disciplina del PP o del PSOE? De los socialistas poco o nada esperamos porque esta formación política siempre se ha desentendido de Canarias. Lo mismo cabe decir del PP, aunque los populares han sido más sensibles con los problemas del Archipiélago. Sin embargo, la gran decepción viene del nacionalismo; sobre todo de Paulino Rivero. Un hombre en el que tanto confiamos. Qué equivocados estábamos. ¿Duermen tranquilos los políticos canarios, sean del partido que sean, ante el avance imparable del hambre y la miseria en esta tierra?

Ni una voz entre las autoridades y cargos públicos de estas Islas se ha alzado para pedir la libertad; la independencia. Todos prefieren seguir revolcándose en el lodazal de la ignominia que enfrentarse, pacíficamente pero con dignidad y decisión, a nuestros carceleros.